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VIOLENCIA INTRAFAMILIAR

“No hay que quitarle credibilidad a la víctima porque denuncia a su agresor y luego lo justifica”

 Aunque Marcela González ha denunciado en varias oportunidades a su novio Gustavo Rugeles por maltrato, hoy, generó una polémica el hecho de que ella saliera en su defensa. Isabel Londoño Polo y Mónica Godoy, expertas en el tema, explican los mecanismos que llevan a una mujer amenazada a justificar a su agresor.

16 de enero de 2019

Por Isabel Londoño y Mónica Godoy.

Intentar justificar la vio lencia que se ejerce contra las mujeres es algo que algunas de ellas, jóvenes o mayores, han hecho desde siempre. En la mayoría de los casos, es resultado de una experiencia previa familiar de la que aprendieron que los comportamientos violentos verbales, físicos o emocionales son aceptables porque crecieron viendo a sus madres soportarlos. De esa manera entendieron que, si su papá le pegaba a su mamá y ella seguía a su lado, debía ser correcto aceptar que a ella le pegue el marido y también aguante y se quede en esa situación. Las justificaciones son variadas: el amor, los hijos, la dependencia económica, conservar cierto estilo de vida, el juicio social contra las mujeres solas, etc. Esto está grabado en el fondo del inconsciente, no es una decisión racional porque, por supuesto, la mayoría de mujeres afirmamos que la violencia no se debe tolerar, así luego, al interior de los hogares muchas estén aguantándola.

En otros casos, la justificación es el resultado de una compleja relación de dependencia psicológica, social, económica que se ha desarrollado entre el victimario y la víctima, que lleva a esta a temer por su vida, por sentirse tan desprotegida y frágil frente al poder aparente (o real) del victimario, siendo así su mejor mecanismo de defensa negar, disimular, disminuir o intentar justificar la violencia.

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Las entrevistas radiales a Marcela González, que de antemano no son evidencia suficiente, sugieren que Gustavo Rugeles ha avanzado en sus agresiones hasta hacer sentir a su víctima responsable de las consecuencias de su denuncia ante la Fiscalía, aún más, la ha hecho sentir responsable por su vida amenazada, ahora también, por este nuevo acto de violencia contra ella. Esto es expresión de un proceso sistemático y continuo de violencia psicológica que logra destruir la autoestima y la confianza de la otra persona y volverla incapaz de distinguir o identificar qué es real y qué es fabricado por el violento para manipularla y justificar su comportamiento.

Culpar a la víctima, es bastante común en Colombia, que tiene una cultura de rendición de cuentas retorcida, donde la víctima frecuentemente es convertida en victimaria en los medios de comunicación y en el juicio colectivo. Ahora, sale ella a deberle a él por haberlo denunciado y por eso intenta repararlo. Hay que tener claro que ella es una mujer joven en serio peligro de ser asesinada. No es fácil el control de los espirales de violencia ascendentes, como en el que ella está, y que puede tener consecuencias fatales como lo demuestran tantos casos documentados en medios y en las múltiples investigaciones sobre violencia contra las mujeres.

Ayudar a una persona en esta situación es difícil porque su sensación de indefensión frente al victimario la lleva a rechazar cualquier consejo de dejarlo o alejarse. Ahora, ¿qué medidas podemos tomar al respecto?

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Primero, no permitirle al victimario aislar a la víctima y desconectarla de su familia, amigos, colegas, sistema de salud y de justicia, etc. El aislamiento es el mejor recurso del violento para continuar con su ataque psicológico y lo usa para convencer a la víctima de su fragilidad. Es también el mejor espacio para continuar con la violencia física sin que nadie lo note.

En segundo lugar, es importante no quitarle la credibilidad a la víctima porque denuncia, lo justifica, denuncia de nuevo y lo vuelve a justificar. Es necesario entender que ese ciclo es resultado de su incapacidad temporal de ver vías de escape y recuperación. Cuando se le dice qué es lo que ella tiene que hacer, como “váyase”, se la está infantilizando porque se la trata como una menor de edad, una persona sin criterio que no puede tomar sus decisiones y necesita que le digan qué es lo correcto. Ese es el mismo tipo de violencia psicológica que el victimario ejerce sobre ella.

En tercer lugar, resulta clave seguir reforzando la visión de que las mujeres necesitan construir y mantener siempre su autonomía económica, porque en ausencia de esta las mujeres son mucho mas propensas a considerar imposible liberarse de una relación violenta.  Una mujer que no cuenta con recursos para mantenerse a ella misma y/o a sus hijos, tiene menos probabilidad de tomar las decisiones que salvan su vida, como es sacar al violento de su casa (y no irse ella, porque eso le implica perder su patrimonio) y denunciarlo con apoyo legal, que siempre tiene un costo significativo, aunque exista hoy algún apoyo del gobierno en esto. Y la construcción de autonomía económica no es solo responsabilidad de los padres y madres, sino también del contenido de la educación y de las políticas laborales del estado y de las empresas.

Y por último, es importante que las personas que la entrevistan y que la atienden le hagan preguntas cuidadosas y no le den consejos estúpidos y simplones. Comprendan que es importante ayudarla a recuperarse a ella misma para poder tomar decisiones desde su autonomía. Es difícil entender que una persona víctima sienta que no puede sobrevivir sola fuera del control del victimario, pero así se siente y hay que ayudar a superarlo; reforzando la sensación de auto-determinación y capacidad en lugar de agredirla culpándola de lo que le pasa.

En Colombia la conversación de la muerte y violencia en el contexto del conflicto armado era un gran distractor, una gran nube de humo, un gran muro que invisibilizaba lo que pasaba -y pasa- en los hogares colombianos, donde niñas y niños, jóvenes y mujeres son sometidos diariamente a torturas psicológicas, físicas, económicas y sociales. Bastantes hombres también son victimas de violencias. La única forma que las mujeres agredidas por el machismo y el sistema patriarcal, atemorizadas de la violencia física o económica, y abandonadas por la institucionalidad, tienen para defenderse.

Que bueno que el muro se ha fundido, que el humo se ha disipado y que ahora podemos conocer en detalle la magnitud de este nuevo escenario de guerra: los hogares colombianos. Allí la negociación de paz no la hará un presidente y su equipo negociador con unos cuantos comandantes guerrilleros, sino que la tendremos que hacer uno por uno, hogar por hogar. Pero solo será exitosa si aprendemos a identificar y analizar los procesos de violencia, las relaciones entre victima y victimario, los mecanismos de control y poder, la psicología de la violencia, y eso solo lo podemos hacer como comunidad y como cultura con el apoyo de campañas de medios, y con la institucionalidad relevante fuerte y presente, en educación, policía, organismos de bienestar como también en juzgados y comisarias que garanticen la atención y respuesta oportuna y adecuada.