SEMANA: Usted ha trabajado en algunos de los proyectos de renovación urbana más icónicos de Londres. ¿Cuáles cree que son los mayores retos que enfrentan las ciudades hoy en día?
Peter Bishop (P. B.): Uno de los mayores retos es mantenerse al día con el ritmo del cambio; el demográfico, económico, técnico y, en este momento, el cambio político. Para que una ciudad tenga éxito, tiene que tener una forma de reinventar constantemente sus estrategias para hacer frente a estos acontecimientos externos.
Lo segundo es la necesidad de revitalizar la democracia y conseguir que los ciudadanos se involucren en el futuro de sus propios territorios. En un mundo en el que la gente se está volviendo apática con la política convencional, esto supone un verdadero reto.
El tercer reto, en mi opinión, es lograr una distribución más equitativa de la riqueza y las oportunidades en un momento en el que la economía y la sociedad se están polarizando.
SEMANA: ¿Qué hace que una ciudad sea verdaderamente inclusiva, no solo en cuanto a su infraestructura, sino en cuanto a cómo vive, trabaja y se relaciona su gente?
P. B.: Creo que parte de ello es la cultura de la ciudad y creo que, en todo el mundo, las grandes ciudades son, en realidad, lugares acogedores. Cuando trabajábamos en Londres, siempre decíamos que trabajábamos para los londinenses. Y definimos a un londinense como alguien que viene a vivir a Londres. Decíamos que lo mejor de Londres, al igual que Nueva York en el siglo XX, es que es una ciudad a la que puedes venir, instalarte y, en tres semanas, puedes considerarte londinense. Así que hay una sensación de que las ciudades son abiertas y acogedoras. Creo que ese es el punto clave.
SEMANA: ¿Qué pasa con las ciudades que no están dispuestas a la integración?
P. B.: Las ciudades que se vuelven exclusivas y no quieren que llegue gente, creo que fracasarán porque toda la economía global se centra en el conocimiento y el intercambio de ideas y experiencias. Las grandes ciudades deberían estar pensadas para fomentar esa idea de integración.
SEMANA: ¿Ha estado alguna vez en Bogotá?
P. B.: Sí. Estuve en Bogotá en 1979.
SEMANA: ¿Cuál fue su primera impresión de la ciudad en ese entonces? ¿Qué cree que ha cambiado en todos estos años?
P. B.: En 1979, Bogotá era un lugar bastante aterrador. Tenía niveles muy altos de delincuencia. La situación política era tensa y había niveles altos de pobreza. Ahora estoy muy emocionado por volver porque lo que voy a ver, lo que espero ver, es una ciudad que se ha transformado. No digo que esos problemas ya no existan, pero creo que veré una ciudad moderna y transformada. He leído sobre Bogotá y creo que es una ciudad que ha logrado reinventarse como ciudad global.
SEMANA: Con lo que sabe de la ciudad, ¿piensa que Bogotá puede convertirse en un referente latinoamericano en sostenibilidad y transformación urbana?
P. B.: Bogotá ha venido invirtiendo en cosas como el transporte y el espacio público. Sin embargo, la delincuencia sigue siendo un problema, pero es un problema en la mayoría de las ciudades. De todas formas, pienso que ahora es una ciudad más segura que antes. Pienso que hay un punto que la hace especial y es que ha absorbido a los nuevos inmigrantes con bastante éxito. Una vez más, no voy a hablar de cuestiones problemáticas, pero opino que la ciudad ha sido lo suficientemente fuerte como para hacer frente a la afluencia de nuevas poblaciones y también para empezar a renovar su tejido físico. Entonces creo que sí, sí podría.
SEMANA: Uno de los proyectos más comentados de Bogotá es la Primera Línea del Metro. Ha sido muy controvertido, sobre todo porque será elevada. ¿Cómo hacer que la gente se apropie del proyecto?
P. B.: Construir una gran infraestructura de transporte es muy impactante, y lo que se obtiene en la mayoría de las ciudades es una reacción negativa. El tráfico se mueve más lentamente, hay congestión, hay ruido y hay obras por todo lado. Ahora bien, la experiencia general en todo el mundo es que la mayoría de las ciudades exitosas tienen un buen sistema de metro. A principios de este año estuve en Santiago de Chile, que tiene un excelente sistema de metro y creo que sin él, Santiago no podría funcionar. Así que, sí, creo que no se puede juzgar el nuevo metro de Bogotá. Tiene que estar en funcionamiento y abierto durante 18 meses antes de poder juzgarlo.
SEMANA: ¿Qué cambiará en ese tiempo?
P.B.: Sospecho que la gente pensará: “Bueno, sí, es algo bueno. Por supuesto que es algo bueno”, y se olvidarán de todas las molestias.
SEMANA: ¿Es realmente tan negativo construir un metro elevado como dicen algunas personas?
P. B.: Depende del impacto en los barrios y de lo bien que se construya. Sí, un metro elevado será más barato y algunas ciudades, como Riad, en Arabia Saudí, acaban de terminar un gran sistema de metro elevado. Pero la verdad es que depende de cómo esté diseñado y del impacto que tenga en el entorno físico. Y no puedo juzgar el de Bogotá hasta que lo vea. Así que, de nuevo, estoy deseando verlo.
SEMANA: ¿Cómo imagina las ciudades del futuro? ¿Qué las hará más habitables, justas y agradables urbanísticamente?
