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EL HIJO DEL TRAPEADOR

Sexo, intriga y humor negro en la autobiografía de Kirk Douglas.

3 de octubre de 1988

A los 71 años de edad, más de ochenta películas filmadas, cuatro hijos, dos matrimonios, ningún Oscar ganado a pesar de las tres nominaciones y una Medalla de la Libertad otorgada por el presidente norteamericano, el actor Kirk Douglas lo que más recuerda de su vida, es la ocasión en que, siendo niño, se enfrentó a un padre colérico y alcohólico.

El padre, un judío llamado Herschel Danielovitch, peleador callejero, bebedor de todos los dias, jugador vago e irresponsable con sus seis hijas y un solo varón, Issur, apareció una noche en la casa miserable que ocupaban en Nueva York y comenzó a insultarlos y golpearlos, como venia haciéndolo todas las noches, alarmando al vecindario que era incapaz de intervenir para frenar esas muestras de violencia.

El niño, quien años después se llamaría Kirk Douglas y repetiría esta anécdota en cenas de corbata negra ante reyes y mandatarios -que no podían creer los orígenes humildes de ese millonario rubio y musculoso-, ya no soportó más la situacion, se levantó de la mesa donde estaba bebiendo una taza muy caliente de té sin azúcar (porque no tenían para comprarla) y la arrojó al rostro del padre: era la primera vez que alguien se atrevía a enfrentarse con ese hombre violento y peligroso. El hombre, sorprendido y quemado, reaccionó violentamente y golpeó al muchacho varias veces, pero despues, al regresar la calma, fue mirando uno a uno a sus hijos, como si los descubriera, como si existieran por primera vez. Recuerda Kirk: "El castigo fue salvaje pero la recompensa infinita porque de ahí en adelante, nuestro padre entendió que nosotros existíamos, que no éramos otros muebles, que necesitábamos al menos de su presencia una vez a la semana y que aunque las cosas no iban a cambiar-seguiriamos v¿viendo muy pobres-, él tendría que mirarnos, comprobar que estábamos ahi".

De una forma u otra la carrera y la vida de Douglas ha sido así, con gestos de rebeldía y agresividad que durante una época le dieron fama de difícil y peleador en un medio quisquilloso como Hollywood. El libro que acaba de publicar, su autobiografia, con el titulo de The ragman‘s son ("El hijo del trapeador"), es también así, retador y compulsivo, y resume el espiritu de ese niño entonces llamado Issur, quien ahora confiesa que en varias ocasiones intentó matar al padre para acabar con todo.

En la Universidad de St. Lawrence tuvo que descubrir pronto que los grupos antisemitas no lo dejarían tranquilo, que intentarían aburrirlo como habian hecho con otros judíos y entonces su respuesta fue tipica, provocadora: se convirtió en campeón de lucha libre y luego se lanzó como candidato a representante de los estudiantes en el Consejo de la facultad:
"Los alumnos estaban furiosos y no entendían lo que pasaba en una universidad tan tradicional como esa, cómo era posible que un muchacho judío se convirtiera en vocero de los demás, algo andaba mal y había que corregirlo pronto".

El libro sigue a través de anécdotas chispeantes, llenas de ese humor que sus compañeros de reparto califican de cinico e irreverente, la carrera en el teatro, los sueldos miserables, las obras que cerraban a los dos días, la búsqueda de trabajos que no tuvieran que ver con el teatro para poder sobrevivir y cómo ya casado y con un hijo, Michael, insistió en convertirse en alguien en Hollywood, aceptando entonces peliculas pésimas-que más tarde intentaria recoger-hasta cuando filmó The strange love of Martha Ivers, con Bárbara Stanwich, y los criticos se fijarón en ese musculoso muchacho con un hoyuelo en el mentón y que hacia más fuerte la voz en las escenas románticas. La diva miraba a través de Douglas, era indiferente a la pasión que había despertaz en el joven y durante varias semana se limitó a repetir los diálogos, mecanicamente, como si al otro lado del escenario estuviera un muñeco armado.

Una mañana, sin embargo, la estrella estaba en medio de una escena de repente se quedó callada, mirando al chico apuesto que la contemplaba mientras le decía: "Caramba, cómo eres de hermoso, cómo eres de inter, sante". Douglas, que en dos ocasiones había pensado abandonar rodaje, le respondió con los ojos endurecidos: "Demasiado tarde, señor ta Stanwick".

