| Foto: Archivo Semana

MUNDO

Hombres podrían activar o desactivar su fertilidad por medio de un “interruptor”

Aseguran que, de ser exitoso el estudio, también sería una esperanza para combatir la infertilidad en los hombres.

5 de febrero de 2021

Teniendo en cuenta que existe una carrera biológica entre los espermatozoides para llegar a un óvulo, convirtiéndose en un proceso bastante competitivo, investigadores en Alemania aseguran haber descubierto una proteína que les da a los espermatozoides un plus para que sean los ganadores.

Se trata de un proceso donde un “interruptor” molecular en la esperma permitiría a los hombres encender y apagar su fertilidad. De acuerdo con los investigadores, un factor genético llamado “t-haplotipo” promueve el éxito de la esperma que lo porta y, a su vez, los espermatozoides son alimentados por una proteína llamada RAC1 y el interruptor también se encarga de impulsarlos hacia adelante.

De tal modo, lo que se plantea es que los espermatozoides se muevan más rápido que los otros, gracias a la mencionada proteína, lo que les otorga una ventaja para llegar primero al óvulo. No obstante, vale la pena aclarar que este experimento lo están realizando inicialmente con ratones y los investigadores esperan aplicar los hallazgos muy pronto en humanos.

Aseguran los investigadores que una vez se aplique en humanos, ello podría dar lugar a una píldora que estimule la fertilidad en los hombres o un anticonceptivo oral masculino.

“Los espermatozoides con el haplotipo t logran inhabilitar a los espermatozoides que no lo tienen (...) El truco es que el haplotipo t ‘envenena’ a todos los espermatozoides, pero al mismo tiempo produce un antídoto que actúa solo en los espermatozoides t y los protege. Imagínese una maratón, en la que todos los participantes se envenenan con agua potable, pero algunos corredores también toman un antídoto”, dijo a través de un comunicado el autor del estudio Bernhard Herrmann, del Instituto Max Planck de Genética Molecular.

El estudio también halló que algunos de los genes portan mutaciones que distorsionan las señales reguladoras, que luego se distribuyen a todos los espermatozoides. Según los investigadores, estos son el “veneno” que perturba el movimiento progresivo.

Luego, señalan que un “antídoto” entra en acción después de que el conjunto de cromosomas se divide uniformemente entre los espermatozoides durante la maduración, y cada célula contiene ahora solo la mitad.

De tal modo, solo aquellos con el haplotipo t producen un factor adicional que revierte el efecto negativo, mientras que las cantidades óptimas de RAC1 mejoran la competitividad de los espermatozoides individuales, lo que también sería una esperanza para combatir la infertilidad en los hombres.

En otro estudio, investigadores de la Universidad de Bristol y la Universidad Autónoma de México descubrieron que los espermatozoides no nadan moviendo su cola.

Los investigadores insisten en que es tal cual una carrera por la vida cuando millones de espermatozoides nadan hacia los óvulos para fertilizarlos. De hecho, Herrmann y su grupo de investigadores calificaron el haplotipo t como un segmento de ADN “egoísta” y natural.

Respecto a un análisis de los espermatozoides individuales, los investigadores encontraron que la mayoría de estos avanzaron poco, algo genéticamente normal. Entre tanto, los espermatozoides de movimiento recto contenían el haplotipo t.

A partir de lo anterior, identificaron las diferencias en la motilidad de los espermatozoides. Aseguran que la proteína llamada RAC1 les transmitió señales desde el exterior de la célula hacia el interior activando otras proteínas y además los dirigió hacia el óvulo

La competitividad de los espermatozoides individuales parece depender de un nivel óptimo de RAC1 activo; la actividad tanto reducida como excesiva de RAC1 interfiere con el movimiento hacia adelante efectivo“, agregó la investigadora Alexandra Amaral.

Además, cuando los investigadores trataron la población mixta de espermatozoides con una sustancia que inhibe RAC1, afirman que los espermatozoides genéticamente “normales” podían nadar progresivamente.