SEMANA: ¿Cómo se logró que Estados Unidos le desmontara los aranceles al café?

GERMÁN BAHAMÓN: Desde que anunciaron esa estrategia, todos los gremios articulamos esfuerzos para actuar en pro de los intereses de la nación. En nuestro caso trabajamos con la National Coffee Association, de Estados Unidos, y pudimos comunicarnos con senadores estadounidenses abiertos a conocer cuál era la afectación para el consumidor americano y para el agricultor colombiano. Esa socialización dio, a la postre, la buena noticia.

SEMANA: Tras esta decisión, ¿cómo quedó la competitividad frente a Brasil?

G.B.: Ellos quedaron otra vez con un arancel de 40 por ciento y nosotros de cero, pero entendamos que la competitividad no está ahí, sino en buscar acciones efectivas para mejorar el consumo. Hoy no tenemos inventarios para atender una demanda que se incremente. En el año 2000, el consumo global era de 105 millones de sacos y en 2024 va en 177 millones de sacos. Necesitamos que esta tendencia de crecimiento continúe.

SEMANA: ¿Esas condiciones no incentivarían una triangulación en la que se use café brasileño para venderlo como colombiano?

G.B.: Claro, y lo advertimos desde el inicio. Le planteamos a la ministra de Agricultura, Martha Carvajalino, la necesidad de establecer controles para proteger la calidad del café ante las importaciones. Como Federación, no podemos impedir mezclas porque no somos Gobierno, aunque enviamos una carta a todos los exportadores advirtiendo que perderán su registro con la Federación si incurren en prácticas indebidas. Aun así, es clave definir que, si se permite importar café, sea para transformarlo en el país y no para mezclarlo con el nuestro.

SEMANA: ¿Y han detectado algún caso?

G.B.: Lo que hacemos como Federación es advertirles a los ministerios de Comercio y Agricultura que tomen las medidas. Colombia tiene la posibilidad de generar mecanismos de control de las importaciones; lo han hecho con la leche en polvo o con el arroz. A quien se autorice para importar debe tener un fin específico a fin de no afectar la marca Café de Colombia.

Se teme que el mayor precio que deben pagar las exportaciones de café brasileño hacia EE. UU. cree un incentivo perverso para mezclarlo con el grano nacional. | Foto: Asoexport / Giovanni Cortés

SEMANA: ¿Por qué ha subido tanto el precio del café?

G.B.: El mundo vive en incertidumbre porque la oferta y la demanda están en un equilibrio perfecto. Todos los países somos capaces de producir los 177 millones de sacos de la demanda global, pero ninguno tiene inventarios; se agotaron en origen y en destino. Por eso, si sube un poco la demanda, no habría con qué cubrirla.

SEMANA: ¿Cómo aumentar el consumo de café colombiano dentro del país, dado que los productores prefieren exportar que vender localmente?

G.B.: Debemos ser coherentes. Nos llamamos país cafetero, el Congreso declaró el café como bebida nacional y ni las entidades del Estado compran café cien por ciento colombiano. La FDA ya lo reconoce como saludable y los mitos sobre riesgos están superados. Brasil, hace 20 años, incluyó en su plan de alimentación escolar una bebida de leche y café, por la proteína de la primera y los beneficios del segundo, lo que, además, sirve para crear cultura de consumo; debemos hacer lo mismo. Queremos que el país pase de consumir 2 millones de sacos, la mitad importados, a 4 millones, todos colombianos. En los productos agrícolas primero crece la demanda y luego la oferta, y el mayor consumo en Japón, China y Medio Oriente demuestra que esta es la vía para que los países productores sigan creciendo.

SEMANA: ¿Cómo está Colombia en producción y en área sembrada?

G.B.: Contamos con 842.000 hectáreas, que evidencian que el café es el cultivo agrícola más sembrado del país. Llevamos varios años impulsando la renovación de cafetales para aumentar la productividad, reducir la edad promedio de las plantas y mejorar la fertilización. Hoy los caficultores usan apenas el 50 por ciento del fertilizante recomendado, porque antes los precios no lo permitían; con los valores actuales ya pueden hacerlo, elevando el rendimiento por hectárea. En los últimos 40 años, el área sembrada se ha mantenido estable, entre 850.000 y un millón de hectáreas. Por eso, el reto no es ampliar el área, sino hacerla más productiva.

SEMANA: ¿El café volvió a ser rentable?

G.B.: En este momento estamos en un ciclo de vacas gordas, pero en 2023, hace muy poco, estábamos en uno negativo. La rentabilidad de una plantación cafetera no puede medirse por un solo año. Establecer un cultivo toma cinco años, con costos y gastos acumulados que solo al final permiten obtener una utilidad real del ciclo productivo. Aunque es cierto que ya llevamos 18 meses con un precio justo para el caficultor. Sacar café de nuestro campo tiene una complejidad mayúscula. La gente no entiende lo que hay detrás.

El país cuenta con 842.000 hectáreas de café, el cual es el cultivo agrícola más sembrado de Colombia. | Foto: Bea Vera

SEMANA: ¿Cuáles son las cifras actuales de producción y cómo ve 2026?

