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“Si lo que quieren leer es que Pablo era un monstruo, que no compren mi libro”

ENTREVISTA

"Pablo no le contaba sus crímenes a la familia"

Alba Marina, hermana de Pablo Escobar, relata lo que fue vivir al lado del narcotraficante más poderoso del mundo.

14 de agosto de 2010

SEMANA: ¿Es consciente de que por la publicación de este libro usted podría ser acusada ante la justicia como cómplice de su hermano? En el libro afirma haber guardado canecas de éter y de acetona por orden de él en su garaje...
Alba Marina Escobar:
No soy cómplice. Una cosa es tener idea de cómo se desarrolló el negocio de la cocaína y otra es saber los centenares de crímenes que se llevaron a cabo en ese proceso. Yo podía tener algún conocimiento de lo primero, pero no de lo segundo. En el mundo de Pablo, esas decisiones no se compartían con la familia. Es más, se hacía un esfuerzo enorme para que esta no se enterara. ¿O alguien se imagina a Pablo Escobar diciéndome a mí y a mamá en la sala: "Estoy pensando matar a tal persona. ¿Ustedes qué opinan?".

SEMANA: Usted misma reconoce que tenía conocimiento de cómo se desarrolló el negocio. Esa es una confesión delicada.
A.M.E.:
Hay que poner las cosas en su contexto. En los años 70 en Colombia se conocía la marihuana pero no la cocaína. Pablo prácticamente se inventó ese negocio. Ni las autoridades ni la familia tenían conciencia de todo lo que eso iba a implicar 10 o 15 años más tarde. Era un negocio incipiente y artesanal que no estaba todavía ni perseguido ni satanizado. Yo tendría apenas unos 20 años. Si mi hermano me pedía que guardara unos productos químicos en mi casa, yo simplemente lo hacía sin meterle mayor misterio al asunto.

SEMANA: ¿Entonces usted pretende que le creamos que no sabía que era cocaína?
A.M.E.:
Es que uno llega gradualmente a esa realidad. Claro que después yo sabía que era cocaína. Si toda Colombia lo sabía, ¿cómo pretenden que no lo supiera su hermana?

SEMANA: También critican el libro por no ser más que una apología del delito. En otras palabras, una oda a Pablo Escobar.
A.M.E.:
Si lo que quiere leer la gente es que Pablo Escobar era un monstruo, que no lean mi libro. Yo lo único que pretendo es decir que la visión que se ha creado sobre él es parcial. Yo reconozco que Pablo cometió muchos crímenes, pero también era un ser humano con muchas virtudes. Y aunque les duela a muchos, yo, como su hermana que lo adoraba, tengo interés en que se sepa tanto lo malo como lo bueno. Y también quiero mostrar que así como él cometió muchos crímenes, también se cometieron muchos en nombre de él y en contra de él.

SEMANA: Usted no entra en detalles pero reconoce que la mayoría de los crímenes que se le atribuyen a su hermano son verdad. Ha desconcertado, sin embargo, al negar uno que pasó a la historia como aterrador: la bomba en el avión de Avianca. ¿Usted está segura de que no fue él o simplemente lo cree?
A.M.E.:
Estoy casi segura. Porque como les acabo de decir, Pablo no hablaba de sus crímenes con la familia. Por lo tanto, lo que uno tiene son deducciones basadas en información fragmentaria. Pero yo no tengo ningún problema en reconocer el de Rodrigo Lara. Y en el caso de Luis Carlos Galán, él tuvo una gran responsabilidad, pero no fue el único.

SEMANA: ¿Y entonces quién puso la bomba en el avión de Avianca? 'El Arete', la mano derecha de Pablo Escobar, ya reconoció ese delito.
A.M.E.:
Eso tiene una explicación. Acuérdense ustedes que después de que mataron a Pablo, el cartel de Medellín, el cartel de Cali y los Pepes tuvieron un intento de negociación para parar ese baño de sangre. En ese proceso se distribuían las penas, no de acuerdo a la responsabilidad real, sino de acuerdo a la estrategia penal.

SEMANA: ¿Y usted cree que una persona como 'el Arete' se echa la culpa de la bomba de Avianca por razones estratégicas y se expone a 20 o 30 años de cárcel por eso siendo inocente?
A.M.E.:
Es que ellos estaban acusados de tantos delitos que agregarle uno más, por muy monstruoso que fuera, no agravaba la pena. Pero sí se la quitaba a otra persona.

SEMANA: ¿Y esa persona era del cartel de Medellín?
A.M.E.:
No. Era de los Pepes, que también eran traficantes extraditables. Les convenía, al igual que a Pablo, desestabilizar al país para que fuera eliminada la extradición.

SEMANA: ¿Cuántas personas muy cercanas a usted murieron en esa guerra?
A.M.E.:
Mis primos hermanos Hernando, Gustavo y José Luis Gaviria; mi prima Lucila Restrepo con su esposo y su hijo; los dos hermanos de Victoria, 'la Tata', esposa de Pablo. Eso en cuanto a la familia, pero si hablamos de allegados, el número sería infinito. Y Pablo, que tenía una red de información, sabía que todos esos asesinatos los había cometido la policía.

