ENTREVISTA

“El gobierno de Trump no es bueno ni siquiera para los comediantes”

Con ‘Last Week Tonight’, John Oliver se ha convertido en uno de los comediantes políticos más influyentes de los Estados Unidos. SEMANA habló con él sobre la comedia en tiempos de polarización y sobre la polémica por un chiste acerca de Colombia.

13 de septiembre de 2018
Oliver en medio de uno de sus monólogos cómicos | Foto: Cortesía HBO

Muchos lo reconocen aunque nunca han visto su programa, ‘Last Week Tonight’, que se emite los domingos en la noche por HBO. Tal vez porque se han topado con alguna de sus tantas piezas -monólogos cómicos en los que mezcla temas de actualidad e investigación periodística con sátira y humor- que se volvieron virales en internet. Algunos, por ejemplo, recuerdan aquella en la que criticó la corrupción de la FIFA u otra en la que se inventó su propia iglesia de garaje para demostrar lo fácil que la gente enviaba plata a cambio de ‘salvación’.

Lo cierto es que su estilo lo ha convertido en uno de los comediantes políticos más influyentes de su país y su programa es uno de los más vistos, lo cual es toda una hazaña en un país con una larga tradición de late night shows (como se conoce en inglés a los programas de comedia política o de monólogos que se realizan tarde en la noche).

Hace poco, cuando realizaba un programa sobre la situación de Venezuela, hizo un comentario sobre Colombia y la cocaína que indignó a muchos y que mereció una nota de protesta del gobierno colombiano. Y aunque acepta que tal vez fue un comentario simplista y poco desarrollado, dice que lo volvería a decir porque lo único que quería era que la gente de su país entendiera que la magnitud de lo que ocurre en el gobierno de Maduro es peor de lo que alguna vez pasaba en Colombia.

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SEMANA habló con él sobre ese episodio, la comedia política en momentos de polarización y lo difícil de hacer humor con Trump, aunque a simple vista parezca lo contrario.

SEMANA: Donald Trump se ha convertido en el tema preferido para los comediantes de Estados Unidos, ¿cree que su llegada al poder fue algo bueno para la comedia política?

John Oliver: Trump es un ‘regalo’ en un sentido muy limitado del término. De hecho, no sé si su gobierno sea del todo positivo para la comedia. Por un lado puede monopolizar los temas y saturar a la audiencia, y por el otro es difícil buscarle el lado divertido a alguien que no parece tener ningún tipo de principios, ningún tipo de claridad mental sobre lo que el mundo significa para él. Hacer un chiste no es tan fácil; hay que buscar la esencia del personaje y es difícil darle substancia a alguien que no tiene nada de substancia. Así que en general diría que su gobierno no es bueno ni siquiera para los comediantes, así como todos sabemos que no es bueno para el mundo.

SEMANA: Pero este tipo de programas están teniendo records de audiencia gracias a la presidencia de Trump, ¿usted cambiaría esos ratings por un gobierno más normal?

J.O.: Quedaría muy mal si dijera que no (risas). Mentiras, lo que pasa es que no estoy seguro de que eso sea cierto. Los ratings, de hecho, están bajando para toda la televisión porque hoy hay muchas más opciones para ver; más canales y fenómenos como el streaming, que hacen que la audiencia se reparta. Lo de ahora no tiene comparación con los tiempos de David Letterman y Johnny Carson.

SEMANA: La gente normalmente espera que ustedes se burlen de Trump todo el tiempo, que tomen cada una de sus salidas y hagan un chiste, ¿eso ha hecho más difícil su trabajo?

J.O.: La gente de alguna manera espera que los comediantes lo tumbemos, pero eso no es lo que nosotros tratamos de hacer. Solo queremos burlarnos y hacer chistes sobre las cosas absurdas que pasan frente a los ojos de todo el mundo. El problema es que él está al frente durante tanto tiempo y ocupa tanto espacio en la agenda mediática, que hay muchas otras cosas que se pierden. Y eso está mal.

SEMANA: ¿Usted cree que su programa tiene el poder de cambiar las opiniones políticas de la gente o más bien cree que su audiencia está conformada por personas que piensan igual y tienen la misma tendencia política?

J.O.: Yo no creo que tengamos el poder de cambiar lo que piensan las personas, pero también espero, de corazón, no estar hablándole solo a una audiencia de ‘convencidos’. Lo que nosotros tratamos de hacer, especialmente con las historias más largas, es dar mucho contexto y tratar de poner a pensar más que atacar. Un ejemplo fue una historia que hicimos sobre las estatuas de líderes confederados que algunos pedían tumbar por haber sido reconocidos esclavistas, mientras que otros pedían dejarlas por ser personajes históricos para el sur de los Estados Unidos. Nosotros empezamos la historia hablando de un caso externo, que ocurrió en Inglaterra: un presentador de entretenimiento que era una especie de héroe para los británicos, del cual habían estatuas y retratos en todo lado, del que luego se descubrió que había cometido abusos sexuales. Esas estatuas se tumbaron con mucho consenso. Luego de mostrar ese caso, que no genera pasiones políticas, sí empezamos hablar de las estatuas estadounidenses.

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SEMANA: La clave es encontrar los puntos en los que la mayoría están de acuerdo antes de hablar de lo que divide opiniones… 

J.O.: Sí. De esa forma y con el contexto adecuado es posible que la gente cuestione sus preconcepciones. Con esa pieza que le cuento, por ejemplo, nosotros queríamos llegarle a las personas que no estaban seguras de que posición tomar en la controversia. Algo similar hicimos en el caso del aborto: una gran mayoría de los estadounidenses están a favor del aborto en circunstancias especiales (violación, malformación del feto, etcétera), así que comenzamos a hablar de las dificultades que tienen las mujeres que están en esos casos para acceder al aborto seguro y legal. Así uno puede llevarles el mensaje a más personas.

