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| Foto: Archivo SEMANA

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La líder de las empleadas domésticas hablará en la Feria del Libro

María Roa Borja, quien fue ovacionada en la Universidad de Harvard, dará una charla sobre las nuevas formas de esclavitud que enfrentan las mujeres.

22 de abril de 2016

A María Roa Borja aún se le quiebra la voz cuando habla de la situación que enfrentan muchas de las mujeres que trabajan como empleadas del servicio doméstico en las casas y apartamentos de Colombia: “una chica me contaba que todavía se tiene que arrodillar para limpiar todas las paredes y los pisos. ¿Cómo te parece? ¡Todavía!, cuando hoy existen implementos que permiten hacerlo sin arrodillarse”.

Esa pasión por dignificar a las mujeres que como ella se ganan la vida haciendo aseo y cocinando en casas ajenas le ha servido para sacar adelante un proyecto que a muchos les parecía una utopía: la Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico, un sindicato que desde 2013 lucha por garantizarles seguridad laboral y garantías ante la ley a 128 mujeres de Antioquia. Y que por ese camino ha logrado beneficiar a cerca de 750.000 colombianas.

María, quien actualmente vive en la Comuna 8 de Medellín, estará dando una charla este domingo a las 3 de la tarde en la Feria del Libro de Bogotá (salón literario Ecopetrol 7) sobre las nuevas formas de esclavitud que enfrentan las mujeres que ejercen como trabajadoras domésticas.

Y es que sólo en Medellín, según la Escuela Nacional Sindical, el 91 por ciento de las empleadas del servicio que viven internas en las casas trabajan entre 10 y 18 horas diarias, y la mayoría lo hace mediante un contrato verbal, sin garantías de seguridad social. Eso sin contar a las que trabajan por días, a quienes casi nunca les pagan horas extras.

Además casi todas son víctimas del conflicto armado que llegan desplazadas a las grandes ciudades del país y que viven en los barrios más pobres y de invasión. Esas condiciones las llevan a aceptar trabajos mal pagados y algunas veces incluso malos tratos.

“La mayoría desconocen sus derechos y muchos empleadores dicen desconocer la ley, o camuflan su incumplimiento con el pretexto de compensar a las trabajadoras con intangibles como el cariño y el buen trato, o con bienes y servicios supervalorados por ellos como el albergue o la alimentación”, dice María.

Pero con el sindicato, creado en 2013 en conjunto con otras 27 compañeras, han logrado que a las empleadas del servicio doméstico que tienen afiliadas –y a muchas otras– les paguen al menos el salario mínimo y les garanticen todas las prestaciones sociales. También que sólo trabajen las ocho horas laborales que especifica la ley y que tengan la posibilidad de reclamar cuando no es así.

El último logro fue llevar hasta el Congreso de la República un proyecto de ley para garantizar que a todas las trabajadoras domésticas les paguen las primas como a cualquier persona con un contrato laboral. Actualmente el proyecto cursa el trámite legislativo.

Gracias a todo ese trabajo, María fue invitada en mayo del año pasado a hablar de su experiencia en la Universidad de Harvard en el mismo salón que el filósofo Noam Chomsky, y allí fue ovacionada por un nutrido grupo de estudiantes. En diciembre, además, fue seleccionada como una de las 20 líderes más importantes del país por la Revista Semana y la Fundación Liderazgo y Democracia.

Logros remarcables para alguien que salió desplazada de una finca bananera de Apartadó (Antioquia) a los 18 años y que empezó a trabajar como empleada doméstica porque no tenía otra forma de ganarse la vida cuando llego a Medellín.

Su historia ya ha empoderado a otras mujeres que ahora quieren abrir sucursales del sindicato en ciudades como Cartagena y Bucaramanga y ha logrado que muchos, al escuchar su historia de viva voz, entiendan mejor a las mujeres que trabajan en sus propias casas, a quienes muchas veces han tratado injustamente sin ni siquiera darse cuenta.

"Yo quiero que se conozcan por lo que han pasado y pasan algunas de las mujeres trabajadoras de Colombia, pero también que entiendan que las mujeres del servicio doméstico ya no somos invisibles”.