G.B.: El año cafetero cerró con 14,8 millones de sacos, un 17 por ciento más que el anterior. Pero el café tiene ciclos bienales: después de un pico, la producción baja porque las plantas quedan exhaustas y luego entran en recuperación. Por eso prevemos una caída de un millón de sacos y estimamos que la próxima cosecha estará entre 13,5 y 13,8 millones.

SEMANA: ¿Qué valor agregado se le está dando a la producción de café?

G.B.: Tradicionalmente, las 552.000 familias cafeteras hacen en su finca todo el proceso de despulpe y secado. Y, como queremos ser custodios de la calidad, les hemos propuesto que no hagan eso, sino que lleven su cosecha a unos centros que hemos creado para la transformación y el beneficio del grano. La idea es que el cultivador venda su café en cereza y se despreocupe del resto. Así controlamos mejor los procesos y aprovechamos los residuos que hoy se desperdician. Con ellos producimos biofertilizantes, geles energéticos a base de mucílago y alcohol para uso cosmético o antiséptico. Cuando ese trabajo se hace disperso en las fincas, es imposible sacarle valor. Ya operamos centros en Risaralda, Quindío, Antioquia y Huila, donde construiremos el más grande del país, en el municipio de Gigante.

Centros de Industrialización Regional del Café en Neiva, donde se lanzó la marca Al Sur. | Foto: Federación Nacional de Cafeteros

SEMANA: Usted ha señalado que la inseguridad golpea a los caficultores. ¿La situación ha mejorado o empeorado?

G.B.: Ha empeorado. Cada día se registran hechos más graves, no solo en Cauca y Catatumbo, sino también en zonas cafeteras como Risaralda, Antioquia y Huila. Hay atentados, intentos de secuestro y secuestros exprés que afectan a los caficultores. Incluso hemos debido acompañar a exportadores para sacar café de Nariño y Cauca hacia trilladoras o puertos, lo que complica aún más el proceso. La semana pasada robaron varias mulas cargadas de café. Por eso coordinamos caravanas con el Ejército que nos permitan mover el producto. La incertidumbre por la inseguridad es angustiante.

SEMANA: ¿Qué pasó con la personificación de Juan Valdez?

G.B.: Tuvimos un evento absolutamente triste: en 2024 se nos fue Carlos Castañeda, una persona única e irrepetible, y estamos evaluando la necesidad de reemplazarlo. Sin embargo, la marca sigue fuerte. Internacionalmente, antes teníamos a Café de Colombia en tenis, en equipos de ciclismo, en los juegos de invierno, etcétera, y hoy estamos volviendo a esos escenarios. Hoy estamos en el estadio de River Plate en Argentina, el equipo con más afición en Latinoamérica; en el estadio de béisbol de los Chicago Cubs y en el de fútbol americano de Los Angeles Rams. La idea es volver a mostrarle al mundo por qué el café de Colombia es el mejor del mundo. Los colombianos tenemos un apego al personaje de Juan Valdez bien fuerte, pero lo importante es entender que afuera la construcción de la marca se hace a través de la calidad sensorial del producto. Hoy la marca está más viva que nunca y tiene mejor posicionamiento.

SEMANA: ¿Cómo ha afectado al sector la reforma laboral?

G.B.: Junto con la SAC, en la que estamos agremiados, hemos insistido en que los legisladores deben entender cómo funciona el negocio rural. Resulta paradójico que hayan sido flexibles para comprender el modelo de Rappi, pero no la necesidad de adaptar el contrato laboral agrario.

SEMANA: ¿Cómo van las empresas del gremio cafetero?

G.B.: Almacafé, la empresa que trilla y transforma todo el producto de marca Juan Valdez y el de Sofía Vergara, este año va a dar 19.000 millones de pesos de rentabilidad con 147.000 millones en ventas. Esa va a ser su mayor ganancia en el acumulado de los últimos diez años. Además, está generando nuevas plataformas tecnológicas para conectar al cafetero con el consumidor final, como la nueva Café Enlace, que es un Amazon del café, pues cualquier caficultor hoy puede exportar su grano a Estados Unidos, verde o tostado. A Almacafé se suma Procafecol, que va a vender unos 850.000 millones de pesos y va a lograr su mejor utilidad histórica, con más de 25.000 millones de pesos, y va a entregar más de 50.000 millones en regalías por el uso de la marca Juan Valdez. La tercera empresa es Buencafé, la fábrica de café soluble que tenemos en Chinchiná. Igualmente tendrá las ventas más altas de su historia, alrededor de 280 millones de dólares, así como sus mayores ganancias, con más de 45 millones de dólares. Este conglomerado empresarial está dándole soporte a la caficultura colombiana.

Alianza entre Los Ángeles Rams y Juan Valdez | Foto: Green Coffee Company

SEMANA: ¿Qué mensajes quieren transmitir en el Congreso Cafetero?

G.B.: En los últimos tiempos hemos vivido una turbulencia gremial y política, en medio de la cual hemos mostrado resultados empresariales, de prácticas agrícolas, de transformación de las oficinas del exterior y de mayor impacto de nuestras exportaciones en la economía nacional. El año pasado fueron más de 2,2 millones de sacos y más de 1.100 millones de dólares exportados por la Federación. El gremio hoy está unido y sabemos lo que hacemos.