EDUCACIÓN

Cómo criar hijos hombres

El psicólogo Steve Biddulph asegura que los padres suelen formar a sus niños con un modelo obsoleto de masculinidad. En su nuevo libro explica cómo y por qué deben reorientar la forma de hacerlo.

2 de junio de 2018

Hace tres meses, cuando el adolescente Nikolas Cruz irrumpió en su colegio de Florida, Estados Unidos, con un fusil AR-15 y asesinó a 17 de sus compañeros, el periodista de The New York Times Michael Ian advirtió que este y otros tiroteos similares reflejaban una problemática mayor. Observó que los perpetraban adolescentes varones, ansiosos y desorientados, que solo encontraban en la violencia una salida a su insatisfacción personal. Su artículo ‘Los niños no están bien’ se convirtió en viral.

Desde hace 20 años el psicólogo australiano Steve Biddulph alerta sobre esa crisis que atraviesan los varones y que Ian puso en evidencia en su escrito. Para él, las cifras también abruman. “En comparación con una niña, los niños tienen nueve veces más probabilidades de terminar en la cárcel, tres veces más de usar drogas, de quitarse la vida o de morir en un accidente automovilístico”, dice en su nuevo libro Raising Boys in the Twenty-first Century.

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En Colombia el panorama no es distinto. Los hombres cometen más robos, asesinan más, violentan más a sus parejas y abandonan más el colegio. Según cifras del Dane de 2015, el 60 por ciento de las mujeres entre 14 y 24 años terminaron la enseñanza media, mientras que en los hombres esa cifra se reduce al 50 por ciento.

Biddulph señala una razón por la que estas situaciones ocurren y “por lo tanto, una cura”. La raíz del problema, dice, es que el mundo hoy funciona distinto y las necesidades emocionales de los hombres han cambiado. Su tesis coincide con la de Ian, para quien el principal inconveniente de los jóvenes es sentirse atrapados en un modelo obsoleto de masculinidad. “Ya no desean ni necesitan las cualidades que solían definirlos: fuerza, agresividad, competitividad”, dice, y agrega que lo peor es que no tienen cómo hablar del asunto, puesto que las emociones aún se asocian a lo femenino.

Así, mientras los padres han revisado su estrategia para formar mujeres, no han hecho lo mismo con los hombres. Por eso, el panorama de los varones contrasta con el del sexo opuesto, que en las últimas décadas ha redefinido su rol social, e incluso, los ha igualado y superado en espacios sociales, académicos y laborales. Hoy, por ejemplo, no se enseña a las mujeres a ser amas de casa, madres, ni esposas, sino para desempeñarse en cualquier campo.

Ahora el macho alfa es menos apetecido, y hasta repudiado. El inconveniente, dice Juan Carlos Cuervo, profesor del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana, es que, culturalmente y desde la infancia, la sociedad considera normal la violencia en los niños. “Ocurre con frecuencia en entornos familiares y escolares sin prever cómo los afecta. Esto se convierte en una cadena perversa de violencia que termina por perjudicarlos en todas las esferas”, dice.

Teniendo en cuenta que muchas de las frustraciones de los hombres vienen de las normas de crianza, la cura para Biddulph consiste en tener en cuenta las diferencias que hoy existen entre hombres y mujeres. “Aunque el 90 por ciento de la crianza debe ser igual independientemente del sexo, hay al menos un 10 por ciento en el que se diferencian”. Este porcentaje, sorprendentemente, tiene que ver con las hormonas sexuales y las experiencias sociales, pero también con su maduración cerebral en edades tempranas.

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Biddulph cita en su texto uno de los mayores hallazgos al respecto hecho por el neurocientífico Allan Schore. “En 2017 descubrió que el desarrollo del cerebro en los varones es más lento en el útero y en el primer año de vida, lo que se traduce en una diferencia de 20 meses en comparación con el de las niñas”, dijo el experto a SEMANA.

