AMBIENTE LABORAL

Cómo sobrevivir a enero

Después del periodo de vacaciones muchos tienen dificultad para retomar las actividades habituales. Andrés Aljure señala algunas consideraciones para los más afectados con el síndrome posvacacional.

25 de enero de 2018

Recuerdo que cuando era niño y el año escolar estaba por terminar, el deseo de salir a vacaciones era intenso. En el calendario A, las vacaciones de final de año solían extenderse desde mediados de noviembre hasta principios de febrero, siendo este periodo de dos meses y medio, un tiempo más que suficiente para jugar al fútbol, viajar y visitar familiares, ver televisión, disfrutar la Navidad y sus regalos, jugar con los amigos del barrio e, incluso, para no hacer absolutamente nada y dormir hasta tarde.

Pero por otra parte, y a pesar del gran anhelo de salir de vacaciones, también recuerdo perfectamente que luego de un tiempo, y con el progresivo pasar de los días, las ganas de volver a estudiar se iban intensificando. El regreso ofrecía la oportunidad de retomar las actividades del día a día de un niño activo que, como cualquier otro en circunstancias normales, disfrutaba de ellas y de su vida. Por mencionar algunas razones, me emocionaba saber que estrenaría útiles y libros y, por ejemplo, cosas tan sencillas como pensar con qué pinta iría en ese primer día del nuevo año escolar, porque en mi colegio el uniforme solo se usaba para fechas especiales. También alertaba mis sentidos, de manera motivadora, enfrentarme al reto de cursar y aprobar la tan temida álgebra, en octavo, y química y física en décimo grado, según los testimonios de amigos o familiares.

Adrede he querido recordar y referir esta grata etapa de la vida de muchos de nosotros para aludir  al significado de las vacaciones, en especial por estos días que están finalizando para gran parte de nosotros, y extraer, a partir del mismo, algunas aplicaciones para comprender y manejar mejor el síndrome pos vacaciones. 

Las vacaciones ofrecen la necesaria oportunidad de relajarse y descansar de los esfuerzos que implica una actividad habitual y supone también la opción de disfrutar de actividades placenteras que por falta de tiempo no se pueden realizar habitualmente. A partir de esta concepción de las vacaciones, ¿cómo se puede explicar por qué algunos de nosotros podemos llegar a padecer del síndrome de depresión pos vacaciones?  ¿Es acaso un mito o una realidad?

Para quienes disfrutan de su regreso al trabajo, o al menos no se ven impactados negativamente por hacerlo, este síndrome puede sin duda parecerles un mito. Sin embargo, según estudios y artículos diversos, esté síndrome es real. De hecho, el pasado 9 de enero lancé un sondeo abierto en mis redes sociales en el que gentilmente 101 personas participaron. La pregunta fue: “¿Sufre de síndrome o depresión posvacaciones? ¿Qué consejo o práctica recomendarían para manejarlo?” El resultado es sorprendentemente similar al que diversos artículos científicos refieren: 48 por ciento manifestó padecerlo.

¿Qué hacer entonces para vencerlo cuando se padece? Hay dos condiciones imprescindibles para responder satisfactoriamente a esta pregunta. La primera es que si la actividad habitual que realizamos, de la cual queremos descansar cuando tomamos vacaciones, es desagradable, lacerante, aburridora o poco retadora para nosotros, pues es evidente que no hay ni habrá periodo de descanso que logre eliminar cualquiera de esas situaciones luego de reactivarla. En ese caso el problema no está en el hecho de que las vacaciones se acaben si no en la actividad misma que desarrollamos, sea esta académica, laboral o de otra índole.

Dada esta condición y buscando validar si lo que hacemos habitualmente es estimulante y retador, le invito a formularse las siguientes preguntas, entre otras posibles: ¿Mi trabajo es un terreno propicio que me permite con frecuencia poner en práctica mis habilidades? ¿Representa mi trabajo un medio para lograr mis propósitos y vivir dignamente? ¿Tengo en mi trabajo colegas, amigos y jefes que me incentiven a vivir y compartir mi jornada diaria con ellos? Si la respuesta es negativa o tiende a serlo en buena parte, no es sorprendente que suframos el síndrome, y muchos menos que, sin necesariamente salir a vacaciones, estemos insatisfechos.

