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Doña Clara pasó 7 horas retenida por haber olvidado pagar un paquete de galletas. | Foto: Archivo particular

TESTIMONIO

“El guardia se equivocó en juzgar": mujer de 75 años que estuvo detenida por unas galletas

Clara Inés Forero, una abuela de 75 años, estuvo 7 horas privada de la libertad por haber olvidado pagar dentro de sus compras un paquete de galletas de 2 mil pesos. Contó a SEMANA la experiencia que vivió.

13 de junio de 2018

Este es su relato de lo sucedido:

El incidente es tonto, pero no deja de perturbarlo a uno cuando uno nunca ha tenido problemas judiciales. Pasó el jueves y fue muy maluco. Le cuento que estoy como perturbada, mejor dicho, como que tengo la mente en otro lado. 

Haber estado allá en esa inspección de policía fue muy maluco para mí. En mi vida había ido allá, a una cosa de esas, ni he tenido nunca problemas con nadie ni siquiera de disgusto. He vivido en esta casa 50 años y sin jamás tener nada que ver con nadie, y mire.

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Yo llegué al supermercado como a las 12:30 pasadas. Suelo ir a ese supermercado. No es que merque todo allá, sino que cuando me faltaba algo iba ahí porque me parecía bueno. Ese día llevé una taleguita en la que eché lo que iba a comprar. Debajo de los Soflán puse un paquete de galletas. Pagué los Soflán y las galletas no, se me olvidó.

A la salida me detuvo el guardia de seguridad. Digo yo que él se equivocó en juzgar, en tener un juicio de una persona a la que se le pudo haber olvidado pagar eso como a mí que cogí unas galletas y las metí entre la taleguita que llevaba, y que pagué lo demás y no eso por olvido. No es que el señor guardia me haya dicho groserías, pero sí me dijo "así vienen todos los ladrones". Me preguntó "¿cada cuánto viene aquí?" le dije "no, yo periódicamente estoy viniendo" y dijo “¡a ver qué se roban!”.

No me dijo "mire, se le olvidó pagar estas galletas, si esto ocurre puede ser grave" o alguna cosa como cuando uno le habla a una persona que no tiene ni cara de bandido ni ha tenido antecedentes en la vida, nunca, ni judiciales ni nada.

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Sentí que el señor guardia estaba diciendo lo que no era. Me dijo que iba a llamar a la policía, le dije "pues llámela". Cuando llegó la policía él dijo “es que aquí viene un grupo de viejitas y roban”. Yo le respondí “ni conozco a las viejitas ni yo soy de ese grupo”. No sé quién quién será el administrador del lugar, ninguno del supermercado salió. Con el único que tuve contacto fue con el guardia, no sé si sería él el que tomó la decisión, pero llamó a la policía.

Me subieron a la radio patrulla y me llevaron a la inspección.

Mis vecinas, tan bellas, se fueron detrás de la patrulla. Querían saber qué había pasado. Yo tal vez cometí una barbaridad al decirles "¡por favor no le avisen nada a mis hijas! Eso ahorita me sueltan y yo a ellas en la noche les cuento". Ese fue mi error, yo he debido primero y antes que todo contar con mi familia. Pero pensé que no era así, que un agente de más rango que los policías nos iba a preguntar a mí y al celador qué era lo que había pasado y yo salía.

Yo no fui ni asustada. Pensé "voy y que me vean, que vean que yo qué me iba a robar eso. Me preguntarán y eso pasará". Pero duró bastante tiempo.

Fue terrible, terrible, porque si uno es persona de bien cómo se siente entre un poco de personas detenidas por hurto, habitantes de la calle, peleones, borrachos… de todo. ¡Ay Dios mío! ¡Yo estaba más asustada!

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No, no, no. Me temblaba la mandíbula, de todo. La policía se portó muy bien conmigo, me trataron como debía de ser. Le decía a un patrullero, según dijo que era, "yo me quiero ir, por favor. ¿Con quién hablo? ¿Quién me debe tomar una declaración?" Pero resulta que no hubo quién me tomara nada.

Estuve allí desde las 2 de la tarde. En la estación no me ofrecieron nada de comer, pero las vecinas que habían ido me llevaron comidita pero a mí no me pasaba ni el agua, Dios mío. Una aromática y ni siquiera me pasaba. Me llevaron un café y me lo eché encima. Lo único que dije fue ‘mire, yo no quiero comer nada, yo lo que me quiero es ir‘.

Por la noche el patrullero dijo que me tenía que quedar.

Ya mis vecinas le habían avisado a mis hijas y ellas estaban ahí. Catalina, una de ellas, dijo "¡me quedo yo con mi mami!" y Ángela, la otra, "¡yo también! ¿Cómo la van a detener? ¡Esto es un atropello!" No, ¡yo sentía una angustia! Y cuando me dijeron eso dije "no, señor yo no me quiero quedar, yo no he hecho nada, yo no soy ladrona". Entonces fue cuando me dejaron salir. Por fortuna me dejaron ir a las 9 de la noche.

En un papel decía "orden de salida", yo firmé eso y ni siquiera leí. Al otro día me tocó volver e iba pero requete asustada. Yo pensé "ahora qué tal que pase esa puerta, y después no pueda salir". De todas maneras me toca ir a la Fiscalía.

Desde ese día he tenido muchos nervios. Tal vez yo ya tengo una edad avanzada y a uno se le olvida lo que hace de pronto. Por ejemplo que dejó las llaves aquí y luego no las encontró. Me pasó eso, un olvido. Yo en ningún momento me iba a coger unas galletas de 2 mil pesos. De todas maneras fue muy feo el incidente.