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CUANDO LAS COLEGIALAS CRECEN

La hija del presidente Carter pasa de la Casa Blanca a los tribúnales.

25 de mayo de 1987

Hay situaciones y actitudes que parecen normales en la vida de las personas. Cuando usted piensa en la hija de un rico y afamado personaje seguramente pasa por su mente le idea de una persona consentida a quien la rodean todo tipo de comodidades, le sobran todo tipo de adulaciones y, claro, tiene muchas puertas abiertas, no todas, con el solo enunciado de su apellido. Piense ahora en la hija de un ex presidente de Estados Unidos y muy seguramente a lo anterior usted le agregara un cierto poder político, un respeto al sistema americano y sus instituciones, y la elegancia que deben heredar las personas que han vivido la experiencia del protocolo de la Casa Blanca. Si ha pensado usted en esto está equivocado.
En la mansión presidencial de la Unión Americana han vivido muy pocos menores de edad en este siglo. Entre los más recordados están Carolina y John Kennedy y Amy Carter. Los primeros abandonaron la mansión en 1963 y transcurrirían 14 años sin que se escucharan gritos, risas y llantos infantiles en sus jardines lo que ocurrio con la llegada de Amy Carter y sus padres Rosalynn y Jimmy en 1977.
En una decisión de carácter estrictamente político, el Presidente matriculó a su pequeña en una escuela pública del Distrito de Columbia en Washington, muy seguramente para demostrar con ello su respaldo a la educación pública americana. Amy empezaba su cuarto año de escuela elemental y tenía 10 años. Para ella fue un cambio brusco el venir de una escuela privada en White Plains, Georgia, a una publica de mayoría negra en Washington.
En los comienzos de su experiencia, Amy tuvo un fuerte altercado con su profesora cuando un día ésta le ordenó a la clase no salir al patio durante el recreo por el frío intenso. Amy se sublevó, pues según sus palabras "con mi suéter, abrigo, guantes y ,orejeras no sentiré frío"; el problema era cuántos más en su clase tenían iguales comodidades. Amy salió esé día con un solo suéter, pues los otros los cedió a sus compañeritos.
De regreso en Georgia, durante su bachillerato (high school), Amy se distinguió por sus continuas protestas a favor de muchas causas sociales, además de entrometerse en opiniones políticas que en más de una ocasión le causaron problemas con sus profesores. La opinión americana empezó ver su fotografía publicada en lo principales periódicos o su figura el los programas noticiosos de televisión. Una vez Amy aparecía en una calle obstruyendo el tráfico para protestar por la discriminación racial; otro día aparecía detenida por la Policía al causar desórdenes callejeros protestando por la igualdad femenina ante el trabajo o por la política internacional impuesta por el sucesor de su padre en la Presidencia, o protestando contra las armas nucleares, o por la invasión a Grenada. Amy se ha convertido en una continua protesta contra muchas de las políticas del establecimiento una vez dirigido por su propio padre.
Actualmente Amy es una estudiante superior en la Univesidad de Northampton, Massachussetts.
Como mujer la hija de los Carter tiene fama de mal vestida. Jamás se le ve peinada; se mantiene con su rojizo pelo largo suelto y sin maquillaje; le gustan las faldas largas y anchas. Quien la ve comprende en ella la realidad de la juventud rebelde contra las normas establecidas.
Su última aparición pública comenzó hace unos meses cuando la CIA llegó a la universidad a cumplir con su rutinaria labor de reclutamiento. Amy y 14 compañeros más, entre ellos Abbie Hoffman, reconocido oponente de las políticas de la CIA en el mundo, impidieron abruptamente la labor de los representantes de la agencia. Todos fueron demandados, detenidos y llevados ante la Corte por su acción. El juicio duró un poco más de dos semanas y copó las primeras páginas de la prensa. Amy y sus compañeros convencieron al final del juicio a los seis jurados de conciencia de que la CIA no es ni la sombra de la ejemplar organización que una vez dirigió su padre; la CIA juega una guerra sucia en Nicaragua y sus acciones han hecho perder el entusiasmo de los norteamericanos en la lucha contra el comunismo. Amy y sus compañeros fueron declarados inocentes en un veredicto trascendental por su contenido político. Según los propios miembros del jurado ellos jamás imaginaron lo que la CIA hace en Centroamérica.
Amy está próxima a recibirse y seguramente en el futuro su nombre seguirá ocupando primeras planas por lo controversial de sus actuaciones.
Y a todas estas, ¿qué opina su padre? "Lá quiero mucho, la respeto y tiene mi apoyo para todas sus iniciativas".