Lo anterior implica que los niños son más vulnerables en sus primeros años de vida. Es decir, más propensos a desarrollar trastornos neuropsiquiátricos como autismo, déficit de atención y trastornos de la conducta; y también a verse más influenciados por el estrés y los problemas de sus padres. Estas presiones, según la investigación de Schore, afectan directamente el desarrollo del hemisferio derecho del cerebro, en el que se establecen circuitos cerebrales como el autocontrol, la sociabilidad y la empatía. Por eso, dice Biddulph, es muy posible “que la mayoría de los problemas de los hombres surjan de la ansiedad y los cambios cerebrales a los que están expuestos en su primer año de vida”.

Cuervo agrega que en el caso colombiano es importante prevenir los ciclos de violencia en la infancia. Según él, hay que invertir todos los recursos afectivos, emocionales o económicos “en los primeros 5 años de vida, cuando termina de madurar el cerebro, pero también cuando comienza el trabajo social, entre los 7 y 8 años”.

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Biddulph también habla en su libro de estas dos etapas. Respecto a ellas recomienda a los padres entender que los niños aprenden más lentamente que las niñas y disminuir la presión por matricularlos en guarderías y jardines infantiles cuando son muy pequeños. (Ver recuadro). En la etapa de 0 a 8 años insiste en la importancia de ser amorosos, tranquilos y relajados, ya que esto dará las bases necesarias para construir sus relaciones sociales a futuro. En este punto, quizá, está la clave para criar a un buen hombre, pues debido a imperativos culturales ellos reciben una educación más dura. Se les alienta a tratar a sus padres en forma distante y, sobre todo, a asumir la idea de que no es bueno llorar. Con estos consejos, el experto espera que los hombres, que hoy parecen confundidos por su papel en la sociedad, no pierdan el camino. 

Los niños pueden estar bien

1. Criar es trabajo de dos

Es común que las mamás estén cerca de sus hijos y les hablen más. Sin embargo, según Biddulph, cuando logran un fuerte vínculo con el padre, son mejores. Se sabe que las madres solteras son excelentes al criar buenos hombres, pues esta es su clave: “Se aseguran de que tengan buenos hombres en algún momento de su vida: maestros, abuelos, tíos, entrenadores deportivos, amigos de la familia”, dice.

2. Háblele de porno

Es necesario hablar claro sobre respetar a las mujeres pero, sobre todo, acerca de la realidad del porno. “Hay que explicarles que hacer el amor es diferente a eso. Es amistoso, divertido y un poco vulnerable, pero mucho mejor de lo que hay en la pantalla”, dice Biddulph. Si no se hace, es probable que los jóvenes tengan una vida amorosa inestable.

3. Nunca le diga que no llore

Está comprobado que llorar ayuda al cerebro a sanar el dolor y resulta eficaz a la hora de prevenir la violencia. “Como los niños están acostumbrados a suprimir esta emoción, terminan exteriorizándola mediante la ira”, dice Biddulph. Aunque el mundo hoy está más liberado de este ideal, este especialista advierte que falta aún más. Es fundamental que los padres den ejemplo y los alienten a hablar de sus emociones.

4. No lo deje en la guardería

Enfrentar a un niño al cuidado infantil grupal durante los primeros dos años de vida no es saludable. Según el estudio de Allan Schore, esto los hace más propensos a desarrollar autismo, déficit de atención y trastornos de conducta. Curiosamente, los casos han ido aumentando en las últimas décadas a medida que más bebés ingresan en las guarderías. “El apego en los primeros años importa y no se puede pagar a alguien para que brinde amor”, dice el experto.

5. Reconozca las etapas

A los 4 años la hormona leutinizante, que regula la secreción de testosterona en ellos, inunda los cuerpos de los niños y los vuelve más activos y ruidosos. A los 8 se vuelven más llorones y de mal humor. Esta etapa llamada como adrenarquia es la primera agitación de la pubertad. Biddulph asegura que en ambas la clave es ser comprensivo y elegir el momento adecuado para llamarles la atención.

Niños vs. Niñas
Estos son los puntos más destacados del estudio del neurocientífico Alan Schore sobre las diferencias de los niños de corta edad.

- Son más vulnerables al estrés ambiental y la depresión en el útero.
- Maduran más lentamente en lo físico, social y lingüístico.
- A los seis meses muestran más frustración que las niñas.
- A los 12 meses reaccionan más a los estímulos negativos.