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JACOBO ARENAS HABLA SOBRE LEHDER

Revelaciones del líder de las FARC sobre el narcotráfico y la guerrilla.

6 de abril de 1987

Desde hace años se viene hablando en Colombia de la "narcoguerrilla". El término lo popularizo el embajador de Estados Unidos en Bogotá, Lewis Tambs (actualmente embajador en Costa Rica), y desde entonces ha servido para tejer muchas suposiciones. Que la guerrilla, y en particular las FARC, actúa como "celadora" de los laboratorios de la coca (caso de Tranquilandia, en el Yarí). Que los frentes de las FARC protegen los cultivos de coca a cambio de un "impuesto revolucionario" a cultivadores y compradores. Que Carlos Lehder fue delatado a la Policía por "sus amigos de las FARC", según carta enviada a la prensa por Pablo Escobar, y que luego el propio Escobar declaró apocrifa en un nuevo mensaje autenticado con su huella dactilar. El periodista P. Gelly-Gallego, en el campamento del Secretariado de las FARC, hablo largo y tendido de todos esos temas con Jacobo Arenas, secretario político de las FARC. SEMANA publica en exclusividad esta entrevista.

P. GELLY-GALLEGO: Leyendo la prensa se tiene la sensación de que las FARC participan activamente en el tráfico de cocaína en Colombia. ¿Qué responden ustedes a eso?
JACOBO ARENAS: Lo que sí queda perfectamente claro es que hay en el mundo una campaña muy bien sincronizada. Habría que establecer de dónde viene esa sincronización. Uno puede pensar que se trata de la DEA, que es el mecanismo para hacer la campaña antidroga, en los países productores y probablemente en los propios Estados Unidos. Pero cuando eso toma un cariz político, cuando empieza a asumir una función ideológica, se ve claro que ya no es el mecanismo antidroga el que se ocupa de las cosas, sino otro. Por eso yo acuso a la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, la CIA, de estar desarrollando esa campaña mundial contra el movimiento revolucionario, contra la democracia, contra el progreso social de los pueblos.
P.G.G.: ¿Cómo reacciona Jacobo Arenas, el ideólogo de las FARC, ante la acusación que le hace Carlos Lehder de ser el mayor narcotraficante del país?
J.A.: A mí me llama la atención la facilidad con que cae preso un elemento como Lehder. Entiendo que es un pobre sicópata, o ni siquiera eso: es un calanchín, un instrumento de los grandes mafiosos. Cuando lo expropiaron quedó convertido en un infeliz, y como es un sicópata probablemente quiso volver a reponerse de los golpes económicos que había sufrido. Pero nunca pudo, porque parece que tampoco los mafiosos grandes de Colombia le tienen respeto, porque es muy loco. Entonces probablemente hubo un acuerdo entre la DEA y los grandes capos para que, prácticamente, Lehder se entregara. Digo que se entregó porque a quién se le ocurre, de acuerdo con las informaciones de prensa, que él tenga un grupo de 14 hombres armados de metralletas, y cuando la Policía antinarcóticos lo toma preso ninguno de esos bandidos hace un tiro. Está perfectamente claro que es un sainete, un montaje. A Lehder lo sacaron del negocio sus propios compañeros seguramente por ser loco. Y además de ser loco es un fascista. Por eso yo digo que de pronto es un agente de la CIA, que organizó ese montaje.
P.G.G.: En un artículo publicado en La Nación de Costa Rica, se afirma que un combatiente de las FARC se encuentra actualmente en una cárcel, acusado de tráfico de cocaína.
J.A.: ¿Cómo se llama?
