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Sicarios ordenaban homicidios desde Cómbita

SEMANA revela impactantes audios sobre la forma como dos exparamilitares, presos en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, ordenaron decenas de asesinatos en el Atlántico.

18 de marzo de 2017

Los audios son explícitos, extremadamente crudos e impactantes. En ellos dos exparamilitares conversan y dan órdenes para que sus secuaces asesinen a sangre fría en Barranquilla y otros municipios del Atlántico. Lo más increíble de todo es que ordenaron esas muertes desde la que se supone es la cárcel más estricta del país: la penitenciaría de máxima seguridad de Cómbita, en Boyacá.

 “Mi hermanito, te voy a mandar un video. Un pirobo de Soledad dueño de un billar me debía una plata y no me quería pagar y le metí al kamikaze y fumigó todo el billar. Si pillas cómo es toda la vuelta, ahora están todos seditas. Uno cuando está acá adentro tiene es que probar y todos copian”, se escucha decir a un hombre con marcado acento costeño.

En un segundo audio, el mismo personaje llama a su interlocutor y le dice: “Para bola, ahí te mandé el video. ¿Sí pillas? El que no copie le montamos la hp, le damos bala al que sea”. En efecto por medio de WhatsApp envía un video en el que se observa a un hombre joven disparar a quemarropa contra varias personas en un billar. Esto ocurrió a finales de enero pasado en el barrio Hipódromo en el municipio de Soledad. En el ataque cuatro hombres quedaron heridos.

Otro de los audios, a los que tuvo acceso SEMANA, resulta igual de estremecedor. “Ahora yo llamé a un fiscal y le dije: doctor, aquí mandaron a matar a fulano. Entonces lo voy a matar para que se sepa. Aquí todo el mundo va a saber que los mandé a matar fui yo”, afirma el hombre, quien sin mayor inconveniente cuenta que, efectivamente, llamó a un fiscal y lo amenazó. Los hermanos Juan Manuel y Brayan Borré protagonizan estos macabros audios. Los dos son viejos conocidos en el mundo del paramilitarismo y el hampa en la costa. De hecho la Fiscalía les atribuye más de 700 delitos, la mayoría asesinatos.

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El primero trabajó como guía con la Infantería de Marina para perseguir a la guerrilla a mediados de los años noventa en San Juan Nepomuceno. Tenía 15 años. Luego pasó a las Convivir que operaban en Magangué y los Montes de María, se convirtió en hombre de confianza de Salvatore Mancuso y secretario del estado mayor de las AUC. Entrenó en la  tristemente célebre finca La 35 de los paramilitares y durante varios años fue comandante urbano en San Jacinto, El Carmen de Bolívar y San Juan Nepomuceno. En 2007 las autoridades lo arrestaron, pero se fugó de la cárcel de Urrá un año después. Recapturado en 2009, se escapó nuevamente el 28 de abril de 2011 en el estacionamiento de un centro comercial en Barranquilla mientras lo trasladaban a la cárcel al finalizar una diligencia ante un magistrado de Justicia y Paz.

A los pocos meses, una vez más, cayó preso. Pero en su reemplazo quedó su hermano Brayan, quien estuvo a cargo de una banda sicarial denominada los Costeños, encargada de hacer extorsiones, cobrar cuentas de narcotráfico y asesinar en la costa. Brayan fue capturado hace dos años.

Con los Borré tras las rejas, las autoridades pensaron que había terminado la oleada de crímenes de estos hermanos sicarios. Inicialmente quedaron recluidos en La Picota, y de allí pasaron por varias penitenciarias, ya que en las cárceles los hermanos se transformaron en una pesadilla pues imponían su ley y sus reglas. El año pasado en un intento por controlarlos las autoridades penitenciarias optaron por enviarlos a la que se supone es la cárcel más estricta del país: Cómbita. Tampoco sirvió de mucho.

“Anoche nosotros camellamos al brujo de Malambo. Ya quedó paila, compren la prensa. Ya lo clavamos. Busca al otro y tienes que decirle que se metió en un problema ni el hijueputa, que nos tiene que pagar, que mire la prensa”, se oye decir en uno de los audios a uno de los hermanos Borré, quien le cuenta a uno de sus secuaces que asesinaron a un hombre conocido como el Brujo y que debe intimidar a un comerciante para que le paguen una vacuna. Ese homicidio ocurrió a comienzos de febrero pasado.

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“Cuando yo estaba allá en Picaleña, allá donde estaba Jota también, el socio del Chapo Guzmán, vivía conmigo, al lado de la celda mía, me hice amigo de él. Hoy en día tengo negocios en Barranquilla, negocios de cobros que le estoy haciendo a él. Tiene buenas propiedades, yo le estoy rescatando eso. El viejo se llama Jorge Cifuentes, el socio del Chapo Guzmán. Tengo el aval del ‘man’. Es más vamos a regar panfletos diciendo que los Costeños estamos con el cartel de Sinaloa, con eso te digo todo. Si coronamos un cobro de ese viejo, tú sabes que eso es en dólares. Lo que hacía Jota (un jefe local en Barranquilla) y lo que hacía Arturo de los Rastrojos, nosotros tenemos hoy en día todas las conexiones, ahí vamos camellando”. Quien habla así es uno de los Borré en otro de los audios, quien le comenta a un lugarteniente cómo desde la cárcel coordinaba y realizaba cobros de cuentas y homicidios para mafiosos. Como estos hay decenas de audios de comienzos de este año.



 Entre finales del año pasado y enero de 2017 Barranquilla y otros municipios cercanos fueron sacudidos por una serie de asesinatos. Tan solo en los primeros 10 días de este año 24 personas cayeron víctimas de los sicarios. La situación llevó a la Dirección de Investigación Judicial e Interpol (Dijín) a enviar desde Bogotá medio centenar de hombres para investigar y controlar esa oleada. En un mes de esa intervención, ordenada por el propio presidente de la república, la situación cambió. Los policías arrestaron a media docena de sicarios y la normalidad regreso a la Arenosa. Las investigaciones terminaron con el arresto de algunos de los compinches de los Borré y dejaron en evidencia que desde la prisión desataron esa ola de vendettas, que terminó con la muerte de muchos de sus rivales y varios inocentes. Como consecuencia, hace tres semanas los hermanos cambiaron de cárcel. Uno fue enviado a Palmira y el otro a Picaleña. Solo el tiempo dirá si esta vez esos movimientos pueden impedir que sigan matando desde la prisión.