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Gentil Duarte ya no tiene cupo en la JEP. | Foto: León darío peláez - semana

ORDEN PÚBLICO

Gentil Duarte, el capo disidente

Con una entrevista inédita y apartes del informe Génesis, SEMANA reconstruye el perfil del líder natural de las disidencias de las Farc.

30 de marzo de 2019

Todo el mundo sabe que Gentil Duarte, uno de los líderes de las extintas Farc, hoy comanda la disidencia más grande del país. Pero pocos conocen su origen, lo que hizo durante su militancia, qué pensaba de la negociación en La Habana y qué tanta fuerza tiene su plan de unificar a los excombatientes atomizados que no se acogieron al acuerdo de paz. Desde su primera aparición en 2015, cuando se supo que había viajado a Cuba, se perfiló como un hombre de pocas palabras y distante con los medios. Mantuvo esa actitud en las sabanas del Yarí, durante la décima y última conferencia guerrillera, en la que esquivó cualquier pregunta que pusiera en duda la lealtad que les guardaba en ese entonces a sus jefes de las Farc.

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Durante años, Duarte, comandante del frente Primero, contó con la confianza del secretariado, que le dio el control de las regiones más inhóspitas del país: Guaviare, Guainía y parte del Meta. Tenía bajo su mando las rutas de la cocaína y el coltán que salen por Brasil y Venezuela. Pocas personas por esos lados lo conocen por su nombre de pila: Miguel Botache Santillana. Con casi 40 años en la guerrilla, pertenecía al estado mayor central. Ingresó en 1981, en pleno Gobierno de Julio César Turbay, a la estructura que operaba en Caquetá, donde nació. Allí comenzó su carrera criminal a los 18 años en los frentes 14, 28, 40, 7 y 1. Igual que muchos en las Farc, tiene origen campesino, pero como pocos Gentil Duarte mantiene un fuerte vínculo con el narcotráfico y una reconocida influencia territorial.

"Mi hijo ingresó al Ejército. Llevaba diez meses cuando se dieron cuenta del vínculo pero él se fue sin el visto bueno del papá"

El informe Genésis sobre las Farc, que el Ejército le entregó el año pasado a la Comisión de la Verdad, permite entender el alcance de las finanzas que manejaba y su participación en la búsqueda de recursos para la guerrilla. En uno de sus apartes, el Mono Jojoy le reporta a Manuel Marulanda, en 2013: “Llegaron ayer Gentil con 6.000 millones (de pesos) de negocios. John con 10.500 millones de entradas y 8.000 de negocios. Acacio tiene en el frente 18.000 millones para compra de material de guerra por la frontera con Venezuela”.

Pero eso no es todo. Según el informe, por medio de Gentil, Daniel ‘el Loco’ Barrera le pidió dinero al secretariado, en 2009, para atentar contra el expresidente Álvaro Uribe. De los 32 millones de dólares que necesitaba, le habrían respondido que aportaban 3. Los tentáculos del comandante del frente Primero también alcanzaron el reclutamiento y el secuestro. “Tenemos una merma grande en ingresos porque las comisiones de reclutamiento y organización están apocadas (sic)”, indica otro aparte. Lo consideran, además, carcelero de las personas privadas de la libertad. “Ordenando a Gentil separar a Alan Jara de los otros prisioneros (…) Nos vimos obligados a ordenar cambiar toda la guardia de los prisioneros que tiene, donde está el coronel Mendieta, por sugerencia de Gentil”, señaló el Mono Jojoy en un correo de 2008.

Su pensamiento

En un comunicado divulgado en octubre pasado, la disidencia se despacha contra los miembros de la dirección del partido Farc. Gentil Duarte (a la izquierda) junto a los demás excoroneles del bloque Oriental, meses antes de la firma. 

“Siempre hemos pensado ponerle fin a la guerra. Buscamos la salida al conflicto por la vía pacífica. Estoy convencido de que esa es la forma más adecuada para poder salir de las dificultades. Es necesario concertar y ponernos de acuerdo”, le respondió el jefe guerrillero a la periodista de SEMANA que se internó en las entrañas del bloque Oriental, en 2016.

