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EDUCACIÓN

China: ¿cómo enseñar a pensar bajo la censura?

Censurar lo inconveniente, memorizar todo y reflexionar poco. Así es el sistema educativo en China. Pero de cara a los cambios del siglo XXI, la potencia asiática se enfrenta al difícil desafío de enseñar pensamiento crítico en un Estado totalitario.

Santiago Villa
10 de enero de 2019

Todos los estudiantes en el salón se inclinaron sobre su libro de texto, concentrados en una página que no leían. En cambio, intentaban despegar un fragmento de cinta marrón adhesiva –de las que se utilizan para empacar cajas– que cubría un mismo apartado en cada libro. Dana Pao, profesora de Inglés en décimo grado de un colegio privado en Pekín, supo que debería replantear toda su hora de clase cuando un alumno preguntó qué era esa cinta pegada en la mitad de la hoja.

Los libros de texto que se importan en China son revisados por la aduana y el Ministerio de Educación y, cuando hay material que el gobierno considera políticamente sensible, un funcionario lo cubre con una cinta marrón.

“Hallamos esa página censurada y a los estudiantes no les interesaba nada distinto que descubrir lo que había bajo la cinta. Entonces me dije que tendría que volver esto un ejercicio pedagógico”, dijo Pao. La mayoría de los chicos, ansiosos, rasgaron la hoja. Una niña que con paciencia metódica, milímetro a milímetro, logró revelar la información secreta sin dañarla, exhibió para el resto de la clase una tabla de los países que más contaminan los océanos. China estaba en el segundo puesto.

“Les hice preguntas. Solo preguntas. Ellos tenían que llegar a las respuestas por su cuenta. ¿Quién creen que puso eso allí? Al principio no respondieron nada, estaban muy confundidos. ¿Creen que lo puse yo?, les dije. Respondieron que no. ¿Creen que lo puso el colegio? Quizás. ¿Por qué el colegio querría tapar esa información? No hay ningún motivo. Pues no fue el colegio. ¿Entonces quién fue? Ellos mismos llegaron a la respuesta de que fue el gobierno chino”, dijo Pao. “Si no hubieran censurado esa página, ninguno de los alumnos le habría prestado atención al gráfico”.

El pensamiento crítico, una de las habilidades que se consideran más importantes en el mundo contemporáneo, parece adverso a la cultura y al sistema político de China. La Asociación para el Aprendizaje del Siglo XXI (Partnership for 21st Century Learning), define esta habilidad a partir de cuatro competencias generales: razonar efectivamente, usar el pensamiento sistémico, tomar decisiones y hacer juicios. Aunque son herramientas fundamentales para un país que asume un liderazgo mundial, y cuyas empresas e instituciones quieren competir con las de primer nivel en el mercado globalizado, el sistema educativo no las fomenta.

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En China, donde no hay libertad de información y de expresión, ser crítico y cuestionar las creencias recibidas es un comportamiento que, en el mejor de los casos, podría cerrarle oportunidades a un joven, y en el peor, conducirlo a la cárcel.

El 24 de agosto la policía decidió entrar a los apartamentos de jóvenes que, durante las semanas anteriores, organizaron manifestaciones a favor de los derechos de los trabajadores. Eran muchachos de extrema izquierda convencidos de su causa que asumieron una postura crítica hacia la dramática distancia entre la utopía del socialismo chino, según sus textos fundacionales, y la realidad social del país dominado por el partido comunista más poderoso del mundo. Las ideas que los llevaron a prisión fueron las que leían en sus clases; pero en China ese tipo de contenido político se estudia para repetirlo, no para reflexionar sobre él y contrastarlo con la realidad. Estas actividades son peligrosas.

“Creo que en las escuelas chinas no nos enseñan pensamiento crítico por motivos políticos”, dijo Liu Xiaoxiao, una joven que estuvo hasta los 13 años en un colegio público chino y hasta los 17 en uno privado, antes de salir del país para graduarse de una escuela norteamericana. “No quieren que la gente cuestione, que se pregunte por qué las cosas son como son. Cuando estudiaba en el colegio público de China, en la clase de Literatura nos hacían copiar fragmentos de los libros o memorizar la información que iba a aparecer en el examen”.

 El examen más difícil del mundo

Las dificultades para enseñar pensamiento crítico en China también surgen por motivos mucho más cotidianos y mundanos que la lucha por reivindicaciones sociales. Según Himelda Martínez, educadora colombiana que fue jefe de la misión de educación del Banco Mundial en China entre 1988 y 1992, la cultura de esa nación no considera que la creatividad y el pensamiento crítico sean habilidades que deban fomentarse.

