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Donald Trump | Foto: AP

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Cinco temas en los que la política exterior de Trump no defraudó a sus electores

Con aciertos y desaciertos la Casa Blanca ha liderado una política exterior de corte Jacksoniana, muy nacionalista pensada no tanto en términos de expansión, sino que responde ante cualquier otra cosa a la defensa de los intereses norteamericanos. Análisis a dos años de gobierno.

31 de diciembre de 2018

Por María Alejandra Castillo

El próximo 20 de enero el presidente de los Estados Unidos Donald J. Trump cumplirá dos años ocupando la oficina de gobierno más poderosa del mundo. Su carácter, su escuela de formación, su inexperiencia política y la clara dificultad que ha tenido para administrar internamente sus burocracias han hecho que la gente se pregunte si sus acciones son calculadas, o si son meros actos de improvisación.

Libros como el de Fire and Fury: Inside the Trump White House y la controversial columna de opinión que fue publicada de manera anónima por el New York Times: I am part of the resistance inside the Trump Administration, confirmaron los rumores sobre el reinante caos en la Sala Oeste de la Casa Blanca y se convirtieron en testimonios fehacientes de las tensiones que hay entre el presidente y varios miembros de su staff.

Pero, aunque en una encarnizada guerra con los medios de comunicación y con evidencias claras de que frente a muchos temas tanto de política doméstica como internacional, Trump no sabe en dónde está parado, hay una serie de capítulos de su política exterior que evidencian que la actual administración no solo se ha mantenido fiel a sus promesas de campaña, sino que ha resultado efectiva frente a una serie de temas que previos mandatarios en ejercicio evitaron con éxito. 

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“En los procesos de toma de decisiones en política exterior el perfil de los mandatarios es clave para entender de qué manera se desenvuelve un país en el ámbito internacional. Donald Trump ha desatendido los principios diplomáticos tradicionales y es un tomador de decisiones que es políticamente incorrecto en todos los aspectos, pero que a pesar de todo ha sido coherente con su incorrección política”, señaló el profesor de política exterior norteamericana de la Universidad Javeriana, Emerson Forigua.

Con aciertos y desaciertos Donald Trump ha liderado una política exterior de corte Jacksoniana, que es una política muy nacionalista pensada no tanto en términos de expansión, sino que responde ante cualquier otra cosa a la defensa de los intereses norteamericanos. 

Frente a muchos temas tanto de política doméstica como internacional, Trump no sabe en dónde está parado.

“Este hilo conductor nos lleva a pensar que no todo es improvisación y que sí hay una visión específica de política exterior porque ha seguido al pie de la letra esa lógica nacionalista desde que hacía campaña”, puntualizó el profesor de Gobierno, Relaciones Internacionales y Estados Unidos de la Universidad Externado de Colombia Javier Garay, quien además señaló que su carácter de empresario y outsider del mundo político es lo que le ha permitido ejecutar acciones que otros evitaron.

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Sin entrar a revisar los pros, los contras, las repercusiones que tuvieron en la arena internacional y las batallas internas que tuvo que sortear el presidente al interior de su gabinete para llevarlas a cabo, estos son cinco escenarios en los que el presidente Trump hizo, al menos ante su electorado, un home run.

  1.  La renegociación del NAFTA

 Aunque durante varios meses las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TCLAN estuvieron virtualmente suspendidas, Estados Unidos logró poner sobre las cuerdas a Canadá y a México y la sacó adelante con éxito para su electorado. 

“Desde el momento mismo de la negociación del NAFTA en los años noventa ya se estaba hablando de la necesidad de renegociarlo y los mismos estadounidenses reconocían que estaban perdiendo trabajos, entonces en ese sentido él lo renegoció y tomó la decisión”, argumentó Garay.

Fiel a una de sus promesas de campaña, Trump tomó la decisión de renegociar un tratado que ningún otro presidente en oficio había querido entrar a revisar y lo hizo aludiendo al bienestar de los trabajadores norteamericanos. Es importante recordar que durante la contienda presidencial el candidato republicano había culpado a este acuerdo por la pérdida de empleos del Rust belt, aquellos estados del cinturón industrial del país que le ayudaron a conquistar la Casa Blanca.

"Siempre he sostenido que el NAFTA fue tal vez el peor acuerdo hecho por el país. Con Canadá y México hemos perdido vastas cantidades de dinero y hemos perdido 4,1 millones de trabajos manufactureros”, dijo el mandatario en una rueda de prensa el 1 de octubre de este año. Ahora el acuerdo lleva por nombre el de US Mexico Canada Agreement (USMCA). 

  1. La guerra comercial con China 

A comienzos de este año Estados Unidos señaló que impondría aranceles a los productos importados de China por más de US$ 200.000 millones por las prácticas comerciales desleales del país asiático. Trump dijo al respecto que se estaba produciendo “un tremendo robo de propiedad intelectual de cientos de miles de millones de dólares cada año”, y en esta ocasión su decisión fue bien recibida tanto por demócratas como por republicanos.

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Críticos acérrimos de las políticas de Trump como Chuck Schumer (Nueva York) y Elizabeth Warren (Massachusetts) han reconocido la importancia y la necesidad de las sanciones al gigante chino. “Ahora nos dicen que esta es la guerra comercial de Trump (…) No, China declaró la guerra comercial contra Estados Unidos hace 18 años”, dijo el representante a la Cámara por el partido republicano Brad Sherman en una audiencia del subcomité de Asuntos Exteriores en julio de este año.