La segunda condición es que si debo esperar hasta que tome vacaciones para disfrutar de actividades que me dan placer, variedad y energía, es natural que el regreso al trabajo signifique ausencia de ello y, en consecuencia, más fácilmente me deprima o me llene de insatisfacción. Bien nos viene preguntarnos y actuar en consecuencia: ¿Durante los tiempos en que desarrollo mi actividad habitual, sea trabajo, estudio u otra, identifico y procuro tener espacios de disfrute entre tanto y tanto? Si la respuesta es negativa o tiende a serlo en buena parte, programe y ejecute este tipo de actividades a la medida de su bolsillo, tiempo y preferencias. No hacerlo es similar a que un profesional de la conducción dijese: “estoy tan ocupado manejando para llegar a mi destino que no puedo parar a echar gasolina ni a comer”

Aquí se puede leer: Diez recomendaciones para lograr balance entre su vida y el trabajo

Ahora bien, validada la existencia favorable de las dos condiciones anteriores, hay diferentes tipos de prácticas que, a la medida de cada quien, y sin ser taxativas, podrían referenciarse para romper la inercia luego de un periodo vacacional.  Hay quienes manifiestan que les es útil valorar el privilegio que tienen de poder trabajar, en especial cuando hay significativas tasas de desempleo. Otros manifiestan que les funciona bien oír buena música y almorzar el primer día algo rico con el mejor colega o amigo del trabajo. Hay quienes, siendo su familia el motor de sus vidas, ubican una foto de ella en el escritorio y otros expresan que les ayuda el hecho de focalizarse en las metas propuestas y en la razón de ser de su trabajo.  Otras prácticas que pueden también serle de utilidad:

“Haga una descompresión” Así como un buzo entra en una etapa de descompresión luego de una inmersión, en sus próximas vacaciones, y si puede aplicarlo en este momento, no llegue directamente a trabajar. Puede retornar a casa unos días antes del inicio de la jornada laboral o puede retornar a la oficina un jueves o viernes para empezar a aclimatarse, teniendo un fin de semana de por medio antes de retomar el rigor.

Dele sentido a su trabajo. Identifique y establezca cómo su actividad habitual, y las tareas que conlleva, agregan valor. Un estudio de 2010 referenciado por la revista Harvard Business Review en español, mostró como el mayor motivador de los empleados en USA fue el hecho de saber y sentir que lo que hacían les permitía alcanzar una meta u objetivo.

Antes de salir de vacaciones, o en su defecto, inmediatamente al retornar, elabore una lista de los pendientes o prioridades a tratar. Esto además de evitarle estar rumiando en su cabeza lo que tiene por hacer, le facilita también retomar los temas y su estado que, como es natural, se han olvidado por la desconexión que generan las vacaciones.

Inicie su rutina con actividades más operativas y sencillas que no le demanden mucha concentración. Por ejemplo, arreglar el escritorio, organizar documentos, retomar contactos, entre otros. Funciona de manera similar a como lo hace el calentamiento y estiramiento antes de iniciar una rutina de ejercicio.

En la semana de inicio, además de que lo haga en adelante y permanentemente, incluya en su agenda actividades de ocio y entretenimiento, ojalá en compañía de amigos, colegas o familiares. No se culpe por hacerlo, pensando en que no es apropiado por haber recién llegado de vacaciones.

Lo que sí me atrevo a plantearle, sin prevención a ser temerario, es que el mejor antídoto para evitar el síndrome posvacacional es procurar un trabajo que en forma significativa nos brinde sentido de propósito a la vez que nos permita poner en práctica nuestras habilidades, propiciando relaciones positivas y balance  y permitiéndonos lograr y evidenciar logros.

@andresaljure