“Las disidencias se están fortaleciendo”: FIP

De los motivos que lo llevaron a enlistarse, recordó que lo marcó “una situación bastante dura en la región de Curilla (Caquetá). Allá había una represión del Ejército”, dice. “Se carnetizaba a todos los civiles. Como había gente que le colaboraba al M-19, no se podía pasar determinada cantidad de víveres. Las personas que salían en los listados que ellos tenían los sacaban aparte y muchos terminaron en una fosa común”, concluyó. Y en una declaración inesperada, dijo: “A nosotros nos toca reconocer que hemos cometido errores graves. En ocasiones involuntariamente como por ejemplo lo que pasó en Bojayá. Eso no fue intencional”.

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Incluso, abrió la puerta para conocer una de las más reveladoras historias de la entrevista: “Mi hijo ingresó al Ejército. Él vivía en Bogotá con una hermana mía. He pasado hasta diez años que no tengo contacto con mi papá, mis hermanos o mis hijos. Él llevaba diez meses pagando el servicio militar cuando tras un bombardeo en Vistahermosa, la mamá, que había salido a tratamiento, le dijo que creía que yo había muerto. Se lo dijo por teléfono. Eso es conocido por los militares. Lo llaman, le quitan el armamento y le piden que declare. Yo llevaba 13 años que no hablaba con él”. Y a renglón seguido, enfatizó: “Él se fue al Ejército sin el visto bueno del papá”.

Agregó durante la charla: “Aprendimos la filosofía de la organización, a militar como partido. Nos hemos capacitado en lo político. Así es como he comprendido el fenómeno por el que lucha la organización”. Hasta el cansancio repitió los planes que tenía tan pronto dejara las armas: “Siempre he abrigado la esperanza de trabajar con la población en el campo produciendo (…) hemos dialogado sobre (la reincorporación) estamos disponibles y dispuestos porque ante todo la subordinación”. Ahí, quizás, está el quid del asunto para entender por qué su huida fue un golpe inesperado, cuando iba a comenzar el tránsito a la vida civil.

Volver al lado oscuro

Al marginarse del proceso, en 2016, después de haber sido negociador en La Habana, Gentil traicionó la misión que le encomendó el secretariado para mantener la cohesión del frente Primero, que meses atrás se había declarado en disidencia. El comandante que llegó de Cuba a poner orden terminó descarrilado y, como ahora, creyendo otra cosa. “Esta banda de los cuatros esperó pacientemente la muerte de los verdaderos jefes del secretariado para tomarse la dirección y llevar a cabo su nefasto plan”, dijo el año pasado en referencia a Timochenko, Pastor Alape, Carlos A. Lozada y Mauricio Jaramillo. La estrategia original terminó mal. Pusieron al ratón a cuidar el queso, y, al final, Gentil se fugó, arrastró más gente y se llevó 3.000 millones de pesos.

Como comandante siempre sobresalió por su experiencia militar. Pero ahora, al retornar a las armas, reforzó la primera línea de narcotraficantes puros, a pesar de que trata de envolver a los desertores con un tufillo político que en realidad no tienen. Los hombres del frente Primero siempre fueron duros de convencer. “En cierta forma uno es escéptico. Estamos tratando de que todo quede bien blindado con los garantes, los observadores y la ONU. Eso es una garantía de que las cosas funcionen”, dijo.

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En parte, ese doble discurso se debía a que aún respetaba una jerarquía que por tantos años mantuvo a la guerrilla cohesionada y disciplinada. En la vida civil, sin el carácter militar y sus líderes tradicionales muertos, el escenario cambió y no solo los disidentes lo creen. El propio Iván Márquez lo ratificó en una entrevista con El Espectador: “La subordinación a la jerarquía… Por ahí hay constancias escritas de las discusiones”, respondió cuando le preguntaron por qué firmó si no estaba de acuerdo.

En 2016, las Farc oficializaron la expulsión de Gentil Duarte, Giovanny Chuspas, John Cuarenta y Julián Chollo, llamados a resolver muchas de las preguntas que tienen las víctimas del conflicto. Ahora, tendrán que entenderse con la justicia ordinaria. Las autoridades ofrecen 2.000 millones de pesos de recompensa por información que permita dar con el paradero de Gentil, quien tiene a su mando 3.000 hombres en armas. Se teme que terminen, como prometen, unificados en un grupo que capitalice las dificultades de la implementación de los acuerdos, especialmente en zonas como Caquetá, donde ya tejen alianzas. Y es que de acuerdo con un informe presentado el jueves por la congresista Juanita Goebertus con la Fundación Ideas para la Paz (FIP): “Las disidencias se están fortaleciendo”.