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Músico, poeta...¡y loco!

El 3 de julio se conmemoran 30 años de la muerte de Jim Morrison, uno de los máximos símbolos de la cultura del ‘rock’.

23 de julio de 2001

El 3 de julio de 1971 Pamela Courson encontró muerto a su novio en la tina de su apartamento en París. La causa, una complicación cardíaca provocada tal vez por “un coágulo de sangre debido a una infección pulmonar”, pero también por una vida de excesos etílicos que en los últimos meses habían transformado a uno de los símbolos sexuales de la década de los 60 en poco menos que una débil bola de grasa.

Jim Morrison, el cantante del grupo de rock los Doors, estaba hastiado de su imagen y había huido a París cuatro meses atrás porque, en el fondo, esperaba que la historia lo recordara no como un roquero sino como un poeta digno de ser nombrado al lado de Rimbaud y Verlaine. De hecho, cuando comenzaron a circular en el mundo los rumores de su muerte, al declarar su fallecimiento a la embajada de Estados Unidos Pamela lo registró como ‘James Douglas Morrison, poeta’, detalle que confundió a los funcionarios diplomáticos, quienes al recibir llamadas de periodistas y curiosos negaron la muerte de ‘Jim Morrison, cantante’. A su entierro en el cementerio parisiense Père Lachaise (hoy día centro de peregrinación mundial en gran parte a causa de Morrison) asistieron cuatro personas.

La leyenda había comenzado seis años antes, en la playa de Venice, California, donde Morrison le cantó a Ray Manzarek, su compañero de estudios de cine en la Universidad de California en Los Angeles (Ucla), la primera estrofa de la canción Moonlight mile. Cuando Manzarek oyó aquello que decía “nademos hasta la Luna/ subamos entre la marea/ penetremos la noche/ en la que la ciudad duerme para esconderse”, exclamó: “¡Eso es! Nunca antes había oído palabras semejantes en una canción de rock”.

En menos de dos años los Doors (nombre que tomaron del poema Puertas de la percepción, de Aldous Huxley —más exactamente del verso “hay cosas conocidas y cosas desconocidas/ en medio de ellas hay puertas”— se hicieron famosos en el circuito de bares y clubes de Los Angeles. Firmaron contrato con el sello Elektra, grabaron el material de su primer álbum, que apareció en 1967 y que se convirtió en una de las obras cumbres de la historia del rock.

La combinación entre la figura carismática de Morrison, su voz y sus letras, apoyada por la eficacia de Ray Manzarek en los teclados, Robby Krieger en la guitarra y John Densmore en la batería le permitió a los Doors convertirse en un mito viviente de su época, a la underground e ídolos de las masas.

Pero también contribuyeron a agrandar la leyenda las provocaciones de Morrison en escena, que tuvieron su punto culminante en 1969 cuando en Miami se desnudó ante el público y fue condenado por borrachera y exhibición indecente.

Estos desmanes le provocaron un sinnúmero de problemas al grupo, pues en las ciudades intermedias de Estados Unidos comenzaron a vetar sus actuaciones. Alejado cada vez más de sus compañeros de la banda y hastiado de Los Angeles, ciudad con la que mantuvo una relación de amor y odio, Morrison escogió su exilio parisiense para hacer realidad su sueño de poeta y escritor, reflejado en sus libros Los señores, Nuevas criaturas y Una oración americana. Sin embargo su temprana muerte (tenía 28 años) le impidió desarrollar su carrera de escritor y la historia lo recuerda ante todo como uno de los mejores cantantes y tal vez el personaje más provocador de la cultura pop de los años 60.