Documental

‘No Other Land’: desde Cisjordania, imágenes necesarias y dolorosas para entender el apartheid y el genocidio

Se proyecta en el país el poderoso largometraje documental ganador del premio Óscar 2025, que registra, en primera persona, la resistencia de un joven palestino y el apoyo de un periodista judío en cuyo nombre no se libran ni la ocupación ni el terror.

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Alejandro Pérez Echeverry
2 de agosto de 2025, 4:00 a. m.
La perspectiva que muestra la presencia del periodista judío Yuval Abraham ofrece un contraste notorio, y expone este apartheid de facto.
La perspectiva que muestra la presencia del periodista judío Yuval Abraham ofrece un contraste notorio, y expone este apartheid de facto que registra Basel Adra con su cámara y su valentía. | Foto: Cineplex

No deja de cruzar la mente, a lo largo de los casi 100 minutos de este documental de visualización obligada en este 2025, cómo se puede considerar a eso tan terrible que retrata como una especie de opresión añorable, menos horripilante, menos cercana del infierno en la Tierra que libra hoy.

Días y meses pasaron desde que se dejó de filmar el material que alimenta este largometraje, que suma videos captados desde 2019 hasta 2023 en la zona de Cisjordania ocupada por el ejército de Israel. Y se sabe bien que, desde entonces, algo cambió en la región, se recrudeció. Tras un acto de barbarie del grupo Hamás, el Estado de Israel decidió responder con una solución final, la erradicación total del pueblo palestino y su total control y desplazamiento, bajo la bandera de la defensa de su territorio. Esa solución final, que ve a bebés con tiros en la cabeza y a personas que desesperadamente buscan alimento fusiladas, tiene lugar en Gaza. La timidez de la mayoría de los medios en el mundo ha cedido, ya es imposible negarlo.

Basel Adra es un admirable activista encendiendo su cámara. En estos tiempos, su historia es una obligada para entender mucho de lo que hoy sucede.
Basel Adra es un admirable activista encendiendo su cámara. En estos tiempos, su historia es una obligada para entender mucho de lo que hoy sucede. | Foto: Cineplex

Si algo, este documental explica en parte el porqué de estas medidas brutales actuales: la resistencia de estas personas en territorios ocupados como Gaza y Cisjordania, que no tienen otra tierra más que la suya, en la que sus ancestros habitaron y les dieron a luz, es inflexible, de nunca acabar. Acostumbrados a la derrota, siguen.

No Other Land se basa principalmente en los registros en video que realizó, en ese periodo, Basel Adra. Se trata de un joven a quien la valentía le nació porque no tuvo más opción, armado de una cámara que no ha temido usar y que muchos en su posición no hubiéramos considerado encender por mera supervivencia.

Con el activismo en las venas, con los atropellos a la orden del día en su tierra, Masafer Yatta, declarada como una “zona de tiro y de entrenamiento militar” desde 1980 por el Gobierno de Israel, Adra, su familia, su pueblo resisten y sufren. Su vida está marcada por un terror y una intimidación con los que muchos colombianos desplazados pueden identificarse, pero que millones, desde la comodidad e incluso la demencia de las ciudades, no se alcanzan a imaginar. La idea de abandonar la tierra es la certeza de entregarla para jamás volver, y resulta tan inconcebible como solía ser el acto de derribar escuelas, tan normalizado hoy, cuando se les dispara o se les mata de hambre.

Un documental necesario que puede ver en la Cinemateca de Bogotá. | Foto: Cineplex

Constantemente, la producción contrasta construcciones y demoliciones, enfrentando el bulldozer y los tanques del ejército que ocupa y decide arbitrariamente y el espíritu de la gente que no tiene tiempo de indignarse, solo de proteger sus posesiones, subsistir y tratar de extender la salud de los delicados. Cámara en mano, Adra documenta cada vez que el ejército aparece, liderado por un gran demoledor entrenado para destruir, y arrasa con casas, con sueños, y empuja a estas familias y pueblos a reubicarse en cavernas. Registra cómo atacan de frente su derecho a protestar, y cómo disparan cada vez más tranquilos. Especialmente, desde que aparecen en escena, coordinadamente con los uniformados, colonos sin uniformes y fusiles de gatillo fácil. Esta semana, uno de esos colonos asesinó a uno de los colaboradores de este documental, un joven cuya aspiración más cercana era darle una cancha de fútbol a los más chiquitos.

