En 1978 el centro histórico de Barichara fue declarado monumento nacional. | Foto: Karen Salamanca

ARQUITECTURA

¿Por qué Barichara ha logrado conservar su arquitectura?

En este pueblo santandereano, las autoridades locales y los habitantes entendieron que la base de su desarrollo económico es el patrimonio. Así que, pese a los retos, trabajan para preservarlo.

30 de mayo de 2019

Primero, se humedece la tierra y se pisa, para compactarla en estructuras de madera -de 50 centímetros de grosor- y así darle forma. Luego, se espera a que el sol y el frío de la noche la sequen. No se debe emplear cualquier tipo de tierra: la mejor es la amarilla, que no sea gredosa. Hay que elegirla con cuidado para que el muro sea resistente y evitar que se agriete.

Estos son los principios básicos de la tapia pisada, una técnica constructiva que se difundió durante la época colonial en casi todos los rincones del continente americano, pero que se conserva con tal vitalidad en el pueblo de Barichara, que se convirtió en uno -si no el más importante- de sus elementos identitarios. De hecho, por la preservación de este tipo de construcciones, que datan del siglo XVIII, el centro histórico del municipio fue declarado monumento nacional (1978). Y fue considerado el pueblo más bonito de Colombia en 1975.

Para el arquitecto experto en patrimonio, Alberto Saldarriaga Roa -quien en 1994, por encargo del extinto Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura), diseñó la reglamentación del sector antiguo del municipio- dicho estado de preservación se debe, inicialmente, a que “a pesar de que para la época ya había un aeropuerto cerca, Barichara estaba muy aislada porque su carretera era destapada”. Pocos conocían este pueblo. Sin embargo, a finales de los años noventa, el tesoro fue descubierto.

Fue precisamente la arquitectura, caracterizada por fachadas blancas, puertas y ventanas de madera, patios interiores luminosos y caminos empedrados, la que atrajo a miles de turistas hasta este rincón de la provincia santandereana de Guanentá. No llegaban solo para vacacionar, también para quedarse. “En ese entonces, recuerda Saldarriaga, los baricharas vendían una casa por 4 millones de pesos”. De esta forma, desde finales del siglo pasado, los inmuebles empezaron a cambiar de propietarios y Barichara creció más en comparación con las poblaciones aledañas.

Le recomendamos: Barichara enamoró a Forbes

“Mientras que en pueblos vecinos como Páramo y Villanueva se otorgan actualmente 40 o 50 licencias de construcción cada año; aquí se dieron 112 licencias en 2018”, dice Julián Murillo Bautista, secretario de Planeación Local. Y claro, como toda intervención contemporánea, los cambios produjeron efectos en el paisaje arquitectónico del lugar. Pero, a pesar del auge de construcción de hoteles, condominios y hasta casas de interés social, hoy Barichara sigue siendo un referente en conservación y hace parte de la Red de Pueblos Patrimonio de Colombia.

La norma es proteger

Si algún propietario quiere construir o ampliar una edificación de Barichara se debe acoger al Plan Especial de Manejo y Protección. Esta norma fue diseñada en 2017, por el Ministerio de Cultura, especialmente para este municipio. Y establece parámetros como los materiales de las estructuras, fachadas y techos; la altura máxima de los inmuebles y los colores autorizados para puertas y ventanas.

Además, las licencias de construcción en la zona del casco urbano, donde se encuentran edificaciones de alto valor simbólico como la Catedral de Barichara y la iglesia de Santa Bárbara, son otorgadas directamente por el Ministerio de Cultura. Así mismo, en el caso de las zonas de influencia, que no tienen el mismo nivel de protección que las urbanas, las decisiones sobre intervenciones arquitectónicas están en manos de la Junta Local de Patrimonio, una organización que está conformada por representantes de artesanos, arquitectos, maestros constructores y otros gremios de la comunidad.

Sin embargo, la existencia de la normatividad no explica, en sí misma, este fenómeno de conservación, al que se refiere la ministra de Cultura, Carmen Vásquez, como un “caso único en el país”. Aún más, si se tienen en cuenta los altos costos y retos que implican una labor como esta. Mauricio Velásquez, maestro constructor y tapiero desde hace 20 años, explica que “la restauración de una casa de 200 metros cuadrados cuesta más o menos 120 millones de pesos”. Cifras como estas no pueden ser asumidas por la mayoría de los habitantes raizales de la zona, pero sí por los migrantes, que ahora son los propietarios de alrededor de la mitad de las edificaciones.

En el caso de los inmuebles públicos, aunque el Ministerio de Cultura contribuye con asuntos de asesoría, apoyo y verificación, los costos de restauración son cubiertos completamente con dineros de la administración local. Y dicha financiación no resulta sencilla, pues Barichara es un municipio de categoría seis; es decir, tiene ingresos anuales inferiores a 15.000 salarios mínimos mensuales legales.

Un esfuerzo colectivo

Pese a los anteriores retos, en Barichara hay una fuerza de voluntad para conservar lo existente, sin desestimar el futuro. “Tanto los baricharas como los que no lo somos, pero vivimos aquí, hemos aprendido que lo que realmente tiene valor es la parte antigua, la construcción tradicional, la herencia cultural que vive en las técnicas y los materiales”, señala Pedro Mujica, un arquitecto bogotano que vive y trabaja por el patrimonio del municipio desde hace más de una década. Y esto responde a muchos factores: desde la tendencia de algunos turistas por tener viviendas de arquitectura tradicional, hasta el amor por el terruño de los raizales y los conocimientos arquitectónicos de los maestros tapieros.

Finalmente, varias de las fuentes coinciden en que el elemento más importante y el motor que impulsa a los habitantes, inversionistas y autoridades a conservar el patrimonio arquitectónico de Barichara es el carácter fundamental de este para el sustento y el desarrollo económico de la zona. “Lo antiguo es lo que enamora al visitante. Y para nadie es un secreto que el 70 por ciento del pueblo vive del turismo y otra gran parte de la población, de la construcción. Entonces, el pueblo hay que mantenerlo bonito para que la gente venga”, concluye el secretario de Planeación.