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Mucho menos visibles que el presidente, Jared e Ivanka han construido una especie de corte dentro de la Casa Blanca. El libro de Ward intenta desentrañar algunos de sus secretos y de sus escándalos. | Foto: Ap

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Ivanka Trump y Jared Kushner, la pareja más poderosa de EE.UU.

Ambiciosos, tercos, codiciosos y manipuladores. Un nuevo libro pone la lupa en la vida de los esposos Kushner, que se han hecho bastante poderosos durante el gobierno de Donald Trump. Esta es su historia.

30 de marzo de 2019

Donald Trump nunca estuvo convencido de llevar a su hija Ivanka y a su yerno Jared Kushner a la Casa Blanca.

Sopesó la decisión durante varias semanas, dudó hasta el último momento e incluso llegó a preguntarse, en reuniones con varios de sus asesores, por qué ella habría de renunciar a la gran vida que llevaba en la glamurosa Nueva York para irse a vivir a Washington: una ciudad mucho más gris, aburrida y llena de gente obsesionada con la política.

La mayoría de sus asesores estaba en contra de la decisión, pero Steve Bannon la apoyaba. El asesor más cercano de Trump, y el hombre de la narrativa populista en la que basó su campaña, creía que los esposos eran una especie de polo a tierra; los únicos que podían controlar al presidente en momentos de crisis y de alta tensión.

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Su opinión resultó definitiva: contrataron a Jared como asesor sénior de la presidencia y a Ivanka como consejera.

Foto: Tienen tres hijos: Arabella, Joseph y Theodore. Arriba, Ivanka con su padre, con quien tiene un trato bastante cercano, incluso durante las reuniones o los eventos oficiales.

Pero al contrario de lo que Bannon pensaba, los Kushner no trajeron calma en medio de la tormenta. Por el contrario: se convirtieron en un motivo más de preocupación en la Casa Blanca, en una fuente de tensión con otros funcionarios y en una de las parejas más poderosas de Washington, que hasta puso muchas veces sus intereses personales por encima de los de su país.

O eso, por lo menos, cuenta Kushner Inc., el libro de la periodista británica Vicky Ward, que salió este mes en Estados Unidos. Luego de entrevistar a más de 200 fuentes, muchas de ellas anónimas, la escritora esboza un retrato que muestra sus luchas por el poder y su ambición sin límites.

En la Casa Blanca se refieren a Ivanka como Habi por “Home of all bad ideas”, que en español sería algo así como “La casa de todas las malas ideas”.

Según ella, los Kushner se han ganado tanta animadversión en la Casa Blanca que quienes trabajan en la Presidencia se refieren a Ivanka como Habi por “Home of all bad ideas”, que en español sería algo así como “La casa de todas las malas ideas”. Y le dicen a Jared “El secretario de todo” porque suele meterse en muchos temas.

El exjefe de gabinete de la Casa Blanca John Kelly, incluso, habría dicho que eran como un par de niños “jugando a gobernar”. Y el propio Trump se habría planteado la idea de sacarlos, pues creía que le estaban trayendo mala prensa. Algo que, finalmente, nunca hizo.

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Pero más allá de los enemigos que han ganado con su ascenso al poder, Ward los pinta como una pareja ambiciosa, hipócrita y más peligrosa que Trump, pues son menos impulsivos y más calculadores. No en vano, varios de sus contradictores, como el propio Kelly, ya han salido del Gobierno, mientras que ellos siguen firmes.

Ambición y amor

Jared, nieto de una pareja de judíos sobrevivientes del Holocausto que huyeron de la Unión Soviética, es el heredero de Kushner Companies, una empresa de finca raíz fundada por su padre, Charlie Kushner, en 1985.

En 2005, cuando Jared tenía 25 años, arrestaron a su papá por varios delitos, como aporte ilegal a campañas políticas, evasión de impuestos y manipulación de testigos. Este último caso fue bastante grave, pues contrató una prostituta para seducir a su cuñado, grabó el encuentro y pretendía enviárselo a su hermana durante una fiesta familiar.

Trump no habría estado muy convencido, pues siempre decía que hubiera preferido que su hija se casara con Tom Brady, estrella del fútbol americano.

La Justicia lo mandó a pasar 14 años en la cárcel y Jared quedó encargado del negocio. Comenzó a comprar propiedades en Manhattan e incluso adquirió The New York Observer, un periódico de circulación semanal.

