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FIN DE UNA ESTIRPE

Décadas de guerra entre dos familias guajiras culminan con la muerte de un niño de 13 años, el último varón vivo del clan Cárdenas.

15 de mayo de 1989

El día que lo iban a matar, Hugo Nelson Cárdenas salió más temprano de lo normal a esperar el bus que lo llevaba al colegio. Esa mañana no puso problema para desayunar y por eso llegó al paradero mucho antes de que lo hiciera el vehículo escolar. Como casi nunca sucedía, él fue quien tuvo que esperar.
Se había ido sin lustrar los zapatos porque no encontró el cepillo de embetunar debajo del armario, en donde siempre se suponía que lo dejaban sus hermanas. Un poco bravo salió sin despedirse de nadie, con excepción de su abuela y en el camino se encontró con un compañero que aunque no era de su curso, estaba en tercero de bachillerato como él y, también, como él, tenía trece años.
Cuando "el niño", como lo llamaba cariñosamente su abuela, vio que una moto con dos tipos que no ocultaban su pinta de sicarios se acercaba hacia él, trató de correr, pero el pistolero lo alcanzó y le disparó dos veces en la cabeza. En ese mismo instante, sin que hubieran visto nada, las mujeres, porque ya casi no hay hombres en la familia Cárdenas, salieron gritando: "Mataron al niño. Mataron a Nelsito. Canallas, ¿ cómo se van a meter con un muchachito que no tenía nada que ver con esto?". Con sólo oír los disparos sabían que eran para el hijo de Antonio Cárdenas, "Toño", el jefe del clan Cárdenas asesinado hace ocho años, quien fue el protagonista del comienzo de la guerra entre su familia y la de los Valdeblánquez en el año de 1970.

MUERTE ANUNCIADA
Todo el mundo sabía que lo iban a matar. Pero como lo dijo una de sus hermanas ante las cámaras del Noticiero 24 Horas, "esperábamos que esto sucediera, pero creíamos que lo dejarían crecer. Sabíamos que lo matarían pero cuando fuera un hombre, no ahora de niño". Sus tías le habían dicho a Libertad, su madre, que aunque fuera lo sacara de la ciudad porque como estaba creciendo, ya se le acercaba el turno. Pero ella confiaba en que un inofensivo niño, que estudiaba en el Colegio Seminario y que pertenecía al grupo cristiano Misioneros de Colombia, estaba por fuera de toda sospecha de venganza o de ánimo de revivir la guerra. Para ella su hijo no pertenecia al clan de los Cárdenas y en ocasiones se había enfrentado a otras mujeres de la familia porque varias veces quiso quitarle el apellido.
Por eso Libertad, viuda de Cárdenas, nunca creyó realmente que hubiera que esconderlo como lo han hecho varias de las mujeres de la familia con sus hijos varones. "El no pensaba en esas cosas que dice la prensa, que cuando fuera grande iba a matar a los asesinos de su padre y de sus tíos. Estaba feliz porque había ingresado al grupo ese de los Boys Scouts", dice una de sus hermanas. Sostiene que un niño no puede querer matar a nadie y que si alguna vez dijo eso cuando tenía 5 años era porque no entendía nada. "Por qué no le pararon bolas, ahora que lo único que decía era que no quería meterse en ninguno de esos bochinches", agrega "Es que esos tipos no nos quieren dejar un varón vivo y como van las cosas tendrán que acabar con las mujeres que somos las que los parimos", afirma una de las tías del niño, viuda de Hortensio Cárdenas, primo de Toño.
La guerra de los Cárdenas y los Valdeblánquez ha tenido un perdedor: el clan Cardenas. Pero por haber sido perdedor parece estar condenado a serlo por toda la vida y por todas sus generaciones. Hace cinco años mataron al último de los Cárdenas, Iván Gómez Ducatd. Por lo menos así lo entendieron los medios de comunicación porque era el último de una familia que reunía los apellidos Cárdenas, Cárdenas Ducatd, Gómez Ducadt y Cárdenas Gómez, es decir los hermanos, los primos y los cuñados de Toño Cárdenas. Pero después comenzaron a aparecer muertos los de la nueva generación, la de los hijos y los sobrinos de todos los muertos anteriores, que eran alrededor de 30 miembros directos de la familia.
Un año después de la muerte de Iván, fue asesinado en 1985 Rafael Cárdenas, de 26 años. Luego Javier Iván, de 16. Posteriormente Carlos Enrique, de 20 años, y después Jailer de 16. Y cada vez que muere uno de los miembros de la nueva generación aparece el título: "Muerto el último de los Cárdenas". Pero como los de la primera generación no sólo dejaron hijos en el matrimonio sino que algunos de ellos murieron dejando mujeres embarazadas, todavía quedan muchos "últimos" de los Cárdenas. Y mientras exista la consigna de que uno solo de ellos vivo representa un peligro para quienes han acabado uno a uno a los miembros de su familia, seguirán apareciendo los titulares de "muerto el último". Y mientras las mujeres continuen casándose y teniendo hijos varones, seguirá la racha de muerte que ha marcado a estas dos familias.
Se repetirá la escena que se vivió la semana pasada: mujeres gritando desconsoladamente en los entierros. Ancianas, viudas y mujeres embarazadas que vestirán de luto toda la vida, porque no acaban de salir del duelo de uno de los parientes cuando ya comienzan el otro. Mujeres que lloran en la sala mientras en la habitación hay una que da alaridos de dolor, al tiempo que otras la calman para que no se dé contra las paredes en medio de la desesperación. Niñas, ahora colegialas, novias de los Cárdenas, que desde los primeros años de adolescencia comienzan a sentir que ya enviudaron una vez.