P.G.G.: No sabemos el nombre
J.A.: Esa es la misma campaña. Nosotros no tenemos absolutamente nada que ver con eso. Ahora, qué es lo que ocurre en realidad, y eso si tiene que saberlo la opinión. Las FARC tienen muchos frentes en las áreas de cultivo de coca, por lo menos diez o más. Pero nosotros hacemos una diferencia entre el cultivador que es también una persona explotada, el platero, que es el que da el dinero, el dueño de las matas que recoge la cosecha y medio la procesa o vende las hojas por kilos o por arrobas... Hacemos una diferenciación entre estas personas que participan en la producción y unos comerciantes, que son los intermediarios, que van a las regiones y compran la hoja de coca o la pasta, y se la venden a otros comerciantes de mayor cuantía, que llevan el producto a los laboratorios. El dueño del laboratorio es ya un gran mafioso. Pero hay otros que tienen el monopolio del transporte aereo: aquí entran aviones -DC 6, etc.- a llevar la droga no sólo a los EE.UU. sino a Europa. Por ejemplo, el viaje de un DC 6 a los EE.UU vale dos millones y medio de dólares y lleva mil kilos de cocaína. Entonces para que digan por ejemplo que Jacobo Arenas es el más grande mafioso del mundo tendría que tener yo por lo menos una flota de 200 aviones cargando para todas partes, trayendo la pasta del Perú o de Bolivia, y sería el dueño de los laboratorios, y no la persona ocupada aquí de la cuestión política y militar de las FARC. Yo creo francamente que eso no tiene fuerza, acusarme de semejante tontería. Que a un país que me conoce desde hace medio siglo en una lucha tenaz por las transformaciones de la sociedad colombiana venga ahora un mecanismo de inteligencia de los Estados Unidos a decirle que Jacobo Arenas es un narco... eso no lo cree la opinión colombiana. Es el montaje de la vagabundería, el montaje antirrevolucionario, antipueblo, del fascismo que encarna exactamente la CIA de los Estados Unidos.
P.G.G.: En un informe publicado por el semanario francés L'Express y reproducido aquí por El Tiempo, firmado por Brian Crozier, se dice que en Colombia existe la narcoguerrilla. ¿Cuál es su opinión sobre eso?
J.A.: Aquí el primero que habló de eso fue el embajador norteamericano Lewis Tambs. Pero la frase viene acuñada desde atrás por la CIA. Querer vincular al movimiento guerrillero colombiano con el proceso de producción de coca es parte de la misma campaña. Mi opinión en relación con eso es que si la coca no produjera una evasión de millones y millones de dólares de los Estados Unidos, los primeros en aprobarla serían los gobiernos de los Estados Unidos y sus agencias de inteligencia en todas partes. El gran problema es que se sale un río de dólares. Y, entre otras cosas para que no se salga, los EE.UU. comienzan ahora a llevar técnicos colombianos en el procesamiento de la coca y comienzan a cultivarla en ciertas áreas de los Estados Unidos, de la misma manera que ya casi dominan el mercado en la producción de marihuana. El capital monopólico no tiene moral. Ahora, el gran problema para nosotros, si la cuestión sigue como va, es que la sociedad nuestra también va a resultar afectada, porque aquí comienza todo el mundo especialmente la juventud, a buscar el basuco, y a financiárselo como sea, y entonces comienza a decaer la moral de la juventud colombiana. Eso si nos preocupa a nosotros enormemente. En la última reunión que tuvimos del Estado Mayor de las FARC estuvimos hablando de eso, y vamos a hacer una campaña ideológica en todos los frentes en torno al problema del cultivo y de procesamiento, pero ante todo del consumo de basuco por parte de los muchachos colombianos, porque si no se nos volverá un bumerán también a nosotros.
P.G.G.: El 12 de febrero de este año el diaria El Tiempo publica una investigación señalándolo a usted como sembrador de coca, y diciendo que obliga a los campesinos a cuidar las plantaciones. Es un reportaje originado en versiones de desertores de las FARC.
J.A.: No. En realidad surge de un pretendido reportaje que le hicieron a Carlos Lehder. Pero eso tampoco es cierto. Lehder, por más loco que sea tampoco puede decir cosas que no ha visto.
P.G.G.: En el diario llamado Ibero-solidaridad del 17 de diciembre del 86 hay un artículo firmado por Javier Almario, en el que se dice que el jefe del VII Frente de las FARC, Hermides Lozada, que opera en la sierra de La Macarena, usa la coca para financiarse. ¿Qué dice usted a eso?