“Más que en cualquier otro país del mundo, la educación en China era para todos y se le daba la mayor importancia”, dijo Martínez. “Muchos de los altos funcionarios y profesores importantes consideran que la creatividad enseñada en las escuelas es algo muy americano, como comer chicle o echarle hielo al agua. Está bien en Estados Unidos, pero no en China. A la creatividad se llega después de dominar la técnica; no es el punto de partida”.

La educación en las escuelas públicas secundarias está dirigida a que los estudiantes puedan pasar las pruebas del gaokao o “examen superior”: la inclemente prueba de ingreso a la universidad, quizás la evaluación escolar más difícil del mundo.

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Cada año, casi diez millones de jóvenes chinos la presentan, y unos siete millones la aprueban. Quien fracasa no tiene derecho a entrar a una universidad en China. Una mala calificación le puede restar invaluables oportunidades en un país con una competencia despiadada. “Los profesores no usan métodos de enseñanza que introduzcan habilidades como el pensamiento crítico porque no quieren arriesgarse a que los estudiantes saquen malas calificaciones en el gaokao. Toda la educación está dirigida a pasar el examen”, dijo Zhang Xi, un administrador escolar que está haciendo una maestría en la Universidad de Nottingham para ser profesor de chino como segunda lengua. Zhang estudió en una escuela pública y trabajó en un colegio internacional de Pekín, y advierte que no hay pensamiento crítico en los colegios públicos y que el gobierno incluso está eliminando trozos de la historia nacional de los libros de texto.

“Va a eliminar la Revolución Cultural y ya han sacado de los libros de texto al autor más importante de China, Lu Xun, porque dice que es muy pesimista”, añadió. El 15 de octubre fue la fecha límite para que todas las escuelas del país, incluso las privadas y los colegios internacionales, dejen de utilizar libros de texto que no estén aprobados por el Ministerio de Educación.

Una escuela diferente

Wang Lanfan trabaja como profesora de Inglés en el colegio pekinés Escuela del Futuro de Chaoyang, una institución que está experimentando con algunas de las herramientas pedagógicas más novedosas y opera en asocio con la Universidad de Pekín, una de las más reputadas del país. Solo acepta estudiantes que provengan de escuelas que no sean las mejores, para darles una oportunidad a quienes no sobresalen.

Por lo pronto, únicamente imparte educación secundaria. Pero ya están poniendo a prueba los métodos innovadores que podrían introducirse más adelante en más escuelas públicas. Esta podría ser la chispa de una revolución educativa.

“Hacemos todo lo que podemos para lograr aprendizaje personalizado. Mientras en una escuela normal de China hay unos 40 estudiantes por salón, en la nuestra hay 15”, dijo Wang. “Hacemos reuniones de discusión con los alumnos en una mesa redonda para todas las materias. Los estudiantes usan iPad durante la clase e integramos material multimedia. En chino el pensamiento crítico se dice pipan siwei, y es una de las principales herramientas que enseñamos a nuestros estudiantes”.

El colegio es la punta de lanza de lo que Lanfan describe como una lenta pero profunda transformación en la educación en ese país. “Hay interés en que haya cambios educativos en China. El día de los profesores (10 de septiembre), Xi Jinping, presidente de China, dio un importante discurso en el que dijo que se enseñaría más pensamiento crítico en las escuelas”, dijo Wang.

En efecto, Xi Jinping dijo en su alocución que “nuevas filosofías, pensamientos y puntos de vista se han tenido en cuenta en la reforma y el desarrollo de la educación”, aunque añadió que “esto incluirá mantener el liderazgo del Partido Comunista sobre la educación”.

Y es que el partido adelanta un proceso que desde los países democráticos puede parecer contradictorio. Las regulaciones y el control de la educación son más estrictas que hace algunos años, o al menos se hacen cumplir de forma más rigurosa.

Pero hay interés por abrir el sistema educativo a competencias que tienen una enorme demanda en el siglo XXI. Y la más peligrosa para el Partido Comunista es el pensamiento crítico, que es bienvenido en clases de Ciencias Naturales, pero inexistente en las Ciencias Sociales.

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China entiende que, si desea formar jóvenes competentes para las realidades del mundo globalizado, tendrá que enseñarles pensamiento crítico; de manera que el cálculo de equilibrista sociológico sobre el que actúa el gobierno, su cuerda floja, es:¿cómo abrirles la mente sin desatar un huracán político?

El artículo hace parte de la edición 40 de la revista Semana Educación. Si quiere informarse sobre lo que pasa en educación en el país y en el exterior, suscríbase ya llamando a los teléfonos (1) 607 3010 en Bogotá o en la línea gratuita 018000-911100.