Círculo de Mujeres
La apuesta femenina por la sostenibilidad
Los estudios mundiales sobre empresariado y emprendimiento muestran una creciente tendencia a priorizar los temas sociales y ambientales en los modelos de negocio. Las mujeres están a la cabeza de este movimiento, clave para hacer frente a las actuales crisis climáticas y humanitarias.

A inicios de la década de 1990 aparecieron señales de que la creciente conciencia climática comenzaba a transformar el mundo empresarial. Durante la Cumbre de la Tierra de 1992, en Río de Janeiro (Brasil), se redactó un plan de acción para promover el desarrollo sostenible, y en el evento de Naciones Unidas participaron importantes empresarios de talla global. “Fue una de las primeras veces en las que se habló del papel del sector privado en la construcción de una mejor sociedad”, dice María Emilia Correa, cofundadora de Sistema B y profesora de la Universidad de los Andes.
En Colombia también se sentían los vientos de cambio. En 1993, por ejemplo, se expidió la ley que crea el Ministerio de Ambiente con un amplio apoyo del sector empresarial, y surgió el Consejo Empresarial para el Desarrollo Sostenible (Cecodes), con la intención de promover prácticas que equilibraran los objetivos económicos, sociales y ambientales.
Desde entonces, esa tendencia del sector empresarial ha seguido tomando fuerza. En 2012, Correa creó Sistema B, que trajo al país y a la región el movimiento de empresas B, esas que cumplen altos estándares de desempeño social y ambiental, y que están legalmente comprometidas con beneficiar a sus accionistas, al planeta y a la sociedad, en general, lo que representó un cambio de paradigma (hoy, incluso, el Código de Comercio sigue determinando que las empresas están principalmente obligadas a generar rentabilidad a sus accionistas). En la actualidad, existen unas 1.310 empresas B en América Latina y el Caribe, y Sistema B se encuentra en 19 países de la región. Y en medio de este panorama, las mujeres están liderando la transición hacia una nueva manera de abordar los negocios.
Las emprendedoras, por ejemplo, están ejerciendo un importante papel en la transición hacia modelos más sostenibles. El Global Entrepreneurship Monitor (GEM) reveló que el 75,9 por ciento de las mujeres emprendedoras en el mundo tiene en cuenta la sostenibilidad social en sus estrategias de negocio, comparado con el 73,2 por ciento de los hombres. En el caso de la sostenibilidad ambiental, el 74 por ciento de las mujeres la consideran en sus estrategias de negocio, frente al 72,7 por ciento de los hombres. En los países de renta alta, como Alemania o Australia, estas diferencias son aún más marcadas: las mujeres son un 8 por ciento más propensas a darle prelación a la sostenibilidad sobre las metas económicas.
En abril pasado, Sustainability Magazine publicó un artículo sobre el importante papel que juegan las mujeres del sector privado en avanzar hacia un desarrollo económico con conciencia social y ambiental. Según la reconocida plataforma de sostenibilidad, las empresas con más mujeres en puestos directivos tienden a obtener mejores resultados en las métricas ambientales, sociales y de gobernanza, y su liderazgo ha resultado fundamental para generar adelantos en temas como la recuperación de residuos,
las energías renovables y las cadenas de suministro sostenible. Actualmente, el 63
por ciento de los puestos ejecutivos en las áreas de sostenibilidad de las 500 empresas del ranking estadounidense de Fortune son ocupados por mujeres.
Para explicar este fenómeno, los estudios han buscado respuestas en las características del estilo de liderazgo comúnmente asociado con las mujeres y en la información que se tiene sobre lo que las motiva a emprender. Por ejemplo, según Sustainability Magazine, “a menudo priorizan la planificación de largo plazo y la colaboración y la participación de la comunidad, cualidades esenciales para abordar los complejos desafíos ambientales”, y el Women’s Entrepreneurship Report de GEM explica que son ligeramente más propensas que los hombres a manifestar que arrancan un negocio para generar un impacto positivo en el mundo.
Ello coincide con la experiencia de Paola Franco, gerente de Impacta y directora de Fondo Impacta de la Universidad EAN, quien lleva más de diez años trabajando en el mundo del emprendimiento (desde el fondo han acompañado más de 200 emprendimientos sostenibles y en 2025 hicieron parte de la iniciativa Ella Invierte, para cerrar brechas en inversión de capital de riesgo). “Las mujeres, bien sea al momento de emprender o de invertir, solemos dar esos pasos arriesgados ancladas en un propósito de transformar vidas. Nuestra naturaleza nos hace tender a ser cuidadoras”, dice.
Empresas generadoras de vida
La cofundadora de Sistema B aplaude la diversidad de voces que se ha ido sumando al sector empresarial. “Ello trae nuevas perspectivas y maneras diferentes de entender el mercado, que generan cambios en cómo las compañías ven los riesgos y las oportunidades. Además, las mejores decisiones tienden a surgir de procesos que se nutren de otras miradas”, dice. Muchas de esas nuevas voces son femeninas, y su papel en el intercambio de ideas distintas ha ido más allá: “El liderazgo colaborativo suele ser femenino; lo que no quiere decir que no haya hombres extraordinarios ejerciéndolo”, dice.
El liderazgo colaborativo es común en un modelo de empresa que surgió en América Latina y que se ha convertido en una herramienta clave para enfrentar la crisis climática: las empresas generadoras de vida. “Son empresas que ofrecen productos o servicios en el mercado, y cuya forma de producción recupera ecosistemas degradados”, señala Correa.
Un ejemplo es Terrasos, una empresa creada por Mariana Sarmiento, en 2013, que se convirtió en pionera en Colombia y en la región en el desarrollo de bancos de hábitat. “Es un proyecto de conservación en el que hacemos restauración y preservación de ecosistemas. Lo administramos a través de cupos: en 100 hectáreas tenemos 100 cupos y las empresas pueden comprarlos para atender sus obligaciones de compensación ambiental o hacer inversiones voluntarias”, cuenta Sarmiento. Hoy protegen más de 6.950 hectáreas en todo el país.
La cadena de restaurantes Crepes & Waffles también le está apostando a proteger el planeta y construir comunidad. Trabajan directamente con comunidades y pequeños productores de cacao, en Tumaco; arracacha, en Cajamarca; y fríjoles, en Montes de María, que implementan modelos que cuidan la naturaleza del territorio y, en algunos municipios, también reconstruyen el tejido social. “Las relaciones comerciales no son solo transaccionales. También pueden hacerse compras con intención”, agrega Correa.
La influencia de las mujeres en los derroteros empresariales de la sostenibilidad también es clara en la ruralidad colombiana y sus emprendimientos. No en vano, en 2023, el Ministerio de Ambiente lanzó una hoja de ruta del ‘Plan de género y cambio climático de Colombia’,
construida con más de 300 mujeres comunitarias. “Nos hemos dado cuenta de que en el país las mujeres ven la naturaleza y la tierra de manera distinta –puntualiza Sarmiento–. En muchos casos, ellas han convencido al resto de la familia o de la comunidad a pensar en el largo plazo y a transformar el territorio”.
Entre las empresarias y las emprendedoras de las ciudades y las mujeres campesinas e indígenas que le apuestan a la sostenibilidad, Colombia se suma a un fenómeno mundial que está cambiando la economía, la producción y la relación de las personas con la naturaleza.