EL PRECIO DE UN APELLIDO
La madre del último niño asesinado no quiere saber nada de periodistas. Considera que por culpa de alguno de ellos, que contó lo que pudo haber dicho el niño cuando apenas tenía 8 años, le mataron a su hijo. La abuela grita desgarradoramente que el apellido Cárdenas no tiene que ver con ellos, que eso fue un general antioqueño que llegó a la Guajira a pelear en la Guerra de los Mil Días y que ahí comenzó la maldición. Ella asegura que la guerra de familias no les tocaba a ellos porque son indios y que el apellido Cárdenas no es guajiro. Una de las tías del niño le dice al periodista que no le pare muchas bolas porque ella está algo trastornada y que sus ideas son confusas. No acaba de decirlo cuando una de las hermanas del niño muerto se acerca al reportero y en tono desafiante le dice: "Nosotros no queremos nada con la prensa. Ya hemos tenido suficiente. Por favor salga de la casa". Y la abuela del niño toma al periodista de la camisa y antes de que éste salga, grita: "¿Por qué me mataron a mi niño? ¿Por qué? Esos desgraciados de los Valdeblánquez algún día recibirán el castigo divino". Las demás mujeres la llevan para adentro semidesgonzada.
La historia de la guerra entre los Cárdenas y los Valdeblánquez hace parte ya de las leyendas de barranquilleros y samarios. A los primeros les tocó el clan más poderoso, el que ganó la guerra hace ya mucho rato porque mientras era organizado y metódico y tenía un verdadero estratega, Enrique Coronado, al frente de la familia, los Cárdenas eran mujeriegos "mama-ron", como se les dice a los toma-trago en Santa Marta, escandalosos y al principio de la guerra cometieron actos que no estaban dentro de los códigos, como el de materse con las mujeres. Se desprestigiaron y perdieron el respaldo de muchos de sus antiguos amigos. Pero además quebraron en el negocio de la "marimba". Y estar quebrado significa perder la guerra. Los Valdeblánquez, por el contrario, son prósperos, les fue bien en los negocios y se ganaron el respeto de sus colaboradores. Hoy nadie habla duro de ellos en Barranquilla. Hay quienes incluso afirman que no creen que maten a nadie.
Pero ellos están vivos, casi todos luego de que perdieron cerca de una docena de familiares y casi 60 hombres a manos de los Cárdenas. Hoy en Barranquilla todo el mundo es solidario con los Valdeblánquez y en Santa Marta todo el mundo siente pesar por los Cárdenas. Hace cinco años los Valdeblánquez dijeron a SEMANA que la guerra para ellos había terminado hacia más de cinco años, pero los Cárdenas siguen muriendo.
Los Valdeblánquez afirman que no tienen nada que ver con los muertos y que lo que pasa es que los Cárdenas tienen muchos enemigos. Pero la pregunta generalizada en Santa Marta es: ¿qué clase de enemigos podía tener el niño de 13 años?
Lo curioso de esta guerra es que nadie la quiere. Pero más curioso todavía es que la única forma de que se termine es que desaparezca uno de los bandos. Y cada vez que se cree que el clan de los Cárdenas se acabó, muere otro. Y a pesar de que los Valdeblánquez afirman que precisamente para evitar el enfrentamiento dejaron de ir a Santa Marta, sus legendarios enemigos siguen muriendo en las calles de esa ciudad.
Las Cárdenas, las mujeres, no quieren guerra con nadie. Sólo desean que sus hijos se eduquen y tengan otra vida. Los han criado bajo la idea de que esa trágica historia no dejó sino amarguras y malos recuerdos. Pero como le dijo al reportero de SEMANA una de las familiares: "Por más que les cambien el apellido y les hagan transfusión de sangre, siempre serán Cárdenas, y aunque ellos no quieran matar, siempre habrá alguien que si los quiera matar".
La leyenda que han vivido durante dos décadas los habitantes de Barranquilla y Santa Marta no termina aún. Aunque probablemente la guerra sí. En estricto la guerra, el enfrentamiento entre los dos bandos, terminó hace mucho rato, porque uno de los clanes desapareció como tal. Si existe alguno es el de las viudas. Los Valdeblánquez no han vuelto a ser objeto de atentados y aparentemente viven tranquilos en Barranquilla. Pero la leyenda continúa y los muertos de los Cárdenas también. Y según el comandante de la Policía del Magdalena, los sicarios fueron contratados en Barranquilla.
En una rueda de prensa convocada dos días después del asesinato del niño Hugo Nelson Cárdenas, el coronel José Gotardo Pérez, afirmó que los autores materiales del crimen estaban plenamente identificados y pertenecen a una banda de sicarios que opera en Barranquilla, la cual se conoce con el nombre de "Los cuchillos". Según las revelaciones del oficial, se encontró el arma homicida y se descubrió que estos criminales eran los mismos que habían matado en octubre del año pasado a otro menor de 14 años llamado Marcos Alfredo Montañez, quien al parecer fue asesinado porque lo confundieron con el niño Cárdenas. Según esta versión, también se tienen serios indicios sobre la autoría intelectual del crimen, y es probable que este sea el único de los crimenes contra los Cárdenas que se aclare.