P. B.: Creo que la era del coche privado está llegando a su fin y, aunque dentro de 20 años seguiremos teniendo automóviles, sé que serán más limpios y más eficientes. Además, habrá mejores opciones para poder decidir sobre si los usamos o no. Eso es algo que Londres ha hecho con mucho éxito. Por ejemplo, yo sigo teniendo un coche en Londres, pero nunca lo uso, porque voy en bicicleta, que es mejor, o camino. Hay un buen sistema de transporte público. Así que creo que el equilibrio en el transporte va a cambiar en todas las ciudades. Y se girarán más hacia el transporte público, los buenos espacios públicos y el aire limpio.
SEMANA: ¿Y cómo será el urbanismo de esas ciudades?
P. B.: Las ciudades serán más compactas. La idea de la ciudad en expansión, que se construye hacia afuera, no es sostenible. No se puede mantener sin el automóvil. Por lo tanto, las ciudades que dependen del transporte público, los desplazamientos a pie y en bicicleta serán más compactas y densas. Creo que las ciudades seguirán siendo el lugar donde cada vez más personas elegirán vivir. Es el lugar al que se elige llegar por las oportunidades de trabajo, de conocer gente, de educación y de cultura.
SEMANA: ¿La forma de vivir y relacionarse con las ciudades ha cambiado en los últimos años o es un modelo estático?
P. B.: Lo que pasó con el covid-19 fue muy interesante. Durante la pandemia, cuando muchas ciudades estuvieron a punto de cerrar, hubo gente que se preguntó: “¿Es este el fin de las ciudades?”. Lo interesante es que las ciudades han resurgido, y eso se debe a que la gente valora los lugares donde se puede conocer a otras personas e intercambiar ideas. Así que creo que la ciudad del futuro será más inteligente, más verde, más limpia y más compacta. Y, de hecho, será divertida para vivir. Tendremos una mayor calidad de vida. Así que soy bastante optimista sobre la ciudad del futuro.
SEMANA: ¿Qué pasará con ciudades como Bogotá, por ejemplo?
P. B.: Creo que los barrios serán más autónomos. Se ha hablado mucho de la ciudad de 15 minutos, por ejemplo, en París. Por supuesto, se podrá ir a cualquier parte de la ciudad, pero se tiene todo lo necesario a poca distancia. Pienso que eso se convertirá en una característica más de las ciudades. De hecho, por elección propia, salgo menos a otras partes de la ciudad y es justamente por ese equilibrio. Así que una de las grandes cuestiones para ciudades como Bogotá es precisamente encontrar esa ruta que equilibre el crecimiento, el diseño y la equidad.
SEMANA: ¿Cómo pueden las ciudades conciliar el desarrollo, el urbanismo y la equidad social?
P. B.: Eso es una cuestión de voluntad política. Es una decisión. No es algo que vaya a suceder a menos que exista el deseo de hacer que eso pase y si las personas involucradas en la configuración de la ciudad se suman a esa visión y trabajan muy duro para lograrla.
SEMANA: ¿Qué lecciones podría aprender Bogotá de otras ciudades del mundo para guiar su propia transformación?
P. B.: Creo que Londres hace muy bien dos cosas. En primer lugar, equilibra el sector público y el sector privado. Así que creo que la forma en que utilizamos el capital de desarrollo privado para lograr objetivos sociales es una lección muy importante. Eso es algo de lo que quiero hablar cuando vaya a Bogotá.
Y la segunda cosa que creo que Londres tiene y hace muy bien, no sé cómo se traduce, es la palabra inglesa pragmatism. Constantemente llegamos a acuerdos entre nosotros y a compromisos para que las cosas sucedan. Así que la última, y en mi opinión, una de las cuestiones más importantes, es el papel de los ciudadanos.
SEMANA: ¿A qué se refiere con pragmatismo?
P. B.: Creo que lo que hemos aprendido en los últimos 20 años es esta idea de la incertidumbre, la falta de dinero público y la medida en que esto está determinado por muchos agentes diferentes. Creo que el secreto del gobierno de una ciudad es encontrar formas de hacer que estos agentes trabajen juntos hacia un objetivo político común.
SEMANA: ¿Cómo pueden los bogotanos participar más en la configuración del futuro de su ciudad?
P. B.: Esa es la pregunta más importante. Si no se involucra a los ciudadanos en la regeneración de sus ciudades, esta se convierte simplemente en un ejercicio para maximizar el valor inmobiliario. La regeneración, como término del que hablamos con frecuencia, lleva implícita la idea de que se trata de una mejora y, por lo tanto, de una mejora económica y social en una zona. Y al final de un ejercicio de este tipo, la gente está mejor. Eso es realmente muy importante, pero plantea la pregunta de cómo saber qué regenerar y cómo hacerlo. Una buena regeneración se basa en el diálogo entre el gobierno de la ciudad, el capital privado y los ciudadanos.
SEMANA: ¿De qué depende esa regeneración?
P. B.: Creo que esa es la función de las autoridades municipales: garantizar que se produzca ese diálogo, comprender las lecciones aprendidas y asegurarse de que se elaboren programas que beneficien a los ciudadanos. No se trata solo de maximizar el dinero.
SEMANA: Si pudiera dar tres recomendaciones a Bogotá para avanzar en el proceso de transformación e inclusión, ¿cuáles serían?
P. B.: En primer lugar, reconocer que las ciudades y el cambio son complejos. No hay soluciones sencillas. En segundo lugar, involucrar al mayor número de personas posible, comprender las diferentes agendas que existen. Y, en tercer lugar, ser valientes e innovadores en las soluciones. No copien a los demás. Hagan lo que sea adecuado para su ciudad, lo que sea adecuado para Bogotá y lo que sea adecuado para su propia gente.