José Miguel Santamaría Uribe

Opinión

¿Cuándo vamos a despertar?

En Colombia seguimos como en la Edad Media.

José Miguel Santamaría
17 de octubre de 2025

Desde la crisis hipotecaria en los Estados Unidos, los mercados tomaron un rumbo diferente. Todo lo que era normal y medible dejó de serlo, y lo que era previsible ya no lo es tanto. Los analistas fallan cada vez más en sus proyecciones y expectativas.

Aunque todo lo anterior podría atribuirse a la liquidez mundial, a la emisión de billetes que han realizado muchas economías y al hecho de que los inversionistas no encuentran dónde invertir sus recursos, existen factores mucho más profundos que hoy nos hacen preguntarnos si el mercado llegó a un techo y se desplomará, o si continuará subiendo.

Se rompieron muchos paradigmas que creíamos imposibles. Los países están mucho más endeudados y, aunque han tenido momentos de alza en las tasas y riesgo de default, como ocurrió en Europa, hoy en día, sin haber solucionado los problemas de fondo, consiguen recursos a tasas muy bajas.

Las diez principales compañías del mundo a comienzos de siglo ya no están entre las más grandes. El mundo digital y el internet coparon todos los espacios y crearon una generación de billonarios que nadie imaginó. Las empresas dejaron de valorarse como se hacía tradicionalmente: hoy existen compañías que se negocian a múltiplos nunca antes vistos.

Si el internet cambió todo, lo que viene ahora será mucho más fuerte. La inteligencia artificial hará lo mismo, pero no en veinte años; si acaso, en cinco. Con una agravante adicional: acabará con muchos empleos. Ya muchas personas consideran que una IA es mejor y más eficiente que un asistente, un pasante o una secretaria.

La inflación llegó para quedarse. Los métodos tradicionales para combatirla resultan hoy poco funcionales. Los bancos centrales han debido contener las tasas mucho más de lo previsto, y el problema continúa.

Lo único que sigue mostrando su verdadero valor como activo refugio —y cuyo precio ningún analista ha podido predecir— es el oro. Muy pocos lo veían en 3.500; hoy está por encima de 4.000 y no parece que quiera bajar.

Mientras todo esto ocurre en el mundo, en Colombia seguimos como en la Edad Media: con un mercado accionario que no crece, con cada vez menos acciones líquidas e inscritas, con reformas tributarias que dificultan la creación y generación de valor, y con un Gobierno que se ha propuesto mejorar el perfil de la deuda pública a punta de especular en los mercados y disminuir su duración. Lo que le espera al próximo Gobierno va a ser de locos.

Estamos hoy ante un gran paradigma:

1. Tenemos un Gobierno todopoderoso que controla y vigila, desde la Superintendencia Financiera, al sector financiero que, de una u otra manera, le tiene miedo.

2. Ese mismo Gobierno es el mejor cliente del sector financiero. De hecho, la Dirección de Crédito Público ha generado, por cuenta de las operaciones de manejo de deuda, comisiones nunca antes vistas. Todos están contentos.

3. Los principales analistas del mercado pertenecen a las mismas instituciones financieras. Ellos deberían advertir los riesgos que se están generando con las operaciones de deuda. No lo han hecho, hasta el momento. Primero, porque las instituciones, de pronto, no se lo permiten; y, segundo, porque esas mismas instituciones, ante la nueva situación de mercado, están haciendo su agosto en comisiones. Siempre se ha hablado de que hacia el interior de las instituciones financieras existen las llamadas murallas chinas: no se ven. Tampoco un control del conflicto de interés.

Esperemos que la resaca de esta fiesta de comisiones y especulación con la deuda no termine mal para el país, para los inversionistas y, de rebote, para el mismo sector financiero.