FAMILIA DE VIUDAS
Pero para las familiares del niño muerto nada de esto les va a devolver a su hijo. No quieren ni siquiera enterarse de los resultados de la investigación. Lo único que desean es que no los sigan matando. Porque cada vez es más doloroso. No sólo porque es una muerte más que se suma a la interminable lista, sino que cada vez que hay un varón en la familia, todas las mujeres se vuelcan instintivamente a protegerlo como los científicos lo hacen con una especie en extinción.
Las viudas, las abuelas, las tías, las hermanas y las primas lo consienten y lo miman como sabiendo que tienen que darle todo su amor en muy poco tiempo. Como si quisieran no tener remordimientos por no haberle dado todo antes de que se lo maten. Todas se apresuran a tratar de borrarle de la cabeza cualquier idea revanchista y lo único que quieren es que no se parezca a ninguno de sus tíos, padres y familiares que se movían por el impulso de la sangre.
Es tal el esfuerzo que hacen las mujeres Cárdenas por que sus hijos no se contaminen de la guerra de los clanes, que ya han comenzado a modificar la historia para que sea menos difícil evitar el odio que automáticamente surge cuando los niños escuchan el drama familiar. La abuela del niño afirma que la guerra no comenzó por una escena de celos, como se ha dicho."José Antonio Cárdenas no mató a su primo Hilario Valdeblánquez, por los amores de Rebeca Brito sino porque Hilario no lo acompañó a matar a un comandante de policía en Dibuya". Una de las familiares de los Cárdenas sostiene que fueron éstos quienes le dieron el carácter de guerra de clanes a una riña corriente y que varios de sus miembros perdieron el control de si mismos en esa pelea. La abuela dice: "Bendita sea la hora en que no conocían la marihuana porque hasta ese momento las dos familias, por allá por los años sesenta vivían tranquilamente en la Guajira y nadie mataba a nadie".
Para las mujeres Cárdenas el problema no es de honor. Las viejas épocas en las que inclusive apoyaron a sus maridos en su lucha contra los Valdeblánquez no merecen ser ni siquiera recordadas y lo único que piden es clemencia. No tienen ningún interés en demostrar que no perdieron la guerra y afirman que todo fue una estupidez. No quieren venganzas ni cárcel para nadie. Una de ellas que está embarazada, la más joven tal vez, se acerca al periodista y mostrándole su vientre le dice: "Mire, yo no deseo que vaya a ser varón. Pero si Dios quiere que sea un muchachito, lo único que quisiera decirle a esos señores es que no me lo vayan a matar".
Las tres ancianas viudas: Digna, Aminta y Elda, cada una con media docena de hijos muertos y con cerca de 12 nietos asesinados, van al cementerio todos los días y piden por que cese el castigo. "Dios mio ya es suficiente. Ya hemos pagado todo lo que hicimos", se le oye decir a una. "¿Por qué no iluminas a esos hombres que deben estar poseídos por el demonio", dice la otra. "Nosotras ya hemos perdonado a nuestros enemigos. ¿Por qué no nos perdonas Tú a nosotros? Protege a nuestros nietos porque ya no pudimos proteger a nuestros hijos", agrega la otra.
Y las plegarias no son sólo de las mujeres de los Cárdenas. Son también el pedido general de dos capitales de departamento que han tenido que ver durante cerca de 20 años cómo una guerra importada desde la Guajira ha estremecido a ambas ciudades. Y si bien no se puede afirmar con certeza que este niño sea el último de la estirpe de los Cárdenas, sí se espera que sea el último que muera asesinado. Porque si no es así, esta guerra entre familias seguirá produciendo tanta sangre como antes, añadiéndole nombres a una ya larga lista de inocentes .