Entre levantar casas en la noche y verlas destruidas se vive el vaivén nefasto de la ocupación y el apartheid de facto. | Foto: Cineplex

Simbólicamente, la resistencia se mide en las casas de ladrillo en las que viven estas familias. Esas que, de noche, a varios turnos, construyen intercalando esfuerzos entre hombres, mujeres y niños. Saben que serán destruidas, pero eso no cambia su determinación. No hay otro lugar al cual puedan ir sin ceder sus derechos, incluso si en esas tierras se les trate como a menos que seres humanos. Y es importante, precisamente por eso, porque desde el material que Basel graba con su cámara vemos a estas personas, a estas familias, a estos enfermos para los cuales la atención médica es una negación. Vemos a seres humanos siendo atropellados en sus derechos humanos y manteniendo su causa, porque no hay más tierra.

El trabajo se alimenta y complementa gracias a otra perspectiva. La de Yuval Abraham, un periodista judío que acompaña a Basel en su camino, en su registro, haciendo reportería en el terreno, sacando notas, agitando la bandera de la realidad de los atropellos (que el ejército justifica en un dictamen de una corte en la cual los afectados no tienen ni voz ni voto). Yuval sirve para hacer eco de lo que sucede, pero también para entender el contraste vasto entre los dos, el palestino y el israelí. Él sí puede moverse por donde le parece, más allá de que muchos compatriotas lo tildan de traicionero de la causa patriótica, más allá de que los soldados israelíes le advierten del peligro. Y es por ese contraste, por el hecho que Yuval va y viene, que se ilustra ese apartheid sostenido, que ya hoy derivó en genocidio en Gaza y en un constante desplazamiento y humillación.

Además de las constantes demoliciones y tratos agresivos, en esta película dirigida por un colectivo de activistas israelíes y palestinos de Israel y Cisjordania ocupada (dos de los cuales son sus protagonistas) vemos protestas disipadas con gases y bombas de estruendo. Vemos de cerca las consecuencias de un disparo que le quita la movilidad a uno de los familiares de Adra, que no puede recuperarse en condiciones dignas. Y en ese relato también hay lugar para hablar del padre de Basel, un hombre que las tropas van a buscar y encarcelan por un tiempo, y que de puertas para adentro irradia una energía positiva, casi increíble en medio de las circunstancias.

Quizá lo más sentido de esta producción nace de las conversaciones entre Basel y Yuval. Son muy dicientes. En una de ellas, Yuval se queja de que una de sus historias no tuvo tanta repercusión como hubiera querido. Basel, que tiene otra mirada, se ríe un poco, anotando cómo “quiere que todo suceda rápidamente”, que el cambio se dé mientras está ahí, cubriendo. Y lo hace para aclararle que la lucha de ellos es lenta, es de permanencia, es de paciencia, y es una que lo debe acostumbrar a la derrota. En otra, Yuval se pregunta cómo actuaría él si pudieran intercambiar lugares; y en otra, muy triste, Basel habla de cómo sus estudios esforzadísimos de Derecho ya no le significaban nada, ninguna posibilidad de progreso o cambio.

Los descendientes de quienes sufrieron el holocausto en la Segunda Guerra Mundial perpetran esta barbarie. | Foto: Cineplex

La absoluta deshumanización de los palestinos, la privación de agua y comida, de básicas condiciones al ser humano, por parte de un pueblo cuyos ancestros sufrieron eso mismo en carne propia, hace difícil dormir tranquilo. Y ante esta dantesca realidad, lo mínimo que puede hacer el resto es mirar desde la humanidad que queda.

NO OTHER LAND - Tráiler Oficial