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“Maduro es un presidente caído”: Julio Borges
El líder de la oposición venezolana exilado en Bogotá, habla con Rodrigo Pardo, director editorial de SEMANA, sobre el delicado momento que atraviesa su país después de la muerte del concejal Fernando Albán, en su lugar de detención. El tema del día en El Diario.
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Julio Borges, líder en Venezuela de Primero Justicia -partido de oposición- está en Colombia desde el mes de marzo y acaba de venir de una gira por Estados Unidos, en la que estuvo acompañado del concejal Fernando Albán, detenido a su regreso a Caracas y quien murió esta semana en hechos aún confusos que han despertado la atención de la comunidad internacional. Este jueves, la sala de casación penal del Tribunal Supremo de Justicia en Venezuela aprobó el enjuiciamiento de Borges. En un momento decisivo el diputado de oposición habló con semana.com sobre su situación y sobre su visión sobre el complejo momento que atraviesa su país.
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SEMANA: En el momento en que grabamos esta entrevista (miércoles en la tarde) se está llevando a cabo el funeral del concejal Fernando Albán, que fue muy cercano a Usted. ¿Qué significa la muerte?
Julio Borges: Fernando era una persona muy cercana a mí en lo personal. La semana pasada estuvimos juntos en Nueva York, en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Una persona que además era electo popularmente por el pueblo de Caracas para ser su concejal. Regresando a Venezuela desapareció del aeropuerto, y pasaron cerca de 30 horas sin saber nada de él hasta que finalmente supimos que estaba en la policía política -la Sebin- en Caracas, pues debía ser presentado a tribunales el día lunes. Y en la mañana, cuando estábamos esperando ese proceso, comenzaron los rumores de un supuesto suicidio. Pero hay una serie de elementos muy dolorosos que dejan en evidencia que lo más probable es que haya sido torturado brutalmente y hayan inventado todo este tema de que se lanzó por una ventana.
SEMANA: ¿Cómo sabemos que no es cierta la versión oficial del suicidio?
J.B.: Hay muchas cosas contradictorias. Primero, el Gobierno sale apurado a hablar de suicidio. Luego hablan de que estaba en tres sitios distintos: uno que estaba en el baño, otro que estaba en un pasillo y otro que estaba en una sala rindiendo declaración. Luego, cuando se entrega el cuerpo, no se nos permite acceso para hacer las pruebas independientes. Se supone que un preso político nunca está solo y tiene un custodio incluso para ir al baño. Y luego hay un tema también determinante: el edificio. No tiene ventanas. ¿Cómo se iba a lanzar? ¿Por dónde?
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SEMANA: Recuérdenos quién era Fernando y por qué estaba detenido.
J.B.: A Fernando lo detienen sin ninguna justificación y lo que pensamos es que fue simplemente por haber estado conmigo en Naciones Unidas y en la delegación de la oposición. El Gobierno tuvo una cacería brutal contra todo lo que hemos hecho a nivel internacional. Lo que más le duele es lo que hemos hecho para dejar claramente establecido que en Venezuela hay una dictadura y que hay una violación masiva de derechos humanos y derechos fundamentales. Por eso ha estado persiguiéndonos a todos nosotros de manera indiscriminada hasta llegar al punto de darle muerte al caso de Fernando Albán.
SEMANA: La acusación del gobierno dice que él tuvo que ver con el atentado contra Maduro, aquel de los clones en un acto público...
J.B.: Una de las cosas que hace el Gobierno es buscar este tipo de situaciones y acusar a todo el mundo. A Fernando lo estaban obligando a incriminar a distintos personajes de la oposición para meterlos también en esta acusación. No es nada nuevo. Desde que Maduro llegó al poder ha denunciado 22 supuestos atentados. A mí me ha metido en varios. El último fue en 2015, cuando nos acusó a Henrique Capriles y a mí de que íbamos a volar unos aviones desde Colombia piloteado por nosotros para bombardear a Caracas. Por ese tema metieron preso al alcalde Antonio Ledezma.
SEMANA: ¿Esa acusación es el motivo de su presencia en Colombia?
