“Me verás caer: la crisis del rock argentino” titulaba el diario chileno La Tercera un artículo del 20 de agosto de 2016 que despertó polémica. Partiendo de la idea que hace tiempo no salían bandas del calibre de Soda Stereo o Los Fabulosos Cadillacs (masivas, convocantes y con trascendencia latinoamericana), el medio sostenía que nada interesante pasaba en la escena del rock de su país vecino que tantas melodías ha obsequiado al mundo en los últimos 50 años, con Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta, Charly García o Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
La nota desconocía fenómenos actuales como la fragmentación de las audiencias, la dispersión de los intereses debido al consumo cultural en grajeas (por streaming y on demand) y un hecho que marcó un antes y un después en Argentina: la tragedia de la discoteca Cromañón, en donde fallecieron 194 personas producto de un incendio ocasionado por una bengala en un concierto de Callejeros. La escena rock estallaba por los aires y se decretaba el fallecimiento de la llamada “cultura del aguante”. A la vez, múltiples escenas más pequeñas, y con dificultades para encontrar lugares donde tocar, comenzaron a emerger en Buenos Aires, La Plata y alrededores. Así se potenció un sonido bajo la influencia del hazlo-tú-mismo punk, la movida sónica de los ochenta y el indie estadounidense.
A continuación, cinco de las bandas más destacadas de este movimiento, que sale a contrarrestar las hipótesis catastróficas del país trasandino y a fuerza de innovación, una sonoridad mutante y un fuego sagrado identitario confirman que el rock argentino aún late fuerte.
Él Mató a un Policía Motorizado
Esta banda de La Plata marcó un quiebre en lo que estaba pasando en el rock. Muchos críticos coinciden en decir que supieron darle forma al pulso de la época mediante letras simples pero íntimas, que reflejan la nostalgia y el anhelo por aquello que ya pasó o que jamás ocurrirá. En 2004 lanzaron su primer disco bajo el sello Laptra, que fundaron ellos mismos, y se convirtieron en el mascarón de proa de muchas bandas que estaban por venir. Amigo piedra, por ejemplo, ilustra su sonido: una base sencilla y casi hipnótica, en la que Santiago Motorizado, voz cantante, habla del barrio, de la amistad y los sueños. Chica de oro evidencia un salto de calidad sonora, con su disco La dinastía Scorpio (2012); los bajos son más densos y la guitarra del Niño Elefante se pone más noise, con una letra romántica.
Su disco más reciente, La síntesis O’Konor (2017), profundiza esta senda y evidencia algunos cambios. La banda no quiere estancarse y quiere mantener ese aire fresco que supo renovar al rock argentino del siglo XXI. Esto se ve en Destrucción, en donde hay más programaciones, guitarras con efectos, reverberaciones y la voz al frente y pulcra. Otra vez aparecen la apatía, la decepción amorosa, como desliza Santiago en este disco: “La depresión sin épica”. Así es Él Mató a un Policía Motorizado: canciones para esperar el fin del mundo arriba de la casa con rifle.
Los Espíritus
Liderados por Maxi Prietto (de amplia trayectoria en el under argentino) y por Santiago Moraes, esta banda se nutre del blues, la psicodelia, el candombe y la percusión africana para darles forma a canciones que hablan de la desolación, de los bares de mala muerte y de climas de far west pampeano. En La mina de huesos, de su primer álbum, los acordes remiten a Ennio Morricone y el ritmo es hipnótico. La letra habla de contrastes en torno al cementerio, de lo que es humano y lo que es animal, dando cuenta de la poesía de esta banda.
En La crecida, de Gratitud (2015), esto se radicaliza y se toman elementos de los márgenes de Buenos Aires: los trenes, las multitudes y la opresión del trabajo. La guitarra española hace un rasguido suave mientras la eléctrica de Prietto puntea una intro psycho-bluesera. En Agua ardiente (2017) su estilo se consagra. Las armas las carga el diablo, por citar un ejemplo, dialoga con la política, la justicia social, la corrupción, la violencia institucional y hasta con los agrotóxicos. La melodía es acompasada y la voz extraña de Prietto casi que recita o pregona. Su música le agrega percusión tribal al blues, poetiza la derrota urbana e invita a bailar hasta el fin de la noche.
