Jonathan Espíndola, Sugar Daddy colombiano
Jonathan Espíndola, Sugar Daddy colombiano | Foto: Semana Noticias

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¿Qué es un Sugar Daddy? El fenómeno web que amenaza con desplazar al amor

Teléfonos de alta gama, ropa de diseñador, autos deportivos y viajes al extranjero hacen parte de los “regalos” que un hombre o mujer adinerados brindan a una persona más joven para “comprar” su tiempo y cariño. Así funcionan estas relaciones. #EspecialesSemana

30 de noviembre de 2020

Al buscar la expresión Sugar Daddy en internet, rápidamente saltan palabras como “Sexo”, “Interés”, “Anciano”, “Transacción”, entre otras. Básicamente se trata de un tipo de relación emocional en la cual una persona usualmente mayor de edad -que goza de estabilidad económica y considerables recursos– intercambia su dinero y regalos por la compañía y la intimidad de una contraparte más joven, por lo general atractiva y atlética, la cual es llamada Sugar Baby.

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Historias de despampanantes rubias de veintitantos años que conforman parejas con octogenarios multimillonarios han sido la comidilla de los tabloides sensacionalistas de todo el mundo. Los “papis de azúcar” (traducido al español) suelen ser personajes anónimos, excluidos de los glamurosos perfiles de sus parejas en redes sociales, pero quienes al final gozan de la juventud y belleza de estas “bendecidas y afortunadas”.

SEMANA contactó a Jonathan Espíndola, un empresario bogotano de 30 años, quien se define como un Sugar Daddy. “Uno está acostumbrado a que si salió el último teléfono, pues se compra; vivir en un lugar exclusivo, ir a los mejores restaurantes, estar en las mejores fiestas, siempre en los palcos, en las zonas VIP donde ellas (las Sugar Babies) siempre están con nosotros y uno se da el lujo de mostrarlas”.

“Johnny”, como le gusta que lo llamen, es promotor de eventos masivos; un ambiente donde la apariencia juega un papel fundamental: crear la ilusión de éxito y glamour puede abrir las puertas a nuevos negocios, y la compañía de una ‘Sugar Baby’ se considera que brinda estatus.

“Un Sugar Daddy busca en una Sugar Baby a una niña entre los 18 años y los 25 años: que sea armoniosa, que tenga una cara bonita, un cuerpo definido, que sea voluptuosa, que tenga la actitud y la disposición de “ponerla toda” y estar muy bien cuando sale con uno. Pasarla rico”, relata Johnny con cierto desparpajo.

Jonathan Espíndola, Sugar Daddy colombiano
Jonathan Espíndola, Sugar Daddy colombiano | Foto: Semana Noticias

Sus expectativas son altas, al igual que las cuentas que debe pagar cuando “consiente” a cualquiera de las ‘Sugar Babys’ con las que sale; y es que –como lo habrán imaginado–,este tipo de acuerdo no implica exclusividad de ninguna de las partes.

“Yo a las ‘Sugar Babies’ las mimo mucho: estamos pasando por un almacén como Zara y de una les compro sus cositas: que su faldita, que sus blusitas, su reloj, su Apple Watch, su iPhone por ejemplo: necesito que ellas estén bien, que se vean bien también para salir conmigo”, cuenta orgulloso.

Aunque las apariencias dominan esta dinámica, Jonathan admite que su interés va más allá del simple acompañamiento: busca cariño, comprensión, empatía, y por supuesto sexo. Para la mayoría de personas, este tipo de interacciones son más propias de una relación de pareja, mediada por el amor; una figura que el joven empresario rechaza de plano.

Jonathan Espíndola, Sugar Daddy colombiano
Jonathan Espíndola, Sugar Daddy colombiano | Foto: Semana Noticias

“Pienso que el amor ya no existe: es muy difícil que dos personas se encuentren y tengan las mismas afinidades sociales, culturales, etc. En ocasiones es mucho más fácil ser un Sugar Daddy que buscar el amor”, aclara.

A una Sugar Baby no se le exige únicamente entregarse en la calle y la intimidad: debe tener una personalidad maleable, flexible: dispuesta a convertirse en aquello que “su señor” anhela. “Cuando tienes una relación normal a veces es muy difícil cambiarle a una persona su forma de vestir, a donde sale, sus costumbres; en cambio con la Sugar Baby tú la puedes ir modificando en cuanto a su comportamiento (…) y es que el comportamiento de los bonitos es bonito”.

Johnny revela su polémica táctica de conquista: “Pues en ocasiones tú estás en fiestas, en reuniones, cambias números de teléfono y ahí le dices a ella “oye me gustaría que nos viéramos”. Ya entablado ese conocimiento, le propones a ella “oye me gustaría que te vistieras mejor, que estés mejor físicamente, que usaras mejor maquillaje, que usaras estos accesorios que te quedarían divinos”; les digo: “Tú tienes una cara excepcional y se está perdiendo porque no estás vistiendo de la manera adecuada”. En cierta forma uno transforma a la persona y le da un mejor nivel de vida”.

“Es algo muy bonito porque tu ves al lado lo que quieres ver: básicamente es tener una muñeca en la vida real”

El único punto negativo que Jonathan encuentra en este “vínculo” posmoderno es justamente el del apego o la supuesta ambición de sus parejas eventuales. “A veces las chicas se te tratan de meter por todo lado, dicen “quiero tener un hijo”, “cásate conmigo”, “eres el amor de mi vida”, y es muy complicado. Entonces la solución a eso –si no se tiene el mismo sentimiento– es tratar de cortar”.

Jonathan Espíndola, Sugar Daddy colombiano
Jonathan Espíndola, Sugar Daddy colombiano | Foto: Semana Noticias
Fenómeno “Sugar”: ¿El amor está a la venta?

Danilo Zambrano, psicólogo y magíster colombiano, ve con preocupación el incremento de publicaciones, videos e incluso tutoriales en internet en los que las adolescentes y adultas jóvenes aconsejan tener un “papi de azúcar” para conseguir aquellos bienes que sus padres no pueden costear y que ostentan sus cantantes, artistas o influenciadores favoritos.

“El fenómeno de las bendecidas se puede presentar porque hay muchos modelos: podemos ver personalidades que se han hecho famosas en Instagram, en otras redes sociales, donde se vuelven modelos a seguir: literal venden una vida de perfección”, explica el profesional.

El profesor Zambrano lidera el “Social Lab”, un laboratorio social de la Universidad Konrad Lorenz de Bogotá, que analiza fenómenos de cambio social en la internet, como la transmutación del amor hacia estas nuevas formas de relacionarse, mediadas por el dinero y la popularidad.

“Hay menos restricciones sociales, lo cual hace que este fenómeno tienda a ser mucho más visible: hay menos castigos sociales, menos rechazo social, que es algo que nos importa a los seres humanos; si no hay rechazo social pues entonces seguimos teniendo este comportamiento”.

Aunque la relación entre un Sugar Daddy y su Sugar Baby puede entenderse como un acuerdo (algo transaccional, contractual) el riesgo es inherente a nuestra propia naturaleza, sensible y voluble. “Considero que cuando hay una transacción en las relaciones establecidas y mediadas por el dinero, las personas se pueden ver afectadas emocionalmente, nomás el hecho de tener relaciones sexuales casuales generan amor romántico, químico, apego al menos (…) y al menos una de las personas que participan de esa relación puede salir herida si se enamora perdidamente”.