
Opinión
De la violencia a la creatividad, trampas de suma cero y el caso colombiano
En la Primera Guerra Mundial, Europa falló en canalizar la energía de la industrialización hacia una transformación cooperativa.
La dualidad de la tensión en los asuntos humanos
Los momentos de tensión son inevitables en la historia, surgiendo de cambios económicos, choques ideológicos o escasez de recursos. Pero lo que define el futuro es cómo las sociedades eligen canalizar esa tensión. Cuando se transforma en una nueva revolución tecnológica y un paradigma social diferente, se convierte en la semilla de renovación, fomentando la abundancia y la colaboración. Sin embargo, cuando queda atrapada dentro del viejo sistema, degenera en una lucha por el poder, lo que lleva a la polarización que se manifiesta externamente a través de alineamientos geopolíticos y rivalidades —naciones obligadas a elegir bandos— e internamente a través de divisiones políticas, desgarrando sociedades mediante modelos de gobernanza competidores.
Este ensayo se basa en la teoría mimética de René Girard para enmarcar esta dualidad. Girard postula que el deseo humano es inherentemente imitativo —mimético—, lo que lleva a la rivalidad cuando individuos o grupos modelan sus deseos según los de otros, convergiendo en los mismos objetos y escalando hacia la violencia. En escenarios de suma cero, esta rivalidad mimética se intensifica, culminando en el chivo expiatorio como una válvula de escape temporal para la tensión social.
Sin embargo, Girard insinúa un camino redentor: exponer los mecanismos miméticos a través de revelaciones culturales o religiosas puede fomentar una “mímesis creativa”, una imitación positiva que inspira innovación no violenta y rompe el ciclo. Aplicando esta lente, examinamos ejemplos históricos como la Primera Guerra Mundial y la Guerra Fría como concursos miméticos globales que generaron violencia, con Colombia como un estudio de caso conmovedor de atrapamiento en dinámicas de suma cero.
Cuanto más procrastinen las sociedades en dar el salto a un nuevo paradigma, más se convierten en prisioneras de la polarización, perpetuando el conflicto. La lección de la historia es profunda: aferrarse a lo viejo garantiza violencia o guerra; la única escapatoria es usar la tensión como catalizador para la reinvención tecnológica, social y económica.
Teoría mimética: las raíces de la violencia, el potencial para la creatividad
La teoría mimética de Girard elucida cómo surge la violencia de deseos imitados. Los humanos toman prestados deseos de modelos, creando una estructura triangular: sujeto, modelo y objeto. Deseos superpuestos —especialmente por poder o territorio— generan antagonismo recíproco, amenazando el colapso. Las sociedades entonces convierten en chivos expiatorios a víctimas para restaurar el orden, un mecanismo que prospera en juegos de suma cero donde el valor se redistribuye mediante la fuerza, no se crea.
La creatividad así contrarresta la violencia, cambiando de la destrucción a la imitación generativa —inventando nuevos ‘juegos’ que disuelven trampas de suma cero. Esto se alinea con las dinámicas de la curva S: pivotar de sistemas zombi en declive (entidades estancadas preservadas por inercia, amplificando la polarización) hacia la innovación exponencial, como la IA, habilitando prosperidad ganar-ganar. La procrastinación en este salto atrapa a las sociedades en luchas por el poder, rivalidades externas y divisiones internas, degenerando la tensión en guerra —como se ve en conflictos globales persistentes donde estructuras obsoletas alimentan la escalada en lugar de la evolución.
Paralelos históricos: tensión mal gestionada y el camino a la renovación
La historia ilustra esta elección de manera cruda.
En la Primera Guerra Mundial, Europa falló en canalizar la energía de la industrialización hacia una transformación cooperativa, en cambio, colapsando en rivalidades nacionalistas alimentadas por envidia mimética —Alemania imitando el imperio de Gran Bretaña—. Choques internos entre comunismo y capitalismo amplificaron tensiones, con el asesinato del archiduque Francisco Fernando, sirviendo como chivo expiatorio, encendiendo la guerra.
Imperios como el otomano se aferraron a la decadencia extractiva, colapsando sin renovación. Estados Unidos, sin embargo, posguerra, cabalgó una curva S vía reformas del New Deal y tecnología, convirtiendo la crisis en prosperidad.