J.B.: No, yo creo que más bien es que nosotros hemos hecho muchas cosas que le han hecho daño al Gobierno -y nos sentimos muy orgullosos de eso-. Cuando yo fui presidente del Parlamento el año pasado, hicimos algo que fue una herida mortal para el gobierno: logramos que se le cerrara todo el financiamiento internacional. Porque el Gobierno venía endeudándose sin pasar por el Parlamento. Nosotros hicimos una cruzada internacional para dejar en claro que toda esta deuda es ilegal y afortunadamente logramos que la banca internacional dejara de prestarle dinero al gobierno. Luego hicimos todo lo necesario para que se desconociera la Asamblea Constituyente en una cruzada internacional muy importante. Logramos que más de 60 países desconocieran la Constituyente y cualquier acto suyo. Luego tuvimos otra cruzada internacional para promover las sanciones en Europa y Estados Unidos. Luego fuimos los promotores de las protestas del año pasado: estuvimos 130 días protestando. Y después yo fui jefe de la delegación que estuvo en República Dominicana, tratando de negociar las elecciones presidenciales, y para el gobierno toda su apuesta estaba en que íbamos a firmar y se iba a legitimar la elección. Pero al último momento, cuando ya veíamos que no había ninguna opción de tener elecciones libres, yo me planté y dije que no firmaría y que el gobierno me venía amenazando. Fué cuando tomé la decisión de venir finalmente a Colombia.
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SEMANA: ¿De qué lo acusan?
J.B.: El Gobierno me culpa de todos los males que hay en el país. Si uno ve la sentencia del Tribunal Supremo Justicia en mi contra, hace pocas semanas, me culpa de la falta de medicinas y hasta de la inflación.
SEMANA: ¿Cuál es su situación legal en este momento en Colombia?
J.B.: Tengo una visa de invitado de cortesía y estoy en proceso de solicitar la protección formal del Estado colombiano.
SEMANA: Regresando a su reciente gira en Estados Unidos, ¿cuál fue el balance?
J.B.: Con Fernando Albán logramos primero una visita inicial a Washington en la que pudimos reunirnos con los nuevos equipos de la Casa Blanca y el Departamento de Estado. Yo siento que hay una determinación clara por parte de los Estados Unidos a lograr un cambio democrático en Venezuela. Creo que se espera que sea una alianza de toda América Latina en este sentido.
SEMANA: ¿Y en Naciones Unidas?
J.B.: Yo diría que el tema venezolano fue el protagonista de la Asamblea General. En las intervenciones de los presidentes, en la votación sobre el concepto de protección y responsabilidad humanitaria en la declaración del grupo de Lima, en el hecho de que los presidentes se hayan unido para la demanda ante la Corte Penal Internacional... creo que hay una conciencia de la gravedad del problema.
SEMANA: Pero hay voces, como un reciente editorial de Analýtica, que dice que al final el futuro de Venezuela depende de lo que internamente hagan la oposición y el Gobierno...
J.B.: Si. Son dos fuerzas que se cruzan. La presión internacional sirve poco si no hay presión interna: sería una especie de entropía. Hay que construir un momento en el que las dos fuerzas se unan. El año pasado fue importante porque logramos 130 días de protesta, pero todavía no había esa alarma internacional. Ahora hay nuevos elementos que hasta hace pocos meses no se veían.
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SEMANA: ¿Cuáles?
J.B.: Por ejemplo la crisis que en la Fuerza Armada. En el último año o menos ha habido cerca de cinco intento de golpe de Estado, dicho por el propio gobierno. Se están conjugando fuerzas internas y externas que podrían llevar a un desenlace democrático en el país.
SEMANA: Pero la oposición no ha logrado una unidad, ni una acción efectiva...
