Educación
El precio del éxito: la inversión a futuro que hacen los padres de familia en cursos extracurriculares para sus hijos
El auge de dichos cursos se ha convertido en una pesada carga para los hogares: entre altos costos, estrés infantil y problemas logísticos, la promesa de futuro no siempre se materializa.
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En Colombia, la educación de los hijos no se limita a los pagos de la matrícula y pensiones escolares. Cada vez más familias destinan parte importante de sus ingresos a cursos extracurriculares —pueden ser clases de refuerzo de alguna materia, o cursos deportivos o musicales— en busca de una formación integral que prepare a los niños y adolescentes para competir en un mundo laboral exigente.
Este fenómeno, sin embargo, plantea un esfuerzo económico considerable. Las tradicionales mensualidades escolares, que en colegios privados pueden oscilar entre 500.000 y 3 millones de pesos, se suman a gastos adicionales que van desde 200.000 hasta más de 1 millón al mes por las actividades extracurriculares. Todo depende de la disciplina, la intensidad del curso y el prestigio de la institución donde se imparten.
Este gasto sin duda representa un desafío para hogares de ingresos medios, quienes deben ajustar otros campos del presupuesto —ocio, ahorro o consumo— para priorizar la formación de sus hijos. Muchos padres de familia ven estas inversiones como un sacrificio necesario, incluso a costa de su propio bienestar financiero, porque creen que abrirán puertas a becas universitarias o empleos mejor remunerados en el futuro para sus hijos, aunque muchas veces no se den los resultados esperados.

Aun con el impacto en las finanzas, los beneficios percibidos no son menores. Las actividades extracurriculares ayudan a fortalecer habilidades blandas como el trabajo en equipo, la disciplina y la creatividad, además de mejorar el rendimiento académico y la confianza personal de los estudiantes. En deportes, por ejemplo, la práctica regular puede llegar a generar oportunidades de becas en el exterior; en idiomas, se considera un diferencial clave en procesos de admisión universitaria o en el mundo laboral, y así con muchas otras actividades extracurriculares.
Pero no todo son ventajas. La sobrecarga de actividades puede generar estrés y presión en los menores, y si además no son de su agrado, les restan tiempo de ocio y juego libre. Por ello, se recomienda que las familias evalúen el equilibrio entre la inversión económica, el tiempo y el bienestar emocional de los hijos.

En términos económicos, una de las alternativas más accesibles para los padres son las cajas de compensación, que en algunos casos ofrecen hasta un 50 % de descuento en algunos cursos extracurriculares. Esta opción alivia en parte el presupuesto, pues la inscripción en academias de tipo privado o incluso en los mismos colegios resulta considerablemente más costosa. Sin embargo, incluso con estos beneficios, las familias se enfrentan a otro obstáculo: el transporte. Trasladar a los niños hasta donde se realizan los cursos implica un gasto adicional, y en ciudades como Bogotá, la congestión vehicular no solo eleva los costos, sino que también consume tiempo valioso para los padres e hijos. En la práctica, esta combinación de factores convierte la decisión de inscribir a los menores en actividades extracurriculares, en un verdadero desafío de organización y presupuesto.
Lo cierto es que, en medio de un escenario económico complejo, muchos padres continúan apostando por sumar a la educación formal una oferta paralela de aprendizajes, convencidos de que cada peso invertido en formación es una apuesta por el futuro de sus hijos.