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OBITUARIO

Myles Frechette, el ‘virrey’ ha muerto

Myles Frechette, el fallecido exembajador de los Estados Unidos en Colombia, recordado por haberle quitado la visa a Ernesto Samper, se llevó a la tumba secretos sobre intentos de golpe de Estado en ese gobierno y quiénes pudieron estar detrás del asesinato de Álvaro Gómez.

12 de agosto de 2017

Por su nombre completo prácticamente ningún colombiano lo ubicaría, Myles Robert Rene Frechette. Pero si se dice el “embajador Frechette”, sobrevienen los recuerdos, y estos, no pocas veces, provocan una mueca en el rostro. Como embajador de Estados Unidos llegó a Colombia en 1994 y se marchó en 1997, hace más de veinte años, pero su impronta siguió presente. De hecho, hace apenas unas semanas, con 81 años de edad y retirado en Washington, volvió a ocupar titulares con ocasión de un libro entrevista en el que habló sobre el ayer y el hoy de la política colombiana aunque advirtió: “Hay secretos de Estado que no voy a contar”. Ahora, al confirmarse su deceso, Frechette regresa a los titulares y su afirmación es una sentencia inapelable.

Como representante del gobierno de Bill Clinton, desde el primer día jugó un papel central en el acontecer político, marcado por el proceso 8.000 que tuvo tambaleando al entonces presidente Ernesto Samper. El rol de Frechette fue fustigar a Samper día y noche. Nunca en la historia de Colombia un embajador había tenido la influencia y la interferencia en asuntos políticos internos que se dieron durante ese escándalo.

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Frechette era una especie de virrey. Y sus intervenciones recalcitrantes le valieron críticos y admiradores. Jaime Garzón, con quien tenía extensas charlas en privado, no vaciló en apodarlo “procónsul” en sus programas de sátira. Muchos lo llamaban “Conspiretas” y, Horacio Serpa, principal escudero del presidente, se refería a él como “Gringo maluco”. Pero para la opinión pública, profundamente indignada con la penetración del narcotráfico en la política, tenían buen recibo las intervenciones de Frechette. El diplomático –con un español más que fluido– era más bien percibido como un aliado de todos los que consideraban que el presidente tenía que renunciar.

El clímax del enfrentamiento llegó cuando Estados Unidos, en junio de 1997, tomó la determinación de cancelarle la visa a Samper, con el argumento de que el presidente de Colombia cohonestaba con las actividades de los narcos. El golpe se dio cuando Samper tenía la más baja popularidad y no era seguro que pudiera sostener su gobernabilidad para terminar su mandato. Finalmente logró sobrevivir a esa humillación, pero las relaciones entre Colombia y Estados Unidos llegaron a su nivel más bajo históricamente.

Si la opinión pública antisamperista lo consideraba su aliado, era apenas previsible que el presidente Samper y su entorno lo consideraran uno de los jefes de la conspiración en contra de ellos. En una entrevista del expresidente la semana pasada confesó que si de algo se arrepentía de su gobierno era de no haberlo expulsado de Colombia.

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El mismo exembajador, en su libro Frechette se confiesa, le contó al periodista y autor Gerardo Reyes que, en los momentos más agudos de la crisis, importantes personas del país llegaron a tantearlo y a preguntar cuál sería la posición de su gobierno sobre un golpe de Estado. Él, sin embargo, nunca reveló los nombres, pero dejó claro que consideraba que el asesinato de Álvaro Gómez estaba relacionado de alguna forma con esos episodios.

Reyes también indagó a Frechette en el libro sobre sus opiniones respecto a Álvaro Uribe. Lo primero que dijo fue que la desmovilización de los paramilitares durante ese gobierno fue una farsa total. También cuestionó algunas decisiones que César Villegas, el número dos de la Aeronáutica Civil, tomó a favor de algunos narcotraficantes cuando Uribe era el director a comienzos de los ochenta. Agregó finalmente que el gobierno norteamericano estaba tan satisfecho con la gestión de Uribe que decidió no pararle bolas a los rumores que circulaban en su contra.

Aunque Frechette falleció hace poco más de un mes –el pasado 1 de julio–, por disposición de su esposa, Bárbara, las honras fúnebres y el duelo se han llevado en absoluta cautela y lejos de los reflectores. El deceso se produjo por cuenta de una breve e intensa batalla contra el cáncer. Atendiendo a su propia petición, el cuerpo del diplomático fue cremado en Washington. Sus dolientes y amigos asistirán a una misa abierta que se celebrará el próximo 18 octubre en la capital estadounidense.