SEMANA: No sabemos si lo de la policía es cierto, pero lo que sí está confirmado es que su hermano Pablo pagaba entre dos y tres millones por cada policía muerto en las calles de Medellín.
A.M.E.:
Eso no lo voy a negar. Y me doy cuenta de lo trágico que fue. Pero piensen cómo es la reacción de un hombre violento como Pablo cuando la mitad de su familia es asesinada y la mitad de sus amigos también. Esos pobres policías que murieron eran hombres tan humildes como los que nos mataban a nosotros. Lo que pasa es que en una guerra de esas muchos justos pagan por pecadores, y eso les sucede a los dos bandos.

SEMANA: Su libro tiene una gran revelación: que el presidente Ortega y su familia eran socios de Pablo. ¿Usted se sostiene en esa afirmación?
A.M.E.:
Yo no lo puse en esos términos. Lo único que sé es que Pablo en Nicaragua se la pasaba con el hermano del presidente Ortega y que salían juntos prácticamente todas las noches, no sé a qué. Obviamente, delante de mí no iban a discutir sus negocios. En cuanto al presidente Ortega, no tengo ninguna información concreta porque al que vi fue al hermano. Después de eso salió la famosa foto tomada por un infiltrado de la DEA en la que aparece Pablo cargando cocaína en un avioneta en Nicaragua.

SEMANA: Luego usted revela que en un momento dado Pablo decidió matar al presidente Belisario Betancur y que ese magnicidio se pudo evitar porque Gabriel García Márquez, a quien usted no nombra pero se entiende que es él, le pidió que interviniera para impedir ese asesinato. ¿Por qué quería Pablo matar a Betancur?
A.M.E.:
Mi hermano y el cartel de Medellín eran muy belisaristas y siempre pensaron que él los iba a apoyar. Cuando después del asesinato de Rodrigo Lara el presidente Betancur estableció la extradición, se sintieron traicionados. En ese momento tomaron la decisión de asesinarlo.

SEMANA: Si su hermano manda matar a Belisario, ¿quién es la persona que se le atraviesa para trancar ese operativo?
A.M.E.:
Había un hombre de letras, no muy conocido y cuyo nombre no voy a revelar, enterado de la decisión de Pablo. Él voló a México e informó a García Márquez, quien inmediatamente trató de evitar esa locura pidiéndole a Fidel Castro que intermediara con mi hermano. Castro intervino y la cosa se desactivó.

SEMANA: ¿Y es que Fidel Castro tenía vínculos con su hermano?
A.M.E.:
Yo sé que entre ellos había algún tipo de comunicación. No creo que eso tuviera que ver con negocios. Pero yo vi que se enviaban mensajes de un lado al otro y se comunicaban a través de intermediarios.

SEMANA: En su libro usted habla de la fortuna de su hermano, de los helicópteros, la casa, los sobornos. ¿Qué pasó con toda esa plata?
A.M.E.:
Pablo tuvo una guerra simultánea contra dos gobiernos: el de Colombia y el de Estados Unidos. Ustedes saben lo que eso cuesta. En eso se fue su plata.

SEMANA: ¿Toda?
A.M.E.:
Yo sé que ustedes no me van a creer, pero mi familia, como puede atestiguar todo el mundo en Medellín, no está pasando hambre pero ninguno de nosotros puede darse muchos lujos. Lo mismo sucede con su viuda y sus hijos en Argentina. En la familia no quedaron millonarios. De todo lo que llegó a tener Pablo, lo que le quedó a su familia solo alcanza para una seguridad económica.

SEMANA: En su libro no hay ninguna referencia a su primo José Obdulio. ¿Qué pasó ahí?
A.M.E.:
Él no tiene nada que ver con todas esas cosas. La verdad es que su mamá era de una condición social y económica superior a la nuestra. Ellos crecieron en un ambiente más privilegiado y menos duro que el nuestro como hijos de una maestra de escuela. Usted sabe que cuando una persona se siente de una clase superior a la de otros parientes como que no les para muchas bolas. Cuando Pablo se volvió rico, los invitó a la inauguración de Nápoles y todavía me acuerdo de su cara de asombro al ver semejante propiedad con visitantes que llegaban en helicópteros particulares. Pero la verdad es que nunca fueron tan cercanos a nosotros.

SEMANA: Y por último, ¿qué significa para usted ser la hermana de Pablo Escobar? ¿Qué nivel de discriminación ha tenido?
A.M.E.:
En Medellín, ninguna. Allá nos conocemos y la gente sabe quién soy yo. Como les dije, no soy una millonaria en una mansión con piscina y helicópteros, sino una mujer de clase media que no molesta a nadie. En Bogotá les parezco más espectacular, y es por eso que no voy mucho por allá.