J.A.: Es la misma farsa. Es cierto que Hermides es el jefe del VII Frente, y es cierto que en el área de ese frente hay cultivadores de coca. Pero los cultivadores no son los narcos en absoluto: los cultivadores son cultivadores, como podrían serlo de arroz o de ajonjolí. Si en esa zona siembran coca es forzados por las circunstancias, porque no tienen otra forma de vivir: porque allá no hay infraestructura para el campo, no hay ferrocarriles, no hay carreteras. Por eso los que dicen que los cultivadores de coca deberían ponerse a sembrar plátano, maíz, yuca, eso es bla bla bla, un montón de locos hablando pendejadas porque no saben cómo es la realidad de su país. No pueden sembrar eso porque no tienen cómo llevarlo al mercado. Lo que nosotros hacemos con los cultivadores es decirles: compañeros, no les vamos a prohibir que siembren porque eso es una cosa que se hizo general, y además no somos gobierno para prohibir; cultívenla, pero compren ganado, monten sus fincas, higienicen sus casas, eduquen a sus muchachos, porque de pronto esto de la coca se va a terminar. Y la gente está haciendo exactamente eso, simpatiza con esa orientación y no solamente simpatiza sino que tiene que aceptarla.
P.G.G.: Sin embargo, parece más o menos seguro que las FARC imponen un "impuesto revolucionario" sobre la producción de hojas de coca y sobre la pasta básica, como dice El Espectador el 7 de enero de este año. ¿Qué hay de cierto en eso?
J.A.: No, eso no es así. Eso sucedió hace unos seis años, cuando un jefe de las FARC en los Llanos puso un impuesto que se llamó el "gramaje". Los cultivadores tenían que pagarle a él 70 u 80 pesos por gramo de coca. Claro, entonces hubo que llamarlo y decirle: ¿por qué está haciendo eso por fuera de los estatutos, de las normas que rigen la vida interna de la guerrilla? Y al hacer la investigación se descubrió que era un agente de la inteligencia del Ejército, que estuvo aquí entre nosotros como nueve años.

P.G.G.: ¿Cómo se llamaba ese jefe?
J.A.: Se llamaba... se llamaba... Argemiro Martínez. Era jefe del III Frente. Entre otras cosas ni siquiera tuvimos que castigarlo nosotros, sino que los mismos mafiosos, sus amigos, a quienes les había dado a guardar 350 millones de pesos, lo mataron para robárselos. Eso se supo entonces porque nosotros mismos lo debatimos aquí en conferencias nacionales de la guerrilla, y los servicios de inteligencia del Ejército y la Policía cogieron esos documentos.
P.G.G.: Si usted sabe que algunos elementos de las FARC trafican cocaína con la mafia, ¿cuál es su reacción? ¿Hay otros antecedentes?
J.A.: Pues de pronto sí puede haber habido gente aquí, entre los guerrilleros, que habían metido su poquito de basuco, o su poquito de "mona" cuando aquí estaba comercializada la marihuana, y cosas de esas... Pero nosotros no contemplamos ese fenómeno porque hay una reglamentación militar: es que aquí ni siquiera se puede ser borracho para hacer la fiesta. Nuestros estatutos dicen que aquí no puede haber borrachos, no puede haber marihuaneros, no puede haber periqueros: son normas que definen la estructura moral del combatiente revolucionario, y el que no se someta a ellas tiene que irse de aquí.
P.G.G.: Pero todo el mundo se pregunta cómo se financian ustedes. Con qué compran armas para equipar a las FARC.
J.A.: Nosotros tenemos desde hace mucho tiempo formas de financiación. Somos ganaderos, somos productores de arroz, de ajonjolí, de muchas cosas. Lo que pasa es que no podemos estar diciendo "esta finca es de nosotros" porque viene el Ejército y nos la ocupa; no podemos decir "este hato donde hay 15 ó 30 ó 50 mil cabezas de ganado es nuestro" porque nos lo roban. Ni podemos decir "tenemos 200 ó 300 millones de pesos en un negocio" o "tenemos la plata en tales bancos" o "la tenemos en UPACS", por ejemplo. Lo que ocurre es que desde hace tiempo, y particularmente desde que comenzó la tregua, elaboramos los Planes de Superviviencia Regional de los frentes. Trabajando. Por ejemplo, aquí en La Uribe la última cosecha nos produjo 370 cargas de maíz, fríjoles, arveja, que llevamos en nuestras mulas al centro de distribución de Corabastos, en Bogotá. Es una economía muy grande: así economizamos por lo menos el 50% de lo que debiéramos gastar en las cosas de comer. Es decir: tenemos un dinero que desde hace muchos años se viene vinculando al proceso productivo, y va incrementándose enormemente. Así es el capital, así se reproduce el capital. Y nosotros lo hacemos, no tanto en el proceso productivo industrial como en lo que se llama la franja comercial.
