La mayoría del cacao de origen de la sierra es blanco, es decir, de alta calidad. Solo el 0,25 por ciento de la producción mundial tiene esta característica. | Foto: Ilustración: Istock

La vía del progreso

La conquista del cacao

Este fruto milenario, que se caracteriza por ser orgánico y fino de aroma, se posiciona como una de las cadenas más productivas del departamento.

27 de junio de 2017

En 2015, un chocolate producido por indígenas arhuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta, fue reconocido como el mejor del mundo al recibir la medalla de oro del International Chocolate Awards.

Por primera vez en Colombia, un chocolate hecho de cacao magdalenense ganaba ese reconocimiento. Se trataba de uno de los productos que se sembraba como sustituto de los cultivos ilícitos, un sinónimo de bonanza e inclusión para el departamento.

Hoy el cacao tiene a su disposición en el Magdalena 402.725 hectáreas aptas para su cultivo, de las cuales tan solo 2.318 son aprovechadas. Siete de ellas son labradas por Carlos Montenegro, uno de los campesinos beneficiarios del programa Cacao para la Paz, auspiciado por el gobierno norteamericano a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (Usda).

Estas organizaciones realizan visitas de seguimiento a fincas cacaoteras, como la que se encuentra en la vereda Los Naranjos, localidad uno de Guachaca (corregimiento de Bonda, Santa Marta), en la que se desarrolla una fase determinante para hacer de este fruto aquel alimento o producto cosmético “que todos alguna vez han necesitado”, dice Montenegro.

El campesino explica que el árbol de cacao empieza a dar frutos cuatro o cinco años después de la primera siembra; luego permite cosechas dos veces al año. Desde ahí el cultivador ya puede considerarse cacaotero. 

Montenegro, sin embargo, no quiere jactarse de todo el proceso que debió emprender y sortear para establecer por fin su cultivo. Hoy tiene una hectárea y media sembrada, algo así como una cancha de fútbol con 1.500 árboles que recientemente le dieron 700 kilos de cacao, una cantidad que se suma a las 669 toneladas que produjo el Magdalena en la cosecha de 2016.

“Nosotros les brindamos asistencia técnica a estos pequeños cultivadores para que optimicen el proceso, desde la siembra hasta la entrega de las almendras a los transformadores”, asegura el ingeniero agrónomo Jhon Verano, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc). Este organismo, aliado de la Asociación Guardabosques de la Sierra, a la que Montenegro pertenece, no solo coopera con el programa, sino también con los demás que potencian esta cadena en el departamento.

Así, expertos de estas organizaciones les enseñan a los campesinos a mejorar sus labores. “Para la poda, yo pasaba el machete como fuera a las ramas”, reconoce Montenegro. Ahora sabe que para no afectar al árbol debe cortar con menos fuerza.

Este proceso importante le da forma al cultivo. “Los palos crecen hasta seis metros, y así no se puede trabajar”, explica Montenegro. La poda, entonces, los mantiene a uno o dos metros de altura, haciendo más fácil su cuidado y, cuando sea el tiempo, la recolecta de la cacota en la cosecha.

La cacota, llamada también mazorca, es la cápsula que contiene unas 36 almendras de cacao, compuestas por cocora y manteca. Montenegro vende el kilo a 2.500 pesos. Prefiere negociar el grano sin fermentar ni secar mientras aprende a hacer esos procesos “de una mejor manera para que el cacao sea de calidad”.

Luego de vender su cosecha a una cooperativa transformadora del grano, Montenegro regresa a su tierra para seguir atento de sus “cacaítos” y de cultivos de mango, coco y aguacate. “Mientras uno da cosecha, ya he vendido el fruto del otro. Con eso vivo”, expresa este magdalenense, uno de los tantos integrantes del primer eslabón de este sector que la Secretaría de Desarrollo Económico apoya porque, según Félix Díaz, líder de la cadena productiva, “¡tienen con qué!”.

“El Magdalena da productos que son de mayor aceptación en el mercado: el cacao con certificación orgánica y el de aroma y sabor. Por otro lado, le apostamos a la Certificación de Comercio Justo que nos dará competitividad”, afirma Díaz.

Por eso trabajan en la consolidación de su propio clúster de cacao. Aspiran a contar con la caracterización que ofrecerá un diagnóstico claro de las oportunidades y competencias del producto magdalenense en el mercado.

Y una de las ventajas, además de las bondades de sus suelos, es la cercanía al puerto de Santa Marta, determinante porque un alto porcentaje de la cosecha local se exporta. En el primer trimestre de 2017, el país produjo 14.600 toneladas de cacao. Y aunque el líder mundial siga siendo Costa de Marfil, “el cacao hecho en Colombia, y en la Sierra Nevada de Santa Marta sobre todo, es el de mejor calidad”, revela Óscar Darío Ramírez, gerente técnico de la Federación Nacional de Cacaoteros.

Ramírez se refiere a que la mayoría del cacao de origen de la sierra es blanco, es decir, de alta calidad, característica de la que solo goza el 0,25 por ciento de la producción mundial, lo que lo hace todavía más apetecido. Otro valor agregado es que detrás de su producción siempre han estado indígenas y campesinos, y ahora víctimas del conflicto.