SEMANA: Pero en el caso de los chistes y los comentarios satíricos que usted lanza durante las piezas,  ¿cree que los republicanos o los conservadores también se ríen?

J.O.: No recibimos mucha retroalimentación, así que no sé. Pero realmente espero que varios se rían. Yo creo que sí, porque tengo la sensación de que los republicanos están divididos entre un gran grupo de fanáticos ciegos a Trump que no se aguantan ninguna broma y personas que aunque votaron por él son más abiertos a las críticas.

SEMANA: La mayoría de los programas de comedia política en Estados Unidos se centran solo en lo que pasa en ese país, pero el suyo es uno de los únicos que mira a otras partes del mundo, ¿Por qué?

J.O.: Nosotros queremos mostrarle a la gente lo que está ocurriendo en otros países, en otras partes del mundo. Eso es un reto interesante, porque tú estás trabajando con algo que muy pocas personas entienden y sobre lo que casi no tienen contexto, incluyéndote a ti. Así que es fascinante aprender sobre ese tipo de cosas, es algo que genera mucha satisfacción cuando terminas la pieza. Y literalmente lo hacemos desde el inicio, pues nuestra primera pieza fue sobre India.

SEMANA: ¿Por qué comenzar un programa de comedia política estadounidense con una historia sobre un país tan distante?

J.O.: Porque esa semana había elecciones en ese país, algo que ocurre cada cinco años. Y es muy importante porque  ese es el mayor ejercicio de democracia en todo el mundo,  pues hay unas 800 millones de personas habilitadas para votar y las votaciones toman varias semanas. El tema casi no había sido cubierto en Estados Unidos y eso no tenía sentido para mí, porque me parece muy interesante. Así que lo propusimos y se hizo.

SEMANA: Hacer bromas y chistes sobre la realidad política es difícil, porque hay temas que son sensibles, en los que el humor puede ser insultante o incluso hacer daño, ¿cómo establece el límite? ¿Quién decide en qué casos es bueno hacer un chiste y en qué casos no?

J.O.: Es una discusión constante. No existe una línea fija para que uno pueda decir que de un lado las cosas son buenas y del otro, malas. La verdad es que depende de cada quien. Cada quien puede establecer sus propios límites como productor, comediante o espectador, y siempre habrá diferencias de opinión sobre esos límites. En nuestro show tratamos de pensar cosas cómo “¿vale la pena decir esto?”, “¿Esta persona se lo merece?”… y  así lo decidimos.

SEMANA: En una pieza en la que hablaba sobre la situación de Venezuela, usted hizo un chiste sobre Colombia y la cocaína que cayó muy mal, dijo que este era “un país donde la única ley de financiación de campañas dice que reporten todos los sobornos que sean superiores a 10 kilos de cocaína”. Eso generó revuelo en redes sociales e incluso mereció una nota de protesta del gobierno colombiano, ¿se arrepiente de haber dicho eso?

J.O.: Recuerdo que fue en un programa en el que estábamos hablando de Venezuela y el nivel de corrupción al que está llegando ese país y en el que hablamos de Colombia de forma colateral. En ese caso específico me sostengo. Claro que por su naturaleza es un comentario simplista y reductivo, que generaliza, pero era una forma de contextualizar el caso venezolano y mostrar lo grave que es, algo que no entiende mucha gente. Era una forma de mostrar, así fuera de una manera imperfecta y torpe, que lo que está pasando en Venezuela es mucho más grave que lo que la gente normalmente se imagina de Colombia, con todo lo que pasó con las drogas y el narcotráfico. Entiendo que  algunas personas se hayan molestado, pero lo volvería a decir.

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SEMANA: Usted comenzó haciendo comedia política en su país, Inglaterra, pero allá no tuvo éxito, ¿Qué cree que funcionó en Estados Unidos y no allá?

J.O.: No lo sé. Creo que fue difícil conseguir que la BBC apostara por la comedia política en ese momento (hace como doce años). Aunque  había la sensación de que los jefes querían que hiciéramos algo como The Daily Show, con Jon Stewart, eso no era tan cierto. Para lograr que algo así funcione necesitas respaldar completamente a alguien, así como Jon Stewart logró que Comedy Central lo respaldara. Necesitas tener una única autoridad, una sola voz y luego a todo el equipo trabajando para esa voz. No se puede hacer a través de comités y, lastimosamente, esa era la forma en la que se hacían las cosas en Gran Bretaña. Fue muy frustrante para mí.

SEMANA: ¿Cómo funcionan sus piezas? ¿Todas son ideas suyas o hay muchas que son de gente de su equipo?

J.O.: Es más idea de todo el equipo, pues todos trabajamos para sacar adelante el show. Cuando descubrimos un tema que puede dar para una historia interesante, todos participamos y lo alimentamos de alguna forma durante el proceso. Nuestro trabajo es muy colaborativo y las ideas iniciales para desarrollar las historias y las piezas pueden venir de cualquier parte de nuestro equipo, literalmente.

SEMANA: Usted normalmente no tuitea mucho y tampoco ve mucha televisión, ni siquiera otros programas similares al suyo, ¿qué hace normalmente en su tiempo libre?

J.O.: Tengo dos hijos pequeños y un show de televisión, así que no hay mucho espacio ni tiempo para otras cosas. Mi día es básicamente limpiar mierda (de forma literal y de forma metafórica). Por eso es que no veo otros shows como el mío, no hay nada que quiera hacer menos al final del día que ver comedia política.