P.G.G.: ¿Es posible evaluar cuál es el capital de las FARC?
J.A.: No, no... Lo que pasa es que nadie sabe dónde está nuestra base económica, puede estar en grandes cultivos, puede estar en empresas... Por eso cuando nos acusa la CIA de ser narcos decimos que no, que lo que somos es industriales, estamos produciendo, estamos vinculados a la industria de la alimentación, o al comercio, o a la banca, o a los UPACS, que son una forma de la economía colombiana.
P.G.G.: ¿Se están volviendo ustedes capitalistas?
J.A.: ¡No, no!... Yo soy un revolucionario, no tengo nada qué ver con el capitalismo, peleo contra el capitalismo. Lo que pasa es que como vivo en el capitalismo, lucho en el capitalismo; y como se necesita capital para hacer la revolución, pues, entonces lo hacemos. Pero cuando triunfe la revolución paramos ahí el proceso y creamos un nuevo modo de producción, una nueva concepción de la vida donde se suprima la explotación de unos hombres por otros.
P.G.G.: En las zonas que las FARC controlan militar y políticamente, de alguna manera ejercen el papel de policía. ¿Qué hacen allá con respecto a la cocaína? ¿La capturan? ¿La destruyen?
J.A.: No, nosotros no nos metemos en eso. Eso lo hace la Policía anti-narcóticos, el Ejército, y las bandas que hay por ahí, porque en esas áreas la sociedad está muy descompuesta. Hay una inmensa masa de gente muy pobre que se organiza de alguna manera, en grupos delincuenciales, y cogen a los pequeños comerciantes que van a comprar coca, y los roban, y los matan. Entonces es muy fácil, en esas regiones, asociar a esas bandas con la actividad nuestra. Pero nosotros no tenemos nada qué ver con eso. No tenemos necesidad -y si la tuviéramos lo que haríamos sería comprar maquinaria y ponernos también a cultivar y a montar laboratorios, como lo hacen los mafiosos. Pero eso es contrario ideológicamente a nuestro sentimiento y nos desprestigiaria políticamente. No lo hacemos porque no somos tontos.
P.G.G.: Insistiendo en los vínculos con la mafia. ¿Es verdad que Pablo Escobar, o los Ochoa, o algún otro representante de la mafia ha estado aquí en La Uribe?
J.A.: Aquí no ha venido nadie, ni necesita hacerlo. Al contrario. Por ejemplo ¿Pablo Escobar no era representante a la Cámara? Es que aquí en Colombia toda persona que sea uno de esos grandes caudillos políticos está embadurnada de "dineros calientes", es decir, de dinero de la coca. Aquí uno no sabe de dónde sacan los partidos políticos tradicionales esa inmensa masa de dinero para gastarse cien, o doscientos, o mil millones de pesos en una campaña electoral. Que sale de la industria ¿cuál industria? Del comercio ¿cuál comercio? Tiene que salir del narcotráfico, eso no tiene vuelta. El otro día, cuando se iniciaba la campaña contra los narcotraficantes, alguien dijo: si quieren cogerlos a todos no es sino que la Policía se tome el Capitolio Nacional.
P.G.G.: ¿Cuál es la posición de las FARC con respecto al Tratado de Extradición?
J.A.: Nosotros no le caminamos a eso tampoco, y ya hemos producido una serie de documentos en ese sentido. No estamos de acuerdo. Porque aquí, si se supone que el régimen burgués tiene como basamento de su poder la existencia de tres poderes, el legislativo que hace las leyes, el ejecutivo y el jurisdiccional, o sea el de los jueces de la República para meter a la cárcel al que viole la ley ¿por qué tiene que recurrir a otra justicia que no se atempera con nuestras tradiciones ni con nuestra cultura? La justicia norteamericana, elaborada en un largo proceso histórico, se atiene a la moral y a las condiciones de vida de su sociedad y no de la nuestra. Por eso nosotros no estamos de acuerdo. Que a los narcotraficantes los enjuicien aquí, y los metan a las cárceles de aquí, y no en los Estados Unidos con jueces y cárceles norteamericanos.