La Guerra Fría (1947–1991) encerró al mundo en bloques opuestos, con duelos miméticos Estados Unidos-URSS por dominancia, escalando en violencia indirecta en lugar de un marco compartido. El progreso ocurrió bajo la sombra del enfrentamiento, ya que deseos por esferas ideológicas convergieron en carreras armamentistas de suma cero y mimetismo —capitalismo vs. comunismo—. América Latina se convirtió en una arena de chivos expiatorios: políticas de Estados Unidos imitaron el apoyo soviético a insurgencias, dando nacimiento a grupos como las Farc de Colombia (1964) y el M-19 (1970). Pos-1991, Estados Unidos canalizó tensiones hacia revoluciones de computadoras e internet, creando ecosistemas no de suma cero. Sistemas rígidos, sin embargo, engendraron estancamiento y violencia, destacando el costo de la reinvención demorada.
Colombia: atrapada en el vórtice de suma cero
La saga de Colombia ejemplifica el fracaso en reinventarse: arraigada en La Violencia de 1948 y mímesis de la Guerra Fría, quedó atrapada en guerras de mafias, insurgencias guerrilleras, violencia paramilitar y procesos de paz fallidos. Farc y M-19 imitaron modelos izquierdistas; paramilitares contrarrestaron con colusión estatal. Narcotraficantes como Escobar añadieron rivalidades impulsadas por drogas, reorganizando el poder sin cambio sistémico.
Pos-Guerra Fría, el Plan Colombia (2000) redujo amenazas militarmente pero descuidó la reinvención. El acuerdo Farc de 2016 bajo Santos prometió integración, pero entregó una paz falsa —el poder se desplazó (Farc a Comunes)—; sin embargo, disidentes se rearmaron, paramilitares evolucionaron y desigualdades persistieron, con 460 excombatientes asesinados para marzo de 2025. Colombia perdió el boom tecnológico, atascada en dependencia de commodities y una economía zombi.
Bajo Gustavo Petro (2022–), políticas ultraizquierdistas concentran poder, aliándose con Maduro de Venezuela en medio de amenazas de Estados Unidos, enmarcando intervenciones como agresión —arriesgando nuevas rivalidades sin un cambio de paradigma, como se ve en pactos binacionales recientes y advertencias contra acciones de Estados Unidos—. Esta alineación externa y polarización interna garantizan ciclos de violencia, con procrastinación en la renovación perpetuando la trampa.
Sin embargo, surgen oportunidades: el mercado de IA de Colombia alcanza US$ 833M en 2025, con crecimiento anual de +30 %, respaldado por Conpes 4144 (febrero 2025) y proyecto de ley 043 (julio 2025) para desarrollo ético —curvas S potenciales para difundir tensiones, si se abrazan—.
Miguel Uribe Turbay: una víctima del fracaso creativo
El asesinato del senador Miguel Uribe Turbay el 7 de junio de 2025 —disparado tres veces en un mitin en Bogotá, muriendo el 11 de agosto— encarna esta tragedia. Un líder opositor de 39 años abogando por reformas, su conversión en chivo expiatorio silencia el cambio en medio de amenazas ignoradas. Líderes como Javier Milei lo condenaron, destacando ciclos perpetuados.
El mundo entra en una nueva guerra fría: apuestas en ascenso y oportunidades perdidas
Mientras Colombia estanca, emerge una “nueva guerra fría”: rivalidades Estados Unidos-China por IA, comercio e influencia imitan la vieja bipolaridad, escalando tensiones miméticas. Apuestas incluyen cadenas de suministro y militarización ártica; aranceles de Estados Unidos imitan la expansión Bricsde China, arriesgando proxies. Revoluciones perdidas de Colombia la dejan vulnerable, pero la IA podría catalizar renovación, convirtiendo polarización en progreso.
Conclusión: hacia la trascendencia creativa
La violencia prospera en trampas de suma cero —rivalidades de la Primera Guerra Mundial, bloques de la Guerra Fría, reorganizaciones de Colombia— mientras la creatividad ofrece escape a través de innovación mimética. Las sociedades deben emular pivotes de Estados Unidos, transformando tensión en revoluciones tecnológicas y paradigmas inclusivos para honrar víctimas como Uribe.
Toda sociedad enfrenta esta elección: repetir conflictos pasados o arquitectar el futuro canalizando tensión en renovación. Solo exponiendo rivalidades y abrazando mímesis amorosa podemos evitar peligros de nueva guerra fría, convirtiendo polarización en progreso.