La Fundación Muzo y la Corporación Boyapaz están formando 25 líderes comunitarios en reglamentación y gestión de proyectos. | Foto: Esteban Toro Martínez

PROGRESO

La Fundación Muzo siembra desarrollo en Boyacá

Comprometidos con el desarrollo social y económico de la región, la fundación fomenta el avance agroforestal, educativo y social de los quipamences y muceños, empoderándolos para que no vean en las esmeraldas su única forma de vida.

6 de agosto de 2018

En una región donde brotan del suelo preciosas piedras de color verde, MTC ha querido darle el valor a su gente. Aunque desde su llegada a Muzo se ha preocupado por generar bienestar entre los trabajadores y sus familias, a partir de este año los esfuerzos se concentrarán en incentivar la participación de la comunidad y fomentar proyectos independientes. Una intención que se materializará a través de la Fundación Muzo, “con la que trabajamos proyectos colectivos que le apunten a un objetivo de alto impacto y sostenible”, explica su directora, María Luisa Durrance.

La fundación trabaja sobre cinco líneas de acción: educación, salud, gobernabilidad, desarrollo sostenible, cultura y recreación. No se eligieron al azar. Son resultado de un estudio preliminar hecho por MTC antes de 2015 para determinar las necesidades de los municipios de Muzo y Quípama, su área de influencia. En 2016, MTC invirtió 940 millones de pesos y en 2017 esa cifra alcanzó los 1.420 millones. Su objetivo es que esos números crezcan cada año y así mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la región.

Para fomentar la educación se han entregado kits escolares a 605 estudiantes, adecuado algunos espacios para fomentar el aprendizaje y abierto escuelas de formación en artes, danza y deporte en las que participan más de 200 jóvenes. Pero la apuesta más grande es el programa de becas de educación superior, a las que pueden acceder tanto los trabajadores como la comunidad.

El proyecto comenzó en 2015 y en 2017 ya estaba a disposición de la comunidad. En el segundo semestre de ese año cerca de 60 hijos de trabajadores fueron becados. Se premia a los dos mejores Icfes de las instituciones educativas de la región. El monto de la beca depende del desempeño académico: puede ser del ciento por ciento (el promedio debe ser superior a 4,5); del 90 por ciento (con un promedio entre 4 y 4,5) o equivalente al 80 por ciento del costo de la matrícula (inferior a 4), por su parte, las becas comunitarias cubren el ciento por ciento. Para esta iniciativa se destinaron 300 millones de pesos en 2017. Durrance espera que en tres o cuatro años haya una nueva generación de profesionales muceños que puedan y anhelen trabajar en MTC.

Además de la educación se ha querido fomentar la buena salud. Por eso nació el Mirador de los Abuelos, un comedor comunitario para adultos mayores que funciona desde hace tres años. En 2017 se inscribieron 350 personas y diariamente se alimentaron más de 220 abuelos. Con ellos también se implementaron proyectos de danza, manualidades, deportes y agropecuarios, junto con brigadas de belleza y de seguimiento médico y nutricional. Así mismo, se dotó el centro de salud de Quípama y se estableció un convenio con el hospital de Muzo, la Alcaldía y otras empresas para tener a un médico todos los días en la comunidad y así evitar que sus habitantes se trasladen innecesariamente. “La gente a veces no tiene los recursos para ir al pueblo”, asegura Durrance.

Para evitar caer en el asistencialismo se abrió Ágora, una escuela de formación diseñada para fortalecer el desarrollo y la gobernabilidad en la región. En alianza con la Corporación Boyapaz, la Fundación Muzo está formando a 25 líderes comunitarios a quienes actualiza en reglamentación y apoyo en gestión de proyectos.

A todo lo anterior se suma la donación de 28.000 semillas de cacao e igual cantidad de colinos de plátanos a los habitantes de la zona para fomentar el desarrollo sostenible. Y para seguir impulsando la transformación agroforestal en su área de influencia se le dio vida a Furatena Cacao, una empresa del grupo Muzo encargada de supervisar y asesorar a los nuevos cultivadores en buenas prácticas agrícolas. Entre ellos se encuentran los miembros de Asorcacao, una de las primeras asociaciones de cultivadores de la región.

De este programa se desprende Furatenitos, un proyecto piloto con 47 estudiantes que tienen su propio sistema agroforestal a pequeña escala y que a futuro podrán aspirar a ser becados en estudios agronómicos y ambientales. Durrance advierte que el propósito principal es unir a las generaciones para que la cultura agrícola sea sostenible a largo plazo.

En este momento los esfuerzos de la Fundación Muzo se concentran en la construcción de un centro comunitario que deberá estar listo a finales de este año. Tendrá una biblioteca y se convertirá en el escenario en donde se realizarán actividades pedagógicas, culturales, recreativas y comunitarias. Será un punto de referencia y orgullo para que la comunidad “le empiece a coger cariño a la tierrita”, concluye Durrance.