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Trump criticó a la prensa por haber informado “excesivamente” sobre la investigación de Mueller y la “supuesta” interferencia rusa. Dijo que su Gobierno está “mirando de cerca” a los que hablaron de colusión.

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Donald Trump salió sin un rasguño de la investigación de Mueller

Pocas veces Donald Trump ha aparecido contento. El informe exoneró a su campaña de haber conspirado con los rusos, lo que lo podría impulsar a la reelección. Pero los demócratas afilan sus cuchillos.

30 de marzo de 2019

El domingo 24 de marzo fue el segundo mejor día de la presidencia de Donald Trump. El mejor había sido el 8 de noviembre de 2016 cuando, contra todo pronóstico, el magnate neoyorkino derrotó a Hillary Clinton en las elecciones presidenciales. Este domingo 24, el fiscal general William Barr publicó en tres páginas un resumen del informe final que le había hecho llegar poco antes Robert Mueller, el fiscal especial que investigaba si Trump conspiró con Rusia para llegar a la Casa Blanca. La conclusión fue contundente: no hubo tal colusión. Y la consecuencia política es demoledora: con ánimo vengativo, Trump ha salido disparado a la reelección y lo más probable es que, como van las cosas, gobierne hasta 2025.

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William Barr no dio lugar a dudas. “El fiscal especial no encontró que la campaña de Trump o cualquiera de sus asociados hubiera conspirado o coordinado algo con el Gobierno de Rusia a pesar de las múltiples propuestas de personas vinculadas con Rusia de apoyar la campaña”. Era el corolario de un documento de más de 300 páginas que el viernes anterior le había enviado Mueller en el que habían trabajado casi 50 agentes del FBI, una veintena de abogados y expertos en Inteligencia, todos los cuales llevaron a cabo más de 500 registros de viviendas y oficinas, y cerca de 3.000 citaciones a declarar.

William Barr.

Mueller, muy respetado exdirector del FBI, había comenzado su tarea el 17 de mayo de 2017, es decir, hace 22 meses. Lo nombró el vicefiscal estadounidense luego de que el fiscal general de la época, Jeff Sessions, se declaró impedido por haberse reunido en sus tiempos de senador con el embajador ruso en Washington.

Desde entonces no se quedó quieto un segundo. Acusó a 34 personas, lo que incluye a varias que estuvieron vinculadas a la campaña de Trump o a su vida como empresario.

El más sobresaliente de la lista, Paul Manafort, que ocupó fugazmente la gerencia de la campaña en 2016, recibió una condena de casi cuatro años de prisión por el delito de fraude financiero. También figura Michael Flynn, teniente general retirado del Ejército, el primer asesor de Seguridad nacional de Trump que solo 20 días después de asumir debió marcharse luego de reconocer que les mintió a las autoridades con respecto a sus contactos con Rusia. Actualmente espera la sentencia.

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Michael Cohen, otro pez gordo cercano al presidente, también cayó. Abogado por varios años de Trump, le hizo repetidamente el trabajo sucio para librarlo de escándalos y jueces. Fue él quien logró, a cambio de un pago de 130.000 dólares, que la modelo porno Stormy Daniels no diera en plena campaña más detalles de su supuesta relación sexual con el multimillonario neoyorkino. Cohen confesó todo y lo sentenciaron a tres años de cárcel por ocho cargos como fraude fiscal, fraude bancario y violación a las normas de las campañas políticas. También cayó en la colada Roger Stone, un viejo zorro de la consultoría política desde los tiempos de Richard Nixon en Washington D.C., a quien Mueller ha sindicado incluso de manipulación de testigos.

Conocido el informe de Mueller, Trump reaccionó exultante. “Esta es una exoneración total y completa”, dijo, aunque no tiene razón. Si bien el fiscal especial no lo acusó del delito de obstrucción a la justicia, tampoco lo exoneró. Pero el mandatario se hizo el de la vista gorda y más bien se mostró vengativo, una actitud muy suya que puede predominar de aquí en adelante. Para él, mucha gente actuó a lo largo de estos meses con ánimo traicionero, haciéndole pasar mal. “Estamos mirando muy de cerca a esas personas”, agregó en referencia a dirigentes políticos como el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, el demócrata Adam Schiff, que usó reiteradamente la palara “colusión”. Pero no solo eso. Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York y abogado de Trump, así como el republicano Rand Paul, dice que deberían investigar al destituido exdirector del FBI James Comey e incluso al anterior presidente, Barack Obama.