Ordinario, peleador, bebedor, acusado por las estrellitas que veian en " un padrino para conseguir mejores papeles, Douglas se fue haciendo un reputación de hombre duro e intransigente pero muy disciplinado. En el libro hace un detallado balance de la conquistas y a través de ellas, se siente el aire de hipocresía que siempre ha imperado en Hollywood. Como la noche en que Gene Tierney quiso que Kirk pasara inadvertido al dejarla a frente de su casa, a lo cual Douglas comentaría después: "Hubiera sido más fácil que dejara abierta la ventana del dormitorio y yo hubiera saltado por ella".

Una de las anécdotas más picarescas tiene que ver con Joan Crawford con quien filmó un par de películas: "Una noche cenamos deliciosamente, estuvo muy encantadora en la mesa, insinuante, muy atenta con las tonterías que le decía. La acompañé a la casa, pero no me dejó pasar de la entrada, apenas pudimos cerrar la puerta principal... Al vestirnos más tarde me llevó al segundo piso y orgullosamente entró al dormitorio donde estaban sus dos hijos. Les acomodó de nuevo las cobijas, les acarició el pelo, les dio un beso a cada uno de una manera tan eficiente, tan profesional, tan limpia, tan quirúrgica, sin calor humano, sin ternura, todo mecánicamente, tal como habíamos hecho el amor sobre la alfombra del recibidor... Por supuesto me despedí como pude y más nunca me acerqué a ella, era una máquina, no una mujer".

Estuvo saliendo algunas semanas con Marlene Dietrich pero pronto descubrió que las tendencias de la actriz alemana eran extrañas: "Ella estaba contigo y se preocupaba de tus cosas pero era fácil advertir que se sentía mejor cuando tú andabas mal, enfermo o deprimido. Cuando notaba que el compañero de turno se sentía saludable, que su trabajo o los negocios marchaban bien, entonces perdía el interés y comenzaba la bUsqueda de alguien que necesitara de su compasión ".

Durante muchos años la fama de duro, salvaje y rebelde no lo abandonó y por eso los productores, guionistas y directores le ofrecian siempre esos personajes en películas donde la acción, las peleas, los enfrentamientos a enemigos superiores en fuerza y número eran evidentes, para que él se luciera. Un día la columnista Hedda Hopper se lo encontró en una cena y le dijo: "Te has convertido en un auténtico hijo de puta", y Douglas sonrió y le dijo, sin perder el humor: "Siempre he sido un hijo de puta, lo que pasa es que tú nunca te habías dado cuenta".

Esos personajes agresivos, destructores y malos (aunque muchas veces defendían la ley y la justicia), se hicieron famosos en peliculas como "Los valientes andan solos", "Espartaco", Detective Story, Champions, "Duelo en el corral OK", "El arreglo", Paths of Glory, Lust for Life, " Dos tipos de cuidado", entre otras, y se reflejan en los recuerdos en ocasiones nada gratos que recoge en su libro: de Stanley Kubrick, por ejemplo, dice que en una de las películas filmadas por ambos, el director se apropió el guión escrito por un profesional que estaba impedido de figurar porque era perseguido por comunista; de John Huston afirma que "era uno de los más talentosos de la industria pero al mismo tiempo podía ser un charlatán".

Ni siquiera los amigos escapan a estos recuerdos amargos. De Henry Fonda dice que "era un actor maravilloso, pero cuando pienso en él también recuerdo una fiesta en la que estábamos todos, con nuestras esposas y cómo él, con Jimmy Stewart, comenzó a hablar mal de numerosas personas y diciéndole a la chica que yo había llevado que debía abandonarme y estaban muertos de la risa.
Eran muy crueles con los demás y pienso que es una tontería no haber olvidado ese incidente".

El libro está cargado de humor negro, tiene un veneno que se dirige sobre todo a quienes de una u otra forma intentaron cerrarle el paso cuando comenzaba. Actualmente tiene una productora que se llama " Bryna".

A los hijos los ha ayudado a instalarse cómodamente dentro de la industria y en varias ocasiones se refiere con un orgullo nada disimulado a Michael, actor y productor, ganador este año del Oscar por Wall Street.

A los 71 años se siente cansado, con ganas de abandonar el cine del todo, pero cada semana le llegan nuevas historias, películas que en algunas ocasiones quieren ser continuación de otros éxitos protagonizados por este hombre quien, al referirse a la fama cuenta esta anécdota: Un día se citó con una admiradora que estaba loca por él, que quería compartir un rato con quien consideraba una leyenda.
Se encontraron y se saludaron mientras el no tan anciano actor sacaba los músculos y alzaba el mentón para que su acompañante observara mejor el hoyuelo. La chica se quedó mirándolo, extasiada, y sólo pudo soltar una frase: "Dios mío, si es el padre de Michael Douglas" --