Viva Elástico
Esta banda de Longchamps, zona sur del Gran Buenos Aires, se nutre de la tradición pop argentina (Cerati, Moura, Babasónicos) y la tamiza de rock and roll (Ratones Paranóicos) y punk. Alejandro Schuster, su voz y letrista, es un compositor notable que habla de sus miserias más íntimas, sus desamores y sus dudas. En 2009 lanzaron su primer disco, con canciones que tienen algo de ese pulso platense distorsionado, heredero de bandas como Guided By Voices o Sonic Youth, pero que le agrega un aura romántica a la melodía. Imágenes de amor es una declaración de amor melómana, que habla de la obsesión de Schuster por el hit del momento, una canción pegadiza que hoy es un himno de sus fanáticos.
En El murmullo, de su siguiente disco Agua, sal y fiebre (2012), el sonido se emprolija y la letra es una construcción desesperada de un enamorado salvaje que quiere recuperar su amor. Viva Elástico es casi un vómito melancólico; honestidad brutal en las letras y construcciones melódicas poperas con destino de hit. Otro ejemplo de esta mezcla entre canción introspectiva y a la vez popular es De new wave, de su disco más reciente No es privado (2017), en el que bajo punteos ochenteros y un tempo post punk, Schuster admite que su vida es un tango, una tragedia o un caos, pero su fachada es glamour, new wave, elegancia. Todo eso junto, también, es Viva Elástico.
Los Reyes del Falsete
El sello distintivo de esta banda es el juego. Estos jóvenes oriundos de Adrogué, zona sur del conurbano bonaerense, tocan juntos desde muy jóvenes. Son amigos y dos de ellos, Tifa y Nica Rex, son hermanos. En su último disco, Lo que nos junta (2016), consolidaron un sonido maduro, heredero de la tradición del nuevo rock argentino independiente de los últimos tiempos. Allí les dan rienda suelta a la experimentación, la seriedad (que no es lo mismo que solemnidad), la posibilidad lúdica de divertirse haciendo música y un tamiz de influencias que van desde la música beat, la electrónica, la cumbia y Pet Sounds de los Beach Boys.
Lo que nos separa evidencia esto: aquí hay rock, hay música electrónica, hay arreglos de voces corales y hay distorsión. En sus comienzos mostraron un desparpajo y una propensidad al humor en sus letras (se escucha en Mi chica) y luego en su segundo álbum, Días nuestros (2012), conocieron a Litto Nebbia, patriarca del rock de su país, y juntos le dieron forma a la impresionante Los niños. Es una melodía que conmueve desde lo armónico y que incluye mucho más teclados, algo que siguen explorando.
Mi Amigo Invencible
Este grupo es una rareza cuyana digna de admirar. Los mendocinos llevan ya un largo recorrido en el under e incluso fuera de él, tocando en festivales internacionales como Bue y ahora Lollapalooza. Su música oscila entre el rock alternativo estadounidense más noise, el pop más meloso, una raigambre folclórica y tribal ineludible y la experimentación psicodélica. Le dedicaron una trilogía a la nostalgia en la que deforman sus composiciones al máximo y exploran vertientes musicales a todo nivel.
En Días de campos minados cuentan con un bombo legüero, con guitarras eléctricas y una letra testimonial que habla de la pérdida. En Descanso sobre ruinas le dan forma a un universo posapocalíptico a la Terry Gilliam, con una explosión de baterías y un bajo aletargado que hipnotiza. Mariano Di Cesare y Mariano Castro forjan un dúo compositivo notable que puede hacer música un dilema existencial o una tragedia amorosa. O en Máquina del tiempo, de su disco más reciente, La danza de los principiantes (2015), hablar del paso del tiempo mediante una metáfora cyborg. Es una de las bandas más innovadoras, versátiles y originales que suenan por la escena argentina.