Aunque en el marco del G20 a comienzos de diciembre ambos mandatarios decidieron posponer la imposición de nuevos aranceles comerciales por tres meses para que ambas partes se sienten a conversar, “la relación económica entre las dos economías más influyentes del mundo se ha alterado de manera permanente”, puntualizó Forigua. 

  1. Los acercamientos con Corea del Norte

El encuentro llevado a cabo el 12 de junio entre el presidente norteamericano Donald Trump y el líder supremo de Corea del Norte Kim Jong-un (sobre quien Trump se había referido a comienzos del año como un rocket man) aminoró las tensiones entre los dos países y logró desescalar una situación en torno a la nuclearización de la península asiática.

En dicha reunión, la primera sostenida entre un presidente norteamericano en oficio y el líder de Corea del Norte en la historia, ambos mandatarios firmaron un documento en el que Corea se comprometió a trabajar en una desnuclearización total de la península y Estados Unidos accedió a levantarle las sanciones y proveer garantías de seguridad al país asiático, aunque no se especificaron ni mecanismos ni plazos concretos.

Este encuentro puso de manifiesto el estilo de gestión y de negociación con un enfoque del mundo privado que siempre ha caracterizado a Trump como empresario acostumbrado a sostener negociaciones cara a cara con resultados efectivos, aunque internacionalmente generó reservas y puso a temblar a China, a Japón y a Corea del Sur, entre otros.

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De acuerdo con Forigua, este encuentro no representó una diplomacia informal pero sí una diplomacia más directa (más de comienzos del siglo XX), que no es propia de la forma en la que se llevan a cabo las negociaciones en el ámbito internacional.

Subrayando que hoy prima una diplomacia más lenta en donde hay fases de reconocimientos previos y equipos técnicos de trabajo, “Trump invirtió por completo la ecuación con un enfoque propio del mundo privado en donde un CEO se reúne directamente con el CEO de la contraparte para negociar términos”.

Ahora, aunque la misma administración (a través del asesor de seguridad nacional John Bolton) admitió en agosto que “Corea del Norte no ha dado los pasos que consideramos necesarios para desnuclearizarse”, habrá que esperar por una segunda reunión ya acordada para 2019.

Aunque este año el Estado de Israel cumplió setenta años de su creación, dentro del derecho internacional la soberanía israelí sobre Jerusalén no está reconocida.

En el estatus político de la ciudad está el corazón del conflicto palestino-israelí y por eso cuando durante el mes de mayo el presidente Trump trasladó la embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén, lo que hizo fue reconocer a esta última como capital del Estado de Israel y reforzar su respaldo al país de Medio Oriente.

No obstante, cambiar la ciudad de residencia de la embajada de Estados Unidos en Israel no fue un capricho de la administración actual. Este era un punto que ya se había posicionado en la agenda de política exterior norteamericana desde que el presidente Bill Clinton hizo pública su intención de hacer este traslado cuando hacía su campaña presidencial en 1992.

Ya como presidente en oficio, hacia mediados de julio del año 2000 Clinton amenazó al entonces líder palestino, Yasser Arafat, con trasladar la embajada de sitio luego de que las negociaciones en Camp David fracasaran, y fue una herramienta de amenaza que dicha administración nunca materializó.

“Las administraciones de Clinton y de Obama nunca hicieron el traslado por sus connotaciones políticas buscando evitar la radicalización del conflicto en Medio Oriente. Por eso nadie lo había hecho pero ya era una política de Estado. Nadie se quiso meter ahí pero Trump lo hizo cumpliendo otra de sus promesas de campaña”, indicó Forigua.

  1. La respuesta norteamericana a Siria

En este 2018 el presidente Trump dio un paso adelante frente a la guerra en Siria y atacó el régimen de Bashar al Asad (en coordinación con Francia y el Reino Unido) tras recibir informe de un supuesto bombardeo con armas químicas contra civiles en la ciudad de Duma cerca de Damasco. En respuesta, el 13 de mayo embarcaciones y bombarderos B1 supersónicos de alta capacidad se utilizaron en la agresión en donde fueron destruidas locaciones militares, centros de investigación y bases militares.

“No hay que olvidar que el gobierno de Barack Obama había dicho que el uso de las armas químicas era una línea roja y aunque Asad hizo uso de las mismas la administración demócrata no reaccionó ante el hecho. Trump tomó la decisión inmediatamente e hizo uso de esta superbomba en territorio sirio”.

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Esto entró en contradicción con el anhelo expreso de Trump de retirarse del país árabe y de dejar el destino de la región “en manos de su propia gente”, pero sí demuestra una toma de decisiones efectiva y práctica. “Él ha tomado decisiones que otros habían pensado tomar pero que nunca llegaron a hacerlo aunque sí contradijo su discurso oficial”, concluye Garay.

Siria es el ejemplo perfecto de una guerra subsidiaria como la que presenció el mundo en los Balcanes entre 1912-1914 en donde hay un escenario periférico en el que una serie de actores locales en guerra han involucrado a poderes regionales y a potencias mundiales.

“Este tipo de escenarios son muy complicados porque los procesos de acumulación de tensiones son muy fuertes y pueden llevar a escalamientos innecesarios. Por eso cualquier acción por parte de Estados Unidos debe ser en extremo calculada, porque debe considerar la presencia de actores de talla como Irán y Rusia”, concluyó Forigua.