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Desde mediados del año pasado, la Dijín empezó a investigar a la Legión Holk, el más grande de estos grupos. En un trabajo apoyado por agencias internacionales pudo conseguir las pruebas de los delitos.

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Legión Holk: la red macabra que acosa a niños y niñas

Esta aterradora tendencia tiene en peligro a miles de menores en las redes sociales. Detrás se esconde un oscuro negocio de pornografía infantil.

10 de junio de 2018

El escenario es ideal para los delincuentes, sobre todo para los pedófilos: un grupo virtual en el que pueden esconder sus identidades entre más de 100.000 miembros, la mayoría niños que usan las redes sociales desprotegidos, lejos de la supervisión de sus padres. Nueve meses dedicaron los investigadores de la Dijín a armar el mapa completo de lo que había detrás de esas aparentes comunidades de menores de edad que se conectaban para compartir gustos y entablar amistades. Encontraron un entramado de engaños de alcance internacional, manipulado por unos cuantos para inducir a los niños a distintas actividades aberrantes, entre esas, la pornografía infantil.

El 10 de abril la Policía capturó en Barranquilla a un hombre que se escondía bajo el alias de Carlos Kpaw. Era el administrador de dos grupos colombianos de Facebook que hacían parte de una especie de logia mucho más grande, nacida en México hace varios años: la Legión Holk. En apariencia, se trata de una sociedad que reúne niños de varios países latinoamericanos, desde donde coordinan actividades como trolear –matonear– a famosos o imponer tendencias en las redes sociales.

Se calcula que estos grupos tienen alrededor de 3 millones de miembros en varios países de la región, donde ya se han hecho famosos por actividades como lanzar amenazas de muerte contra James Rodríguez o promover etiquetas violentas en las redes, como la que hicieron viral cuando celebraron la masacre de 3 estudiantes y una profesora, perpetrada por un adolescente en un colegio de Monterrey.

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La Policía descubrió que Kpaw, junto a otros 4 perfiles que escondían anónimos, administraba 2 grupos de esa especie de logia que, juntos, congregaban alrededor de 200.000 miembros en Colombia, la mayoría menores entre los 7 y 15 años. De paso, descubrió que detrás de esas actividades violentas, pero en apariencia movidas por la ingenuidad y la rebeldía de los jóvenes, se escondía un negocio macabro que manipulaba la necesidad de los niños de sentirse aceptados e incluidos. “Fue un proceso investigativo de la Policía Nacional, la Dijín y la Fiscalía General, que después de allanamientos en Barranquilla y Bogotá y de labores de ciberpatrullaje del centro cibernético policial verificamos la creación de estos grupos denominados Legión Holk. Están integrados por jóvenes de menos de 20 años que hacen apología al odio, y muchos de ellos están ligados a pornografía infantil”, dijo a SEMANA el director de la Dijín, general Jorge Luis Vargas Valencia.

Para entrar a estas comunidades virtuales, que además tienen otros nombres como la Secta 100tifik, Secta Moa y Secta Doriloca, hay que enviarles una solicitud a los administradores. Los delincuentes tienen desde el comienzo una posición de poder sobre los niños. A algunos les piden llenar cuestionarios, y a partir de sus respuestas y del análisis del perfil online de los menores, deciden si los reciben.

Adentro comienza la escalada de manipulación. Los atraen con juegos y con música. Los niños se sienten en confianza en un mundo que parece adaptado para ellos. Entonces se unen a las acciones conjuntas de matoneo virtual y caen en juegos similares al de la ballena azul, que desembocó en el suicidio de dos niños en el país y muchos más en todo el mundo el año pasado. Los desafíos se van volviendo más peligrosos, como meterse a una lavadora encendida y dar vueltas o hacerse cortadas en sus cuerpos.

Los niños toman fotos o videos del cumplimiento de esos retos y los comparten, a cambio de likes de aprobación. La Dijín, tras una investigación coordinada con la Comunidad de Policías de América (Ameripol), tiene en su poder pruebas de las actividades que los menores publicaban allí, algunas inocentes y otras aberrantes, como matar perros callejeros.

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Esos juegos se van volviendo más oscuros a medida que los niños pasan más tiempo en esas redes, y los criminales escogen a sus víctimas entre los miles de miembros que las componen. De las conversaciones colectivas pasan a los mensajes y chats privados, en los que comienza la extorsión. Entonces, los coordinadores de los grupos revelan sus intenciones reales. Empiezan a manipular a los niños, a amenazarlos con matoneo o con la exclusión. Su fin último es conseguir material pornográfico de los menores.

Muchos niños entregan el contenido y eso alimenta todo un entramado delincuencial en el que intercambian ‘paquetes’ de pornografía infantil por dinero, e incluso por membresías a los servicios de música, películas y series online. Se trata de todo un mercado criminal que según las estimaciones de los investigadores ha movido alrededor de 1.800 millones de pesos durante 2018, y que se extiende por Colombia, Perú, Chile y México. En este último país, el fenómeno ha llegado a un punto más tenebroso, en el que los menores son ofrecidos e inducidos a la prostitución.

Dentro de los grupos también intercambian contenidos violentos, como videos de asesinatos, torturas o suicidios, y promueven conductas para inducir a los niños a la bulimia o la anorexia. Es un complejo escenario de aprovechamiento y depravación disfrazado de juego que trasciende la virtualidad. La Policía tiene documentados encuentros presenciales en ciudades como Barranquilla, Cartagena y Bogotá durante los últimos tres años.

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Adentro de esas redes hay toda una telaraña de códigos, incluso usan un vocabulario propio. A la pornografía infantil la denominan CP (child porn) o caldo de pollo; a los paquetes de ese contenido les dicen packs; al pedófilo que busca contenido de niños se le conoce como BL (boyslover); y al que busca niñas como GL (girlslover). A los niños víctimas les dicen SF (special friends) o amigos especiales. Además, tienen símbolos que los delincuentes usan para identificar el tipo de contenido pornográfico que buscan.

Desde mediados del año pasado, la Dijín empezó a investigar a la Legión Holk, el más grande de estos grupos. En un trabajo apoyado por agencias internacionales pudo conseguir las pruebas de los delitos. Ya con la claridad del modo de funcionamiento y de los delincuentes que se camuflaban allí, este año han capturado en varias capitales colombianas a ocho personas que estarían detrás de la distribución de la pornografía infantil.

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Con estos operativos, las redes se desarticulan por un tiempo. Pero las autoridades saben que las comunidades de menores ya están conformadas y pueden reagruparse. Por eso, buscan que la lucha contra estos crímenes empiece desde los hogares. Recomiendan a los padres, por ejemplo, no mantenerse al margen de las actividades de sus hijos en la red y actualizarse para conocer cómo puede operar el crimen a través de internet. Además, que estén alerta a indicadores, como cuando los menores comparten demasiadas fotografías por estos medios. El panorama es aberrante y complejo y exige un trabajo conjunto entre las autoridades y la sociedad, para que los niños no caigan en esas espirales de victimización.