J.B.: Agradezco esa pregunta porque me permite explicar la tragedia que vivimos. Nosotros hemos construido una unidad que durante ocho años tuvo una perfecta coalición en todos los eventos presidenciales, Asamblea Nacional, elecciones de alcaldes, gobernadores, concejales... incluso construimos un partido que ha sido el que más votos ha sacado en la historia de Venezuela. Ahora, más que división, lo que ocurre es que todos los partidos políticos en Venezuela están ilegalizados. Incluso el partido de la unidad. Todos están absolutamente perseguidos. Los principales líderes están presos -como Leopoldo López- o inhabilitados, como Henrique Capriles o exilados como Antonio Ledezma.
En este momento estamos reconstruyendo con fuerza la unidad. Otro tema que yo añadiría es que en mayo de este año sentimos que definitivamente se clausuró la vía electoral. Nosotros éramos una oposición política que venía trabajando muy fuerte hasta haber conquistado la Asamblea Nacional: ganamos con el 75 por ciento de los votos y de representación. Pero ahora sentimos que la gente siente que la vía electoral se cerró. La Constituyente la cerró.
SEMANA: ¿Eso significa que entonces que, para ustedes, la salida en Venezuela pasa por el uso de la violencia o un golpe de Estado?
J.B.: Nosotros siempre hemos buscado la solución democrática. Nuestro empeño ha sido buscar reglas electorales para que la gente vote en libertad. Quien ha llevado al extremo radical y a la violencia ha sido el Gobierno. Nosotros hemos activado los mecanismos constitucionales. Hemos hecho todo lo que hace un mundo democrático y cívico el de la oposición venezolana y el Gobierno ha cerrado todas las puertas. Yo no diría que la salida tiene que ser violenta, pero sí estoy convencido que solo con presión interna y externa se puede fracturar la dictadura.
SEMANA: ¿Cuál es la salida?
J.B.: Yo veo dos opciones. O que la crisis sea tan grave que se vean obligados a negociar su salida, o que ellos se fracturen y entren en un proceso ya de salida.
SEMANA: ¿El planteamiento de que está agotada la vía electoral, no alimenta el discurso de Nicolás Maduro cuando dice hay una conspiración internacional contra su gobierno?
J.B.: Ellos siempre han tenido ese discurso. Cuando hay elecciones y cuando no las hay, cuando participamos y cuando no participamos. Ha sido una constante permanente: en el discurso de Maduro siempre el culpable es otro.
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SEMANA: Volviendo al tema de la presión internacional, ¿a ustedes le parece que es adecuada la forma como se está llevando a cabo?
J.B.: Yo no creo que sea suficiente, pero sí creo que es necesaria. Yo puedo hablar con mucha moral en el sentido de que he probado todos los tableros. Y por ejemplo yo he podido hablar con muchos presidentes del mundo sobre Venezuela. Y al final ellos siempre preguntan si hay capacidad de diálogo. Y yo puedo decirle que pasé cinco meses dialogando con el gobierno de Venezuela y allí no había voluntad de abrir una rendija democrática para tener elecciones presidenciales limpias. No he sido ningún radical. Todo el mundo quisiera puertas abiertas a un cambio, pero Maduro plante que es víctima cuando en realidad es el victimario de la democracia en Venezuela.
SEMANA: ¿Cuál podría ser la salida?
J.B.: Yo creo que la salida podría estar mucho más cerca de lo que pensamos. El país tiene soportes, pero los ha destruido el régimen. Uno de ellos el petróleo. No sé si la gente sabe pero Venezuela hasta hace pocos años producía más de tres millones y medio de barriles diarios de petróleo. Hoy estamos rozando un millón de barriles. Colombia hoy por hoy le vende más petróleo a Estados Unidos que Venezuela. El poder de la chequera petrolera se ha perdido para comprar voluntades adentro y afuera. El segundo soporte había sido la fuerza armada, pero se fracturó. La mayoría de los oficiales jóvenes detestan lo que está sucediendo en el país.
SEMANA: Pero hace rato la oposición viene vaticinando una implosión -que el régimen iba a hacer crisis interna y podría propiciar su propia caída- que no ha ocurrido...
J.B.: Maduro es un presidente caído. Es decir, es inviable, es antinatura. Y lo que está pasando no puede aceptarse como la normalidad del país. Lamentablemente ha sido un proceso en cámara lenta.