
Opinión
Salud mental: de los tabúes invisibles a la transformación
La salud mental no tratada afecta a la persona, tiene repercusiones económicas, sociales y familiares. Más allá de este panorama sombrío existe una oportunidad: romper el silencio, reconocer el problema y construir estrategias colectivas para disminuir el riesgo y potenciar el bienestar.
Hablar de salud mental sigue siendo incómodo. En las salas de juntas, hogares, hospitales e incluso en las universidades, todavía pesa el silencio. Se habla de hipertensión, cáncer o diabetes pero la depresión, la ansiedad, las adicciones o trastornos de conducta siguen relegados a un rincón cargado de estigma. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud advierte que para 2030 la depresión será la principal causa de carga de enfermedad en el mundo. ¿Por qué entonces seguimos callando?
El tabú persiste por varias razones: miedo a ser juzgados, la falsa creencia de que los problemas emocionales son ‘debilidad’ o ‘falta de carácter’, o la idea errónea de que se resuelven en privado sin intervención médica. Estas narrativas han llevado a normalizar el sufrimiento silencioso de millones de personas, aumentando riesgos como el suicidio, violencia intrafamiliar, consumo problemático de sustancias y deserción laboral y escolar.
Pero más allá de este panorama sombrío existe una oportunidad: romper el silencio, reconocer el problema y construir estrategias colectivas para disminuir el riesgo y potenciar el bienestar.
La salud mental no tratada afecta a la persona, pero también tiene repercusiones económicas, sociales y familiares:
• En el trabajo, la productividad se reduce drásticamente. Según la OIT, la depresión y ansiedad cuestan a la economía mundial cerca de un billón de dólares anuales por pérdida de productividad.
• En el hogar el impacto emocional se multiplica: padres con depresión tienen más riesgo de criar hijos con problemas emocionales; adolescentes sin atención adecuada tienden a perpetuar ciclos de violencia y exclusión.
• En los sistemas de salud la carga es enorme: pacientes con enfermedades crónicas no tratadas en su dimensión mental aumentan hospitalizaciones, complicaciones y costos para el sistema.
Lo más riesgoso es la negación. Mientras no hablemos de estos temas, seguiremos tratando las consecuencias y no las causas.
Transformar el tabú en estrategia
Desde que creé Heli Salud la pensé como una IPS que se enfocara en atención de salud domiciliaria incluyendo temas de salud mental, pues tengo la certeza de que no puede seguir siendo el último eslabón de la cadena de atención. Es esencial asumir un rol protagónico y entender que este desafío no solo requiere de atención clínica, sino también social, cultural y organizacional.
Un modelo de atención domiciliaria y ambulatoria en salud mental permite llegar donde otros no llegan para garantizar que un paciente con depresión, esquizofrenia o trastornos de ansiedad no tenga que enfrentar solo sus síntomas ni la burocracia de un sistema hospitalario saturado.
La atención con enfoque integral debe combinar:
• Prevención primaria al educar a familias, colegios y empresas para detectar señales de alerta
• Atención temprana con intervención domiciliaria que humaniza el proceso y evita la estigmatización.
• Acompañamiento continuo al integrar terapias psicológicas, psiquiátricas y soporte comunitario.
De esta manera se reducen las hospitalizaciones psiquiátricas que muchas veces son innecesarias; se reducen recaídas y mejora la adherencia a tratamientos. Más allá de las cifras hemos visto cómo pacientes que habían perdido la esperanza vuelven a estudiar, trabajar y reconstruir sus proyectos de vida.
Si Colombia logra poner la salud mental en el centro de la conversación pública, el beneficio será inmenso. No se trata solo de abrir más camas hospitalarias, sino de crear entornos protectores en colegios, universidades, empresas y barrios.
Esto implica avanzar en tres frentes estratégicos:
1. Visibilizar el tema: campañas que hablen sin miedo de depresión, ansiedad, suicidio y adicciones, eliminando etiquetas y discriminación.
2. Inversión inteligente: destinar recursos a prevención y atención comunitaria, que resultan más costo-efectivas que los tratamientos tardíos.
3. Innovación en modelos de cuidado: apostar por programas domiciliarios, telemedicina, apoyo psicosocial y articulación entre salud y educación. En un país marcado por la violencia, la inequidad y la incertidumbre
Invertir en salud mental es invertir en paz, productividad y desarrollo humano. La salud mental no es un lujo ni un tema secundario. Un país con ciudadanos emocionalmente sanos tiene mejores líderes, familias y empresas. El cambio es posible cuando se deja de hablar en voz baja y se actúa con visión estratégica. Nuestro reto—y nuestra oportunidad—es seguir demostrando que los riesgos pueden transformarse en innovación, que el silencio puede convertirse en diálogo y que los tabúes, al romperse, abren puertas hacia un futuro más humano.
Mariana Rodríguez Rodríguez, gerente general de Heli Salud