Robert Mueller.

Los democrátas no han tenido una estrategia clara sobre cómo reaccionar ante el informe y, por consecuencia, no han podido atajar los ánimos enérgicos que Trump ha mostrado esta semana. Muchos opositores al Gobierno, como el senador democráta y precandidato a la presidencia Bernie Sanders, han exigido publicar las 300 páginas del informe completo. Sin embargo, es poco probable que ocurra en el mediano plazo.

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La prensa también recibió críticas del presidente a lo largo de la semana. El famoso profesor de Derecho de la Universidad de Harvard Alan Dershowitz (y frecuente defensor de Trump), insiste ahora en que los medios deben disculparse por haber informado sobre algo que no existió. Sorprende un dato de la página NewsWhip: desde que Mueller se puso manos a la obra han sido publicados en la web 533.074 artículos sobre los nexos de Trump y Rusia, los cuales han generado 245 millones de interacciones en Twitter y en Facebook, eso sin contar las horas de televisión. Todo esto refuerza la criticada tesis de Trump según la cual la CNN, The New York Times, The Washington Post y otros medios solo son “fake news”, y le da alas a su campaña.

Vladimir Putin también salió victorioso de la investigación. En una declaración al respecto, afirmó que se confirmó “lo que ya se sabía”. El fiscal especial Robert Mueller entregó un texto de 300 páginas que reúnen meses de investigación, pero el fiscal general William Barr solo publicó una conclusión de tres páginas.

Luego de todo esto, ¿qué tan cerca está Trump de ser releegido dentro de un año y nueve meses? Bastante. Su aprobación está en el 44 por ciento mientras que la desaprobación supera el 51 por ciento, según Real Clear Politics. Esto lo dejaría a solo ocho puntos porcentuales de un respaldo mayoritario. Y la investigación de Mueller ha solidificado el apoyo de sus seguidores. Como le dijo a SEMANA Erick Langer, profesor e historiador de la Universidad de Georgetown en Washington, “Trump ha salido especialmente muy fortalecido entre sus fanáticos. Ahora puede mostrarse como una víctima y decir que todas las acusaciones contra él son mentira”. De este modo, si la economía no se resquebraja y si el desempleo se mantiene en mínimos, solo le haría falta un 8 por ciento de los votantes para ganar. Una tarea que resulta relativamente fácil de cumplir para un mandatario en ejercicio.

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El presidente se ha lanzado con todo a la reelección. El jueves estuvo en Grand Rapids, en Michigan, donde echó otro de sus discursos de 90 minutos y afirmó que “la farsa de la colusión se acabó”. Desde que comenzó su mandato no hay semana en la que no organice una gira política. Pero ahora lo hará con más fuerza.

No todo es tan fácil, sin embargo. Por un lado, tiene delante un país dividido. Un sondeo de NBC News y PBS News Hour refleja que apenas el 36 por ciento de los ciudadanos creen que el informe de Mueller establece la total inocencia del presidente. Y hasta el viernes de la semana pasada el 44 por ciento de los consultados por el Voter Study Group señalaban que debería haber un impeachment (juicio político).

Por otro lado, hay numerosas investigaciones contra Trump que siguen su curso, algunas a cargo de jueces en Nueva York y otras en la Cámara de Representantes, donde hay mayoría de la oposición demócrata.

Además, deberá esperar a que se sepa quién será el candidato del otro partido, donde de momento hay 17 aspirantes. Y gobernar adecuadamente, porque en los 21 meses que le restan hasta las elecciones, sin los nubarrones de la investigación de Mueller, Trump ha quedado completamente solo en el escenario. De modo que, si no cumple su papel a satisfacción del público, se la pueden cobrar más adelante.