María Carolina Angulo, CEO y confundadora de Lok Foods

Opinión

Ser madre trabajadora y presente: un acto de equilibrio con impacto social

Elegir ser madre y tener un desarrollo profesional es un acto con repercusiones sociales, económicas y culturales. El futuro del país también depende de la capacidad de honrar y sostener a quienes, desde la doble trinchera del hogar y del trabajo, están formando a la próxima generación.

Por: María Carolina Angulo
26 de septiembre de 2025

En el debate sobre el futuro del trabajo, la productividad y el bienestar, existe un tema que merece ser abordado con mayor seriedad: el valor de ser madre trabajadora y, al mismo tiempo, estar presente en la vida de los hijos. Este desafío, que a menudo se vive en silencio, refleja una de las tensiones más profundas de la sociedad contemporánea: cómo conciliar el deseo de construir una carrera profesional sólida con la necesidad y responsabilidad de acompañar el desarrollo emocional, físico y social de los hijos.

En Colombia, según cifras del DANE, más del 47% de los hogares son sostenidos por mujeres, muchas de ellas madres que equilibran trabajo y cuidado. Este dato no solo muestra la magnitud del reto, sino también su relevancia económica y social. Una madre trabajadora no contribuye únicamente al ingreso del hogar, sino al crecimiento del país, al dinamismo de los mercados y al fortalecimiento de la resiliencia familiar. Sin embargo, este esfuerzo suele ser invisibilizado, reducido a una narrativa de sacrificio sin reconocer que detrás existe un ejercicio admirable de liderazgo.

La maternidad en el contexto laboral no puede seguir siendo vista como una “limitación”. Por el contrario, es un motor que impulsa a muchas personas a ser más disciplinadas, estratégicas y creativas. Las habilidades que se desarrollan al ejercer una maternidad consciente como la empatía, la gestión del tiempo, la resiliencia y la capacidad de priorizar, son competencias altamente valoradas en cualquier entorno profesional.

Ser madre trabajadora y presente significa habitar dos mundos que parecen incompatibles, pero que en realidad se enriquecen mutuamente. La exigencia de llegar a casa con energía para escuchar, acompañar y guiar a un hijo después de un día de reuniones y decisiones difíciles no es un obstáculo: es una lección constante sobre la importancia de lo esencial. Esa coherencia entre lo que se predica en el trabajo responsabilidad, compromiso, visión de futuro y lo que se practica en casa es lo que da sentido a ambas esferas.

No obstante, es importante señalar que este equilibrio no debe recaer únicamente en la fuerza individual. Se requiere una sociedad que reconozca y valore la importancia de la maternidad como pilar de desarrollo. Políticas públicas como licencias de maternidad adecuadas, horarios flexibles, acceso a jardines infantiles de calidad y cultura empresarial sensible a las dinámicas familiares no son beneficios adicionales: son inversiones en capital humano y social. La evidencia internacional lo respalda: estudios de la OCDE demuestran que los países que promueven medidas de conciliación laboral y familiar obtienen mayores tasas de productividad y de participación económica femenina.

Colombia tiene todavía un largo camino por recorrer en este aspecto. Aunque se han dado pasos importantes en materia de derechos laborales, la práctica empresarial sigue mostrando resistencias. Persisten prejuicios que limitan el acceso de madres a posiciones de liderazgo o que cuestionan su disponibilidad y compromiso. Esta visión cortoplacista ignora el potencial transformador que tiene una madre trabajadora, tanto en el espacio laboral como en el social.

La maternidad presente también tiene un impacto directo en la formación de futuras generaciones. Hijos que crecen acompañados por una figura que, además de proveer, está disponible emocionalmente, desarrollan mayores niveles de seguridad, autoestima y capacidad de adaptación. En tiempos de crisis sociales, violencia y fragmentación del tejido comunitario, esta presencia se convierte en un acto profundamente político: criar con tiempo, escucha y amor es sembrar ciudadanos más conscientes y resilientes.

La clave está en dejar de ver el rol de madre trabajadora como una carga doble y empezar a comprenderlo como una oportunidad doble. Cada día en que se cumple una meta profesional mientras se acompaña a un hijo en sus logros cotidianos, se está demostrando que el éxito no tiene por qué ser excluyente. Se puede construir una trayectoria laboral brillante y, al mismo tiempo, ser parte activa en la construcción emocional de un hogar.

La reflexión que debemos hacer como sociedad es clara: no podemos seguir obligando a las madres a elegir entre ser profesionales o ser presentes. Ese dilema es artificial y responde a estructuras laborales rígidas que ya no tienen cabida en un mundo interconectado y flexible. La verdadera transformación vendrá cuando entendamos que permitir y fomentar que una madre esté presente en la vida de sus hijos no solo beneficia a esa familia, sino a toda la comunidad.

En última instancia, ser madre trabajadora y presente no es solo una cuestión personal: es un acto con repercusiones sociales, económicas y culturales. Es la prueba de que la coherencia entre productividad y humanidad es posible. Y es, sobre todo, un recordatorio de que el futuro del país también depende de la capacidad de honrar y sostener a quienes, desde la doble trinchera del hogar y del trabajo, están formando a la próxima generación.

María Carolina Angulo, CEO y fundadora de Lok Foods