Personaje
Lila Downs sobre su concierto en Colombia al Parque: “Compartiremos algo de nuestra música triste y celebratoria”
Años después de su última visita al país, la cantante y maestra Lila Downs regresa a Bogotá a conectar con su público y a cautivar nuevos oídos. Cerrará Colombia al Parque, un festival familiar, alegre y sentido. SEMANA habló con ella.
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El bello festival que es Colombia al Parque, que se desarrolla el próximo fin de semana en el Parque de los Novios, en Bogotá, sabe bien que este país es parte vibrante de Latinoamérica y, como tal, en su propia identidad, suma e integra voces de sensible repercusión regional que transmiten sentires comunes. Lila Downs es una de estas voces.
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Históricamente marcado por un ambiente festivo y familiar, el evento integra sonidos colombianos y latinoamericanos, y esto ofrecerá. En cuanto a sonidos colombianos, tocarán agrupaciones del Pacífico de hermoso presente, como Herencia de Timbiquí y Semblanzas de Río Guapi, a ellos se suman los Gaiteros de Pueblo Santo (Barranquilla), Sol Nacer (Cauca) y Zaider (Cartagena). También tocará la Filarmónica de Música Colombiana, dirigida por el maestro Jorge Andrés Arbeláez Rendón.
En lo que a sonidos regionales respecta, la legendaria Billo’s Caracas Boys traerá el sabor desde Venezuela, la cantante y compositora chilena Pascuala Ilabaca ofrecerá su mezcla irrepetible de música tradicional y contemporánea y, por último, esta ídola mexicana pondrá el punto final. En su fusión de géneros, en su identidad y en sus letras cargadas de observación social, Lila Downs se ha hecho única. Hablamos con la maestra, artista, socióloga, música, ícono de la moda, quien radiante, amable y abierta, nos respondió que el domingo 25 de agosto cerrará el festival por todo lo alto. Sobre la vida, la música y eso que ata a Colombia y a México, esto nos dijo.
SEMANA: ¿Cuál es el sentido de la vida?
LILA DOWNS: Qué bonita pregunta, una que siempre hay que hacerse (suspira), por las cosas que nos pasan y por las cosas que no nos pasan. El sentido de la vida es rascar la superficie de todo lo que vivimos, todo lo que miramos. Hace poco leía, entre literaturas de mujeres, hay muchas escritoras jóvenes, modernas, que están haciendo muchas novelas y poesía, cosas importantísimas en este momento, y recuerdo un comentario de una de ellas: “Era una pena qué, más o menos, a la mediana edad, las cosas pierden el significado”. Y yo pensé: ¡qué diferente es mi manera de sentir la vida! Porque eso es lo que le da sentido a mi vida: conocer la profundidad, tanto de las personas como de las intenciones de los seres humanos y de los seres vivientes.
SEMANA: ¿Cuánto reivindicar la tradición y cuánto transgredirla?
L.D.: La tradición hay que respetarla, pero es curioso en mi caso. Porque miro a mi pasado, a mi madre, que era una feminista no tradicional. Desde que soy pequeña, ella no cocina ni hace labores del hogar, nunca le gustó, pero siempre me daba lecciones en eso. “Hija, tú sí tienes que aprender a hacerlo... no te vaya a tocar una vida en la que vas a hacer bien pobre y te toque hacerlo todo”. Esa idea y mentalidad que recibí en mi niñez reflejaban su cuna humilde, porque tuvo que arañar para llegar hasta donde llegó, y muy clasista, de cierta forma. Y eso a mí no me gustaba. No quise ser así, como ella, quise ser tradicional, saber cómo cocinar una comida de mi Oaxaca... y a través de la música he aprendido cómo es de importante mantener esas conexiones con la visión de los ancestros, pero también conectar con la modernidad constantemente y sentirla en tu arte. No hay otra manera, el arte se siente, y eso va dándote los tonos y las pautas para saber de qué manera abordar esa tradición de nuevo. Y hay momentos en los que la sociedad no lo recibe tan bien, y otros en los que sí.
SEMANA: Nació en 1968, ¿se siente parte de una generación?
L.D.: Sí, creo... Mi padre era profesor universitario, entonces crecí rodeada de estudiantes universitarios; gringos que venían a México a hacer sus cursos de cerámica, arte visual, cine experimental... unos estudiantes “revolucionarios”. Y no viví esa parte de los sesenta, pero sí de mediados de los setenta, cuando todavía estaba vigente ese espíritu. Y por eso me identifiqué más con generaciones anteriores a la mía, porque los ochenta fue mi generación, pero no me gusta como época, ni en la música, ni en lo que pasaba en política. Diría entonces que no soy parte de mi generación, que la rechacé. Y justo hoy pensaba en cómo eso marcó mi camino. Yo no me vi reflejada, así como soy, con mi pelito negro, mi piel morena, en la televisión de ese tiempo. Aunque de chiquita ni televisión tenía. Fue después, cuando me di cuenta de mi país, México, y de lo que se tenía que aspirar a ser, que me decía “Eso no soy yo, ni quiero serlo”.
Ir allá es conectar con mis hermanos y mis hermanas, y vivir lo que es ser Latinoamérica. Y forma parte de la belleza de ser latinoamericana, el poder compartir la grandeza que somos
SEMANA: Viene a Colombia al Parque, ¿sabe algo del festival?, ¿qué podemos esperar de su música y su estética?
