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| Foto: A.F.P.

BRASIL

Dilma Roussef: con los días contados

Comienza en Brasilia el juicio político para destituir a la presidenta. Un momento histórico marcado por la paradoja y la injusticia.

27 de agosto de 2016

La suerte de la primera mujer en llegar a la Presidencia en la historia de Brasil parece estar echada. Si no hay algún hecho espectacular, Dilma Rousseff será removida por el Senado, tras un proceso de juicio político iniciado nueve meses atrás.

Todo indica que ya están más de los 54 votos necesarios para separar a la presidenta, entre los 81 miembros del Senado. De esta manera, Dilma, reelecta en octubre de 2014 para un mandato que concluye en 2018, será la segunda mandataria sometida a un juicio político, pero a diferencia de Fernando Collor de Mello, que renunció en 1992 antes de ser condenado, la presidenta prometió dar batalla hasta el final.

“Comienza el día de la vergüenza nacional, el día que senadores comienzan a rasgar la Constitución del país y el día que comienza el castigo de una mujer inocente”, dijo el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva el jueves, cuando se inició el juicio, en un acto en Niteroi, ciudad vecina de Río de  Janeiro. 

Lo insólito es que, en un país consumido por escándalos de corrupción, a la presidenta no la acusan por ningún delito relacionado con recibir dineros o favorecer a privados en obras públicas, sino por una irregularidad administrativa, cometida por todos los gobiernos anteriores a ella: utilizar créditos suplementarios sin aval del Congreso y usar dinero de bancos federales para cerrar las cuentas fiscales. “‘Impeachment’ sin crimen de responsabilidad es golpe”, se ha defendido Rousseff.

Más grave aún, entre los acusadores, los diputados y senadores que llevan adelante el juicio político, hay más de 40 presos, procesados o acusados de corrupción en el escándalo del Lava Jato, el esquema de sobreprecios y corrupción alrededor de Petrobras y de las principales empresas constructoras del país.

Si Dilma termina destituida, el actual presidente interino, Michel Temer, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), continuará en el gobierno hasta el 31 de diciembre de 2018. Pero el hecho de que se confirme en el palacio en estas circunstancias abre grandes dudas sobre el futuro de su gobierno. Temer ni siquiera pudo participar en la ceremonia de cierre de los Juegos Olímpicos de Río, por temor a los chiflidos y protestas que su presencia generaría.

En julio, las encuestas le daban 13 por ciento de aprobación, al tiempo que 62 por ciento apoyaba el llamado a nuevas elecciones. En una encuesta de Paraná Pesquisas publicada el 25 de agosto, la tendencia se mantiene: 60 por ciento de los brasileños apoya la propuesta de Dilma de que se realicen nuevas elecciones antes de 2018, y si se agregan los que quieren que Dilma se mantenga en el poder, la suma sube al 72 por ciento.

“No hay duda de que se aprobará la destitución. El problema es lo que viene después”, dijo a SEMANA Humberto Saccomandi, editor internacional del diario Valor Econômico de São Paulo. Temer deberá aplicar un duro programa de ajuste económico contra las políticas redistributivas de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) –Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y Rousseff desde entonces–, que lograron sacar a más de 30 millones de la pobreza y crear una nueva clase media en Brasil, pero que implicaron un enorme aumento de los gastos del Estado.

“Temer tiene que hacer un recorte muy fuerte, porque esta semana aprobaron un presupuesto para este año con un déficit de 40.000 millones de dólares y hay muchas dudas sobre lo que va a pasar en la economía”, explicó Saccomandi. “La reforma más polémica es la del aumento de la edad jubilatoria, ya que los egresos por este rubro representan un enorme agujero en las cuentas públicas. Dilma también lo hubiera tenido que hacer, pero Temer no tendrá legitimidad, y tendrá problemas en el Congreso, porque es un Congreso muy dividido, con muchos partidos no ideológicos, que están allá para hacer negocios”, señaló.

La idea es establecer una franja con edad mínima de 65 años para jubilarse y una segunda de 70 años, de aquí a 20 años. Hoy, la edad media de jubilación es de 54 años. Otra de las reformas es flexibilizar la ley laboral vigente desde los años cuarenta, e imponer la negociación salarial por empresa y no por sindicatos como hasta ahora.

Lo grave es que, una vez cerrado el capítulo de Dilma, continuará el de la corrupción y el escándalo del Lava Jato, en el cual están involucrados altos dirigentes del partido de Temer: en primer lugar, Eduardo Cunha, el anterior presidente de la Cámara de Diputados, que debió renunciar después de haber facilitado el inicio del juicio político a Dilma.

Como escribió Paulo Moreira Leites, director de la Agencia Brasil 247, “la eventual permanencia de Michel Temer en la Presidencia implica la consolidación de un gobierno incapaz de traer esperanzas para las familias de los brasileños. Aun con el auxilio permanente de los principales medios de comunicación, el presidente interino no fue capaz de ofrecer a la gente aquel mínimo de ilusiones –en general pasajeras– que hacen parte de la luna de miel con la población, oportunidad única que siempre fue un derecho de los gobernantes recién llegados al cargo. Temer es un presidente nuevo y muy impopular para quien acaba de asumir”.

Sin embargo, el analista argentino Jorge Castro cree que la separación definitiva de Rousseff, junto con las buenas señales de la economía, abren un panorama favorable. “Después de seis años de estancamiento, hay señales de recuperación económica, jalonada porque la industria brasileña dejó de caer y ha comenzado a crecer. Además, no hay crisis del sector externo, porque la devaluación del real ha fortalecido las exportaciones y el superávit comercial de 2015, de 19.000 millones de dólares, se ampliará, y podría llegar al doble, quizás 40.000 millones de dólares este año. Brasil tiene intacto el sistema financiero, el nivel de reservas del Banco Central asciende a 325.000 millones de dólares, un récord histórico. Por eso es previsible una recuperación de la economía y un crecimiento en 2017”, dice Castro.

Para el comentarista argentino, la remoción definitiva de Rousseff “implica una reducción de la incertidumbre y un aumento de la tasa de inversión, que ha sido la causa fundamental de esta situación de estancamiento en la economía brasileña”.

Recuperación económica, impopu-laridad del gobierno, una clase política cuestionada son variables opuestas que definirán el futuro inmediato del gigante brasileño, tras la larga crisis política de los últimos años. Habrá que ver cuál de estas variantes se impone sobre el resto.