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‘Starbuck’ cuenta la historia de David Wozniak (Patrick Huard), un hombre que fue donante en su juventud y 20 años después se entera de que tiene 533 hijos. La película canadiense ha tenido tan buena acogida que Hollywood ya empezó a hacer su propia versión. | Foto: Babilla cine / AFP

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Los sementales de la ficción y de la realidad

La película ‘Starbuck’ cuenta la historia de un donante de semen que tiene más de 500 hijos. Aunque parece absurdo, los casos de dos hombres en Estados Unidos demuestran que esa cifra no está tan alejada de la realidad.

20 de abril de 2013

A sus 42 años, David Wozniak no había logrado gran cosa en la vida. Trabajaba en la carnicería de su padre haciendo las tareas más básicas, pues nadie le confiaba labores de más responsabilidad. Su historia financiera era un desastre así que ningún banco le otorgaba un préstamo. Incluso su novia embarazada le pidió que se alejara de su vida porque prefería criar al bebé sola que con alguien tan poco fiable como él. 

Sin embargo, y a pesar de sus innumerables defectos, Wozniak tenía un gran corazón. Por eso, cuando su madre se enfermó de cáncer sin haber visitado Italia, se propuso cumplir con ese deseo a como diera lugar y lo logró donando durante un año a un banco de esperma. Su mamá viajó y él se olvidó de todas las muestras que recogió. Pero dos décadas después se enteró de que tenía 533 hijos y que 142 lo querían conocer. 

Wozniak es el protagonista ficticio de Starbuck, una película canadiense que se estrenará pronto en Colombia. Los realizadores habían tenido la idea de contar la historia de un donante de semen con 150 hijos, pero temían que fuera inverosímil. “Pero luego se conoció en los medios el caso de un donante que había descubierto que había engendrado 400 niños y nos dimos cuenta de que lo nuestro no era nada comparado con la realidad”, dice Ken Scott, el director de la cinta. Y la verdad es que a pesar de que parece excesivo, hay varios casos de la vida real que lo prueban. 
 
El hombre que agotó un estado

Como la mayoría de los estudiantes, Chase Kimball luchaba para mantener sus finanzas a flote y ganarse unos dólares adicionales mientras estudiaba Derecho en la Universidad de Utah. El problema era que entre sentencias, códigos y miles de páginas de jurisprudencia, no le quedaba mucho tiempo para conservar un trabajo. Pero encontró la solución en un banco de semen, lo que para él suponía una situación en la que todos ganaban: no solo recibía 20 dólares por muestra, sino que sabía que eso le ayudaría a las parejas infértiles a tener una familia. 

Kimball se convirtió en 007, el número bajo el que estaba registrado en la clínica de esperma, donde se volvió un donante habitual. Su muestra era excelente porque la probabilidad de fertilización al realizar el proceso era casi del 100 por ciento. Por eso, la clínica le permitió continuar y él lo hizo a pesar de que podría tener decenas de niños. Todo iba bien hasta que, luego de siete años de donar, la clínica le informó que ya tenía demasiados hijos en Utah y que solo podrían utilizarlo fuera del estado.

 Ahí empezó una especie de paranoia para el abogado: “Durante un tiempo, cada vez que veía grupos de niños en las calles me preguntaba si alguno sería hijo mío”, confiesa. Esa incertidumbre se volvió una realidad concreta cuando se registró en una página especializada en ayudarles a las personas concebidas por inseminación artificial a encontrar a su padre biológico y a sus hermanos medios. “Hace casi seis años dos jóvenes me dejaron un mensaje en el portal. Respondí tembloroso y acordamos vernos en una heladería”, contó el hombre, de 59 años, a SEMANA. 

Cuando se encontraron, no le cupo la menor duda de que eran hijas suyas. “La menor es igualita a mí y al ver fotos de mi juventud una dijo que parecía su hermana con barba”, dice entre risas. Y la cosa no paró ahí. “Hace poco apareció una tercera y sé que tengo otro hijo, pero él no quiere conocerme. No estoy seguro de cuántos niños son, pero deben ser mínimo cien”, estima.

 Kimball nunca tuvo hijos con su pareja, así que para él fue una gran experiencia encontrar a sus descendientes, con quienes entabló una bonita relación. Las tres que lo han contactado ya son adultas y lo visitan a menudo. Es más, también se volvió amigo de la madre de ellas. Por supuesto él no tiene obligaciones con ninguno de los hijos que resultaron de las donaciones, pero dice convencido: “Tengo sentimientos paternales por todos y me preocupa su bienestar”. Por eso acogió a una de las chicas durante varios meses en su hogar y la menor, quien actualmente está en la universidad, suele ir a su casa a hacer los trabajos.
  
El donante perfecto

A Kirk Maxey también le resultaba difícil llegar al final del mes y mantener un hogar con su joven esposa mientras estudiaba Medicina en Michigan. Pero ella era enfermera en una clínica de fertilización y encontró en su apuesto marido a la persona ideal para ayudar parejas que soñaban con un hijo y no podían concebir. Lo convenció de involucrarse en la clínica y pronto se convirtió en el donante estrella. No solo dio muestras dos veces a la semana durante 14 años, sino que, como todavía no se había desarrollado la tecnología para congelar los óvulos, lo hacía bajo todo tipo de presiones. 

“Una vez hubo una emergencia y me pidieron darles una muestra de inmediato. Lo tuve que hacer en el carro mientras manejaba hacia la clínica”, contó el médico. 

En ese entonces, no le prestaba mucha atención a la posibilidad de tener muchos hijos, hasta que cayó en cuenta de que sus donaciones podían haber resultado en unos 400 niños. Entonces se inscribió en el mismo portal al que recurrió Kimball y a los pocos meses empezó a encontrar a sus descendientes. “He conocido a unos 20, pero la industria de los bancos de esperma mantiene todo en secreto, así que es difícil saber cuántos más salieron de mis muestras”, dijo a esta revista.

A diferencia del abogado, Maxey sí tuvo niños con su esposa, pero eso no le impide querer entablar amistades con sus otros retoños perdidos. “Conocerlos ha sido muy conmovedor. Me ven como a un tío o un amigo. Yo me preocupo por ellos y trato de apoyarlos, sin meterme en los zapatos de un padre”, afirma el médico. Además, está dispuesto a conocer a todos los que quieran contactarlo, pues como él dice: “Después de todo, son mi familia”.

Ahora aboga por regular las donaciones en su país, ya que la situación actual es demasiado laxa. No hay chequeos médicos suficientemente rigurosos y se dan situaciones como que alguien con una condición genética degenerativa done esperma. La mayoría de los donantes son jóvenes a los que no les hacen una evaluación psicológica y muchas veces les dicen que solo usarán sus muestras para unos diez bebés, cuando no es raro que haya donantes con cerca de 70 hijos, o como los casos de Kimball, Maxey y el propio David Wozniak, con centenares.