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GUILLERMO VALENCIA

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Mujeres en la política: una mayoría pendiente

Entre los resultados que se dieron sobre las recientes elecciones al Congreso, se presentó un importante, pero aún mínimo, avance sobre la participación política de las mujeres en Colombia.

21 de marzo de 2022

Cada vez son más las mujeres que se suman a la participación política, no solo en Colombia sino en muchas naciones y regiones en el mundo. Lastimosamente, es mucho más perceptible que al evaluar el panorama en medio de las temporadas electorales en América Latina, la presencia femenina sigue caminando entre sombras.

Mucho se ha viralizado el video en el que el ministro de Exteriores de Uganda sigue derecho en un acto protocolario para saludar directamente a los hombres, pasando por alto el saludo a nada más y nada menos que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Un alto cargo que no le evita desplantes por el machismo y la prepotencia que se respira en el mudo político; como este, son miles de ejemplos que se viven a diario de los frenos y cierres de género a la participación femenina en los espacios políticos.

Por supuesto, el sector privado también tiene una amplia brecha sobre la cual debe recuperarse, especialmente en medio de los estragos que dejó la pandemia sobre el desempleo y la desigualdad para las mujeres que, como ya se ha mencionado bastante, fueron las más afectadas al respecto.

La noticia más reciente viene de la mano con los resultados de las elecciones al Congreso para el periodo 2022-2026. En medio del revolcón que fue primicia, de los partidos que ganaron más curules y los que perdieron gran porcentaje de ellas, no pasó por alto el incremento de mujeres que ocuparán los cargos de senadoras y representantes en la Cámara para el próximo periodo legislativo.

Según las cifras obtenidas de las elecciones pasadas, 83 mujeres ocuparán curules en el Congreso de la República para el periodo que viene: 32 en Senado y 51 en Cámara de Representantes. Lo que correspondería a un escaso 28,2 %, pero que representa algo histórico en el país según la Misión de Observación Electoral y ONU Mujeres. Así, nuestro país estaría por encima de la media global de participación de mujeres en parlamentos (actualmente del 25,5 %) y un poco por debajo del promedio en la región de las Américas (32,4 %).

Asimismo, desde que el periodo presidencial actual tuvo la iniciativa de postular y tener en el cargo por primera vez a una mujer como vicepresidenta del país, se espera que para las próximas elecciones esta sea una bandera que pueden llevar varios candidatos. Pero, por lo que hemos visto en las encuestas, las candidatas a la Presidencia de la República lastimosamente no figuraron con mucho favoritismo, y es un reto que se mantiene a lo largo y ancho del mundo.

Es de reconocer la valentía que tienen estas mujeres al enfrentarse a obstáculos y desafíos que rara vez se cruzan por la cabeza. Uno de ellos es la violencia política. Un estudio de UN Women, de hace un par de años, sobre sexismo, acoso y violencia contra las mujeres en el parlamento, realizado en 39 países de cinco regiones, revelaba que el 81,8 % había sufrido violencia psicológica; el 46,7 % temía por su seguridad y la de su familia; el 44,4 % habría recibido amenazas de muerte, violación o secuestro, y el 25,5 % había llegado a sufrir violencia física.

Y a pesar de un panorama tan frívolo y temeroso, son muchas las mujeres que se suman a la política, a pesar de todo ello. No solo por sí mismas y la oportunidad de alzar su voz, sino porque, para muchas, el ocupar esos espacios representa la apertura de oportunidades para otras mujeres.

Ahora bien, hay un punto para tener en cuenta. En palabras de Olga Amparo Sánchez, quien lidera hoy día la Casa de la Mujer, la paridad sin reforma política no es nada efectiva. En 2020, el Congreso había aprobado la paridad en el nuevo Código Electoral. Pero al momento, en ningún partido se alcanza el 50 % de las candidatas.

Y aunque fue un intento de legitimación y reconocimiento al liderazgo de la mujer en los cargos públicos, se necesita una transformación de fondo que permita la distribución del poder basada en el empoderamiento de la mujer porque se cree en sus conocimientos, porque se cree en sus capacidades. No solo por cumplir alguna cuota que se quiera impartir dentro de las listas paritarias.

Una mayoría simple, cuando se les debe una mayoría absoluta. En épocas en las que se ha demostrado hasta dónde puede llegar una mujer en el sector público con Kamala Harris, Michelle Bachelet, Ursula von der Leyen, Jacinda Ardern o la muy halagada Angela Merkel -solo por mencionar algunos ejemplos reconocidos- sorprende que la media mundial aún esté tan lejos, por lo que se espera que la igualdad de género en este tipo de cargos aún demore unos 130 años como mínimo.

Una presencia femenina aún marginada, una apuesta por la inclusión pendiente de la que no muchos políticos actuales quieren hablar, a menos que estemos en épocas de elecciones. El compromiso es grande, porque no solo se debe asumir la paridad sino también leyes en contra de la violencia política. Lo importante es saber que seguir avanzando valdrá la pena porque, como bien lo expresó Bachelet, cuando pocas mujeres entran a la política, las mujeres cambian, pero cuando muchas mujeres entran a la política, la política cambia.

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