Estas imágenes fueron difundidas en redes sociales. Ni Álvaro Uribe, ni Antanas Mockus se salvaron de ser víctimas de montajes. | Foto: Archivo particular

ANÁLISIS

Redes sociales en el plebiscito: el fenómeno del yo con yo

Narcisismo extremo, discusiones virulentas y mentiras incontrolables. Los usuarios utilizaron las plataformas para radicalizarse en sus posiciones y terminaron en una burbuja.

William Rincón, periodista de Semana.com
4 de octubre de 2016

¿Quién lo diría? Las redes sociales más que un campo de batalla para los colombianos antes, durante y después del histórico plebiscito del 2 de octubre de 2016 fueron una trinchera. Facebook, al final, fue una trinchera para unos y otros. Quienes apoyaban el Sí, promovían sus argumentos para un público que los apoyaba y compartía sus razones. Quienes luchaban por el No –en menor medida- también impusieron sus postulados entre sus copartidarios. Pero no hubo debate. Hubo, si acaso, un velado yo con yo.

Lo que pasó en las redes sociales durante la campaña del plebiscito es lo que ocurre en un estadio de fútbol con las barras. Unos y otros se ubicaron en su tribuna, se rodearon de aquellos que gritan y corean lo mismo y por allá lejos, al otro lado del coliseo, estaba la otra barra que bramaba sus consignas. Sólo se oían las voces y los canticos afines (en forma de retuits, Likes y Compartidos). Cada quien buscaba fervorosamente que su equipo marcara el gol el 2 de octubre. Como en los estadios, unos toreaban a los otros. Como en los estadios, los unos no oyeron los canticos de los otros.

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Sergio Llano, docente de la facultad de comunicación de la Universidad de la Sabana, explica que “las redes sociales sólo funcionaron para radicalizar posiciones, y esto sólo se explica desde la forma como cada usuario va conformando sus redes”. No le falta razón a Llano. Quienes iban por el Sí en Facebook o Twitter llegaron confiados a la jornada electoral. En sus perfiles sólo se movían mensajes afirmativos, quizás eso explica la desolación de los derrotados en la noche del domingo.

Pero la explicación es más bien técnica. Los algoritmos de las plataformas sociales hacen que los muros se vayan construyendo a partir de las interacciones más cercanas. Así que en los muros y perfiles se multiplicaban aquellos comentarios que eran afines a su posición y se invisibilizaban de forma automática a los opositores. Como en los estadios de fútbol.

Pero ¿por qué existió esa percepción, nacida en redes sociales, de que el Sí arrasaría? Para Carlos Correa, especialista en comunicación digital, el Sí se veía ganador por la gran inyección gubernamental en presupuestos, especialistas y contenidos, pero si uno quitaba eso, se veía que el país en redes estaba tan polarizado como lo fue el resultado final. “En el afán de mostrarse fuerte, a veces se envía la señal equivocada, los colombianos que son perspicaces ven en esas amplias mayorías digitales una maquinaria con recursos y eso le quita credibilidad”, señaló.

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En el mismo sentido, Ricardo Galán, consultor y director de Libreta de Apuntes, explica que el temor de los responsables de la campaña por el Sí, incluido el Gobierno, era no ser capaces de llegarle a los jóvenes. “Entonces a alguien se le ocurrió que la mejor herramienta eran las redes sociales. Pero cometieron un error craso. No les hablaron en el lenguaje y el tono de los jóvenes. Les siguieron hablando como si se tratara de radio o televisión. Además repitieron el error de creer que un activista en Twiter o Facebook también lo es en la calle, lo cual no es verdad”.

Mensajes virulentos

Además del narcisismo marcado en las campañas, el otro denominador común fue la violencia para expresar las posiciones. Igual que los barras bravas en los estadios, los de la otra tribuna no merecían nada, ni justicia, ni respeto. La campaña en redes durante el plebiscito fue virulenta y retrató el nivel de polarización que vive la sociedad colombiana. Lo más preocupante es que tal nivel de violencia dialéctica se volvió usual, parte del paisaje.

Para Ricardo Fraile, experto en marketing digital y bloguero, “es habitual que en redes sociales la pantalla sirva de escudo para opinar de manera cruda, violenta y sin censura. Por otro lado, en nuestro país los temas políticos suelen generar pasiones desde los mismos líderes y esto se transmite a quienes los siguen, usando los mismos insultos, tono y argumentos”.

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A su vez, Ricardo Galán, secretario de prensa del primer gobierno de Uribe, expresa que una de las lecciones que nos deja la campaña por el Sí y el No en el plebiscito de Colombia es que no por hablar o gritar más se consiguen mejores resultados. Galán señala que quienes más contribuyeron al triunfo del No fueron quienes se dedicaron a estigmatizar, trolear e insultar a los promotores del No. “Fue tal la agresividad contra ellos, que decidieron guardar silencio en las redes y los medios de comunicación y hablar en las urnas, en donde el voto es secreto”.

Mentiras incontrolables

Pero si desde una orilla denuncian algún tipo de estigmatización, desde la otra tribuna insisten en que hubo una explosión de argumentos falaces que se propagaron como pólvora hasta llegar a la agenda pública. Tanto así, que los medios de comunicación tuvieron hasta rankings de mentiras virales durante una campaña por la paz en el país. El fenómeno viral es entre preocupante y bufonesco.

Preocupante porque quedó demostrado que las plataformas sociales se vieron superadas por los inescrupulosos a los que se les hizo muy fácil propagar cualquier falacia para diseminarla en miles de muros. A pesar de los poderosos algoritmos que tienen Facebook o Twitter los bulos ya se volvieron un elemento adicional de las redes. Pero Ricardo Galán cuestiona: “¿Pueden las plataformas prevenir la propagación de contenidos maliciosos? Sí, claro que pueden. Pero no deben. ¿Quién decide qué es un contenido malicioso? ¿El Estado, la Justicia, el editor de turno, un community manager?”

Por su parte, el profesor Sergio Llano hace hincapié en la necesidad de que los usuarios tengan un mayor poder de discernimiento a la hora de evaluar la agenda informativa que exponen las redes sociales. Así mismo, Carlos Correa señala que tanta mentira viral “no tendrá ninguna regulación oficial más allá de que los colombianos debemos aprender a tener criterio y análisis de todo lo que vemos circulando en nuestros entornos digitales”.

Bufonesco también. Hubo mucho espacio para la caricatura. Las mentiras virales necesitan de usuarios cándidos que replican la información sin análisis alguno. "Si reafirma lo que pienso, lo comparto". En muchas ocasiones, no importó qué tan inverosímil o hiperbólica era la consigna -mientras más increíble, mejor-, lo que importaba era que tocara un nervio. Importaba que fuera visceral y emocionante. En la campaña, al menos en la redes, no hubo mucho espacio para la reflexión.

Las redes sociales habían sido bautizadas como la nueva “ágora de la comunicación”. Pero eventos y campañas como el plebiscito mostraron ese lado oscuro que todos conocen pero pocos aceptan. Las plataformas sociales, que al final de cuentas son neutrales y dependen del uso que les dé cada usuario, se transformaron en un inmenso estadio de fútbol, con fanáticos que no están dispuestos siquiera a reconocer a los que no estén al lado, en sus gradas. Eso poco tiene que ver con un ágora.