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Marilú Ramírez | Foto: Archivo SEMANA

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La guerrillera que infiltró al Ejército toca las puertas de la JEP

Marilú Ramírez, más conocida como ‘Lulú’, paga 27 años de cárcel por el carro bomba que estalló en la Escuela Superior de Guerra en el 2006. La Corte Suprema tiene la palabra.

12 de mayo de 2017

Marilú Ramírez no se perdió ni una ceremonia militar. Era la primera que llegaba y la última que salía. Se hizo muy amiga de todos en la Escuela Superior de Guerra cuando tomó el Curso Integral de Defensa Nacional (Cidenal). Abrazada junto a altos mandos militares, tomando licor y estudiando se le vio durante los seminarios y conferencias de ascenso que dictaron en el 2005, magistrados, fiscales, procuradores, miembros de las fuerzas armadas, e incluso, el propio presidente.

Los militares protagonizaron un mal momento por cuenta de una de las integrantes de la Red Urbana Antonio Nariño (Ruan) de las FARC, que comandaba el jefe guerrillero Carlos Antonio Lozada. Su historia vuelve a salir a flote en el mar de solicitudes de amnistías y libertades condicionales que inundan los despachos judiciales por estos días en Paloquemao y la Corte Suprema de Justicia.

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Ante el alto tribunal la guerrillera de 49 años postuló su carta de compromiso que firmó ante Néstor Raúl Correa, el secretario de la Justicia Especial, que recibe las solicitudes de los militares e insurgentes que se someterán al modelo de justicia que se acordó en La Habana. Para efectos de este caso y por el carácter de los delitos, Marilú está detrás del beneficio de la libertad condicional que le ayude a librarse de los 27 años que paga en la cárcel La Modelo de Bogotá.

Su caso se quedó en la retina de los colombianos por las activades tan disímiles que protagonizó: la primera, en 2005, cuando participó de civil -en calidad de invitada- en los cursos que los coroneles de las Fuerzas Armadas hacen para ascender al grado de general; la segunda, en 2006, cuando fue la supuesta autora material del carro-bomba que las FARC hicieron estallar en la Escuela Superior de Guerra.

Imagenes: Marilú Ramírez, la guerrillera infiltrada

Además de tener un documento judicial que la acredita como antigua miembro de la guerrilla, los delitos de terrorismo, tentativa de homicidio agravado y lesiones personales son su llave a la libertad por haberlos cometido en medio del conflicto. Y es que en medio de la avanzada guerrillera para hacerse a la joya de la corona -Bogotá- Marilú consiguió adentrarse en las entrañas del poder y fotografiar guarniciones militares y policiales. 

Todo, como parte del curso del Cidenal que consiste en visitas a las más importantes y secretas bases e instalaciones de las Fuerzas Armadas. Así, por ejemplo, la guerrillera estuvo en la base aérea de Apiay (Meta), donde se coordinaba toda la estrategia de guerra en el oriente del país. Incluso, visitó la base militar de Tres Esquinas (Caquetá), corazón del combate contra la guerrilla en el sur del país, y la de Larandia, el clave complejo colombo-estadounidense en la lucha contra el narcotráfico. Marilú, en las sedes de las fuerzas, se movía como pez en el agua. Por eso, durante su captura en el barrio Kennedy (2007) de Bogotá, para tratar de zafarse del acoso de las autoridades empezó a mencionar a diestra y siniestra como sus amigos a altos miembros de las brigadas del Ejército y la Dirección de la Policía Nacional.

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La noticia de la detención de Ramírez empezó a correr como pólvora entre los asistentes del curso en la época. No era para menos. Todos recordaban que con ellos había estudiado la mujer que estaba siendo sindicada de terrorista y que años antes se les había presentado como una alta funcionaria de la Veeduría Distrital.

"Cuando nos enteramos de que Marilú había sido detenida, todos quedamos fríos, pues los requisitos que nos exigieron son muy drásticos. A mí, por ejemplo, me averiguaron esta vida y la otra", dijo para la época a SEMANA una fiscal de alto rango que asistió al Cidenal ese mismo año. "Ella era una mujer muy querida, dicharachera. Recuerdo que se vestía con una ropa que no venía muy bien con el clima ni las costumbres de Bogotá", agregó.

La mayor preocupación es que Marilú había conseguido conocer la intimidad de muchos de los participantes del curso de ascenso y de quienes lo dictaban. La gente solía compartir muchas cosas dentro y fuera de las aulas. Ella no sólo tenía sus teléfonos y direcciones sino que también conoció sus familias, estuvo sus casas, fincas y conoció hasta el más mínimo detalle de lo que hacía cada uno.

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Diez años después de haber sido descubierta, la misma persona que abandonó la pista que ayudó a dar con su captura, le da las llaves de la libertad. Un computador que dejó tirado Carlos Antonio Lozada -uno de los negociadores de las FARC en La Habana- después de un operativo fue la pieza clave para identificarla como parte del movimiento guerrillero. Falta ver la decisión que tomará la Corte Suprema de Justicia en los próximos días, pero lo cierto es que de aceptarse su solicitud, es una prueba irrefutable que el tren de la justicia especial de paz empezó su marcha.