P.G.G.: Me gustaría conocer cuál sería la posición de ustedes en caso de que hubiera una intervención norteamericana para combatir el tráfico de drogas en las regiones en donde hay a la vez sembrados de coca y frentes de las FARC.
J.A.: Hace poco el gobierno boliviano aceptó la intervención de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Pero eso es en Bolivia. Aquí, si los Estados Unidos lo intentan, nos alzaremos de nuevo en guerra. Con un detalle. Que cuando nos estemos dando tiros con el Ejército norteamericano aquí, todo el mundo va a estar con nosotros, los liberales oficialistas, los conservadores oficialistas, todos los demócratas y todos los patriotas colombianos se van a alzar con nosotros. Este país es un país antigringo. Aquí no nos gustan los gringos.
P.G.G.: ¿Cuál es la posición de las FARC frente a la propuesta de la legalización de la cocaína en Colombia?
J.A.: Desde hace mucho tiempo se ha planteado eso. Lo que pasa es que es un problema sumamente espinoso y complicado y a la gente le da miedo. Pero hace ya tiempo una personalidad que ahora se ha convertido en un político muy importante en Bogotá, el doctor Ernesto Samper, propuso la legalización de la marihuana, entre otras cosas, dijo él, para acabarla: porque si todo el mundo se pone a cultivarla, bajaría el mercado. Yo no sé. De pronto podría ocurrir, de pronto podría ocurrir... Ahora, el problema es el vicio. ¿Pero es que esto que se llama tabaco no es vicio, y esto que se llama alcohol no es vicio? Hay que saber por qué se consume. Por qué hay sociedades traumatizadas, angustiadas en donde se consume cocaína y marihuana como se consumen cigarrillos o whisky o coñac. Es allá a donde hay que llegar, cuando se enserie la discusión. Además hay otras formas de vicio que corrompen más la conciencia de una sociedad, mucho más. La institucionalización de las torturas, la institucionalización de las desapariciones de personas. Lo que ocurrió en el Palacio de Justicia, ¿es mejor, es más moral que consumir cocaína?, ¿O es más inmoral y más corrupto en relación con la lesión que sufre la sociedad? En cuanto a la droga, el enfoque mio es distinto. Yo pienso que si aquí hay cultivadores, y hay laboratorios, y hay comercialización de la cocaína es porque debe haber un mercado de consumo. Entonces, ¿en dónde está la mayor degradación moral? ¿En dónde se cultiva y se procesa, o en dónde se consume?
P.G.G.: En su libro "Cese el fuego" (página 151) usted habla de "capitalismo subterráneo" para referirse a la economía de la cocaína y la marihuana, y se refiere a la llamada "ventanilla siniestra" del Banco de la República. ¿Puede explicar eso un poco más?
J.A.: Bueno, yo digo en el libro que eso aquí tiene un nombre: se llama lavado de dólares. El lavado de dólares se hizo aquí oficialmente por la ventanilla siniestra del Banco de la República, a donde llegaban, los grandes capos o sus representantes a cambiar la masa de dólares norteamericanos por pesos colombianos. Creo que todavía existe.
P.G.G.: ¿ Usted piensa que de alguna manera el gobierno oficializa el lavado de dólares?
J.A.: ¡Claro! ¡Porque es así! Aquí hay empresas que lavan dólares, y los servicios de inteligencia del Ejército y todo el mundo, sabe cuáles son. Aquí todo el mundo sabe dónde están los grandes capos, dónde viven, sus teléfonos, sus negocios, sus casas. Aquí los grandes capos se reunen a cada rato con los altos mandos militares. Porque también ellos reciben una enorme cantidad de dólares, porque también están ocupados los generales de aquí, como lo estaban los de Chiang Kai Chek en China.
P.G.G.: ¿Usted puede dar nombres?
J.A.: Si, nosotros tenemos nombres. Lo que pasa es que eso lo administramos con mucho cuidado, pero va a llegar un momento en que demos los nombres.