L.D.: Es una oportunidad de volver a Colombia y hermanarnos musical y espiritualmente. Nuestros países y nosotros estamos conectados en tantas cosas, en temas como la comida, la expresión corporal, el baile, y la música ni se diga. Ir allá es conectar con mis hermanos y mis hermanas, y vivir lo que es ser Latinoamérica. Y forma parte de la belleza de ser latinoamericana, el poder compartir la grandeza que somos. Y Colombia al Parque me emociona. Algo he oído sobre ese parque, sobre un lago y sobre ser el Parque de los Novios (risas), ¡y eso está muy romántico! Me encanta que en nuestro mundo moderno, latino, estamos abriéndonos, siendo más respetuosos a la diversidad de nuestro mundo. Y eso me emociona.
SEMANA: Vivió tiempos de menos respeto...
L.D.: Me ha tocado ver un cambio bastante grande. Recuerdo que ni podíamos tocar el tema, ni podíamos hablar de las raíces indígenas, la gente empezaba a incomodarse, y mucho menos tocar la raíz africana, ahí era como “¿en dónde vives?, ¿de dónde vienes?”. Ahora me da mucho gusto que hemos salido del clóset.
SEMANA: Hay muchísimos puntos en común, ¿hay algo en lo que México y Colombia se diferencian?
L.D.: Son dos países que comparten la valentía de enfrentarnos a los problemas. Son muchas similitudes, incluso algo de esa parte tan civilizada de los bogotanos que siento cercana. Quizá en cómo reconocer la parte indígena, que ya ha convivido con la cultura más nacional en México, eso quizá sea un poco distinto. En esa parte México es singular, y felicito a mi país porque ha sido a través de formar comunidad que se ha ido cambiando esa actitud de discriminación.
SEMANA: Canta que en Oaxaca se toma mezcal con café... un punto en el que se encuentran.
L.D.: Somos también amantes del café, y para Colombia es su referente. Pensar en Colombia es pensar en café (ríe).
Hay una constancia sobre los temas de las revoluciones internas, y también de lo que hace falta decir en la sociedad, en el país, en el mundo, como seres vivientes. Pero hay una parte más suave. Me estoy acercando más a la madre naturaleza
SEMANA: ¿Qué la inspira estos días?, ¿han cambiado mucho sus temas con el paso de los años?
L.D.: Hay una constancia sobre los temas de las revoluciones internas, y también de lo que hace falta decir en la sociedad, en el país, en el mundo, como seres vivientes. Eso sigue fuerte, como mujer. Pero hay una parte más suave. Me estoy acercando más a la madre naturaleza. Me gusta irme a un espacio que tiene mi madre, en un pueblo, y nos vamos para allá con mi chiquita de 7 años, y observamos los insectos. Esa es la inspiración ahora, las especies endémicas de mi tierra, de “mi rancho”, como decimos. Y eso me fascina, porque también hay metáforas con las que se puede jugar, con doble sentido, y eso siempre es divertido. Afortunadamente, vengo del folclor, y me alimentan bastante las rancheras y los clásicos de la música mexicana, que jamás veré ajenos.
SEMANA: ¡Cantó con Totó la Momposina! Cuéntenos de esa y de otras colaboraciones, y de alguna que añore...
L.D.: Con Totó, fue una gran lección conocerla, tratarla, una hermosa persona, aguerrida como ella sola (risas), y recuerdo haber visto también el documental sobre ella y sobre Mompox, y la importancia de la música en su región. También conocí a Carlos Vives, cantautor y actor, ojalá algo podamos hacer en algún momento. Tuve la oportunidad de conocer a Juanes y grabamos un tema juntos. Pero me hubiera encantado hacer algo con Lisandro Meza, me dolió mucho su partida. Es un estilo, tan único y tan cómico también, qué alegre persona…
SEMANA: Musicalmente, ¿algo la ha sorprendido últimamente?
L.D.: Me gusta mucho una cantautora mexicana que se llama Laura Itandehui. Itandehui es un nombre en mixteco, que es mi etnia, y significa flor mixteca. Lo que ella hace es hermoso. Ella forma parte de un grupo de cantantes nuevas, me gusta mucho su entrega muy íntima con el micrófono. Me ha tocado ver todas las vueltas de esto. Cuando empecé a cantar, era la moda cantar muy suave, muy soft. Y me gusta, porque juega con el tono. Pero a mí también me encanta sacar la voz con potencia. Soy fan de las dos cosas, y ahora me parece que suceden.
SEMANA: En este siglo XXI de sobreinformación y redes, ¿cómo juega con esa interacción?
L.D.: Es un reto. Además, porque todo está cambiando en los medios digitales, en el sentido de la formación de los grandes equipos, de qué constan, y cómo se monetiza todo. Para mí, es tan abstracto que todavía no logro comprenderlo. Creo que hay que seguir haciendo el arte. Y si haces el arte tuyo dentro de lo digital, pues qué mejor... Yo veo a mi hijo de 14 años que se pone a hacer un montón de cosas que le prenden y le hacen sentirse bien con esta cuestión digital. Y me da mucho gusto que se pueda buscar ese camino interesante, que te sirva a ti a ser mejor ser humano. Finalmente, para mí, eso es lo importante, trata de mejorarse uno mismo cada día.
SEMANA: ¿Algo que quiera compartir con sus seguidores?
L.D.: Hace años que no habíamos vuelto, la última vez fue en Medellín y fue una belleza. Así que estoy muy feliz de volver y de compartir algo de nuestra música triste y celebratoria, ¡así como somos los mexicanos y también los colombianos!