Pero en 2006 hizo una de las peores inversiones de su vida: compró un rascacielos de 41 pisos en la Quinta Avenida de Manhattan que le costó 1.800 millones de dólares. Cuando la burbuja inmobiliaria estalló, un par de años después, se convirtió en un elefante blanco y la empresa familiar quedó con una deuda que amenazaba con quebrarla. Este tema lo perseguiría desde entonces.

Conoció a Ivanka en 2007, cuando los presentó un agente de bienes raíces que creía que podían hacer negocios juntos. Ambos tenían 26 años y se enamoraron.

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Se casaron en 2009, en una boda con 500 invitados, para lo cual ella se convirtió al judaísmo. Y aunque Trump los apoyó, no habría estado muy convencido, pues siempre decía, medio en serio y medio en broma, que hubiera preferido que su hija se casara con Tom Brady, la estrella del fútbol americano.

Igual, formaron una familia próspera: Jared manejaba el negocio familiar e Ivanka montó su propia empresa de ropa. Además, tuvieron tres hijos –Arabella, Joseph y Theodore– y se convirtieron en personajes de la vida social de Nueva York. Hasta que Trump llegó a la presidencia y dieron el salto a Washington, de lleno a la política.

Allá obtuvieron bastante poder. Jared, por ejemplo, quedó encargado de temas tan diversos como la paz en Medio Oriente, el plan para atender la epidemia de opioides que azota Estados Unidos y la renegociación del Nafta, el tratado de libre comercio con México y Canadá.

Estar en tantos frentes le trajo tensiones con otros poderosos de la Casa Blanca, como Gary Cohn, asesor económico de Trump, y Rex Tillerson, entonces secretario de Estado. La pelea la ganó él, pues ambos están fuera del Gobierno.

Foto: Jared asumió tantas funciones que tuvo conflictos con otros miembros del gabinete. Uno de sus grandes contradictores fue Rex Tillerson, hoy ex secretario de Estado. 

La acusación más grave, sin embargo, tiene que ver con la forma en la que Jared ha usado su posición para favorecer sus propios negocios.

El joven Kushner convenció a Trump de unirse a un bloqueo propuesto por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos contra ese país. Una decisión que casi causa una guerra.

En 2017, por ejemplo, el Gobierno de Catar le negó un préstamo de 1.000 millones de dólares a la empresa de su familia para pagar la vieja deuda por el edificio de Manhattan. Sin inmutarse, el joven Kushner convenció a Trump de unirse a un bloqueo propuesto por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos contra ese país.

Esa decisión no solo sorprendió a los medios, a miembros del gabinete y a otros asesores del presidente, sino que casi causa una guerra en Medio Oriente. El propio Tillerson habría culpado a Jared, quien además es un gran amigo del príncipe Mohamed bin Salmán, heredero al trono saudí. “Tu interferencia puso en peligro a Estados Unidos”, le habría dicho, bastante molesto.

Pero no solo ha metido al presidente en ese problema. Jared también se reunió con emisarios rusos durante las elecciones, lo cual lo convirtió en un blanco de la investigación del fiscal Robert Mueller, que la semana pasada absolvió a la campaña de Trump.

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Y el mes pasado, varios congresistas acusaron al presidente de intervenir para que le dieran a su yerno acceso a información de seguridad sin cumplir los requisitos.

Ivanka, por su parte, también ha estado bajo sospecha. Se agarró varias veces con Tillerson porque él se opuso a que ella usara aviones de la Fuerza Aérea en forma innecesaria para sus desplazamientos.

Y el año pasado, en medio de la disputa comercial entre Estados Unidos y China, el Gobierno de Xi Jinping le autorizó expandir su marca de ropa en ese país, lo que puso sobre la mesa el tema de los conflictos de intereses. La polémica creció tanto que meses después Ivanka anunció que cerraba la marca y que se enfocaría en su trabajo en el Gobierno.

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Nuevamente, muchos, incluido su padre, se preguntaron por qué dejaba su exitosa vida como empresaria por un trabajo gubernamental que la hace un blanco fácil de críticas.

El libro de Ward aventura una respuesta: ella y su marido sueñan con seguir los pasos de su padre, convertirse en una dinastía como la de los Kennedy o los Bush, y llegar en un futuro a la presidencia de Estados Unidos. Pero eso está por verse.