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El senador Álvaro Uribe Vélez y el candidato presidencial del Centro Democrático Iván Duque. AFP | Foto: AFP

POLÍTICA

Uribe y Duque: los detalles de la tensión política del momento

La relación entre Álvaro Uribe y el Gobierno de Iván Duque pasa por su momento más tenso. Aunque no habrá rompimiento, las diferencias ya son muy evidentes y pueden tener efectos en las elecciones de 2022.

1 de mayo de 2021

A tan solo 15 meses de que concluya el periodo presidencial de Iván Duque, ha surgido una imprevisible fractura entre el expresidente Álvaro Uribe y un grupo mayoritario de congresistas del Centro Democrático con la Casa de Nariño, por cuenta de la controvertida reforma tributaria.

Se trata del momento de mayor tensión entre el uribismo y el Gobierno. Algunos, incluso, han especulado con que la relación política entre Uribe y Duque podría quedar lastimada. La verdad, sin embargo, es que eso no ocurrirá. ¿Qué es, entonces, lo que está sucediendo? Con las elecciones legislativas y presidenciales de 2022 a la vuelta de la esquina, el proyecto de ley que contempla un revolcón en materia de impuestos –para cubrir los gastos de la pandemia y ampliar los programas sociales– tiene caldeados los ánimos no solo en el país, sino entre los simpatizantes de Duque.

El propio Uribe encabeza ese malestar y en las últimas entrevistas ha revelado que “mil veces” le rogó al Gobierno que no presentara la reforma tributaria como lo tenía contemplado. A raíz de las constantes críticas de diferentes sectores sociales y del paro, Uribe ha hecho muy notoria su molestia. “Por favor, equipo del Ministerio de Hacienda, esto no se arregla quitando unos temas, no insistan en discutir los 170 artículos. Lean los riesgos de la democracia”, escribió esta semana en su cuenta en Twitter.

Las diferencias, pese a todo, son más políticas que personales, y no se verá un rompimiento como el de Uribe con Juan Manuel Santos. “Al presidente Duque le profeso total respeto y cariño hasta el final de su Gobierno y en adelante”, le dijo Uribe a Vicky Dávila, directora de SEMANA.

EL IMPACTO POLÍTICO

El gobierno se ha quedado solo y hoy no cuenta con las mayorías necesarias para buscar la aprobación en la Cámara y el Senado. Ni siquiera sirvieron las charlas telefónicas del propio Uribe con el expresidente César Gaviria y el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, en las que el jefe del Centro Democrático les propuso un consenso para salvar la iniciativa.

Uribe, según diferentes fuentes consultadas, no está satisfecho con lo que está ocurriendo en la Casa de Nariño, y viceversa. Hay un teléfono roto entre el Gobierno y el Centro Democrático en medio del trámite de la reforma más difícil para todo el gabinete de Duque. El viceministro de Hacienda, Juan Alberto Londoño, afirmó que Uribe conocía el proyecto de ley de antemano y por eso no entendió sus regaños. “Personalmente, me senté con el presidente Uribe más de una vez y le mostramos la reforma”, afirmó.

Uribe, entre tanto, dijo en una entrevista radial que el viceministro tenía memoria selectiva. Duque, por su parte, no quiso que Vicky Dávila le leyera unos trinos de Uribe sobre la reforma tributaria. “No me lea trinos, no me lea trinos”, respondió sorpresivamente el presidente.

Para algunos, ese episodio fue apenas el reflejo de la creciente tensión que se vive. Algunos líderes del Centro Democrático se preguntan hoy por qué no le hicieron caso a Uribe en el Gobierno. Quizá la respuesta esté en las palabras de la propia vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, quien en 2018 fue tajante: “Iván Duque actúa como el presidente de todos los colombianos y no como miembro de un partido”.

Es innegable que la reforma tributaria también puso al descubierto la falta de puentes entre la Casa de Nariño y su bancada de congresistas. Ante semejante proyecto, que se sabía de antemano que sería tremendamente impopular dada la grave crisis social y económica por la que atraviesan millones de colombianos, lo menos que se esperaba era una estrategia conjunta. Pero no ha sido así.

A muchos genuinamente les inquietan algunos puntos de la reforma tributaria, pero otros están pensando más en las elecciones de 2022, en el costo político y en evitar el desgaste que siempre trae proponer mayores impuestos en Colombia. Y más en una época como la actual. El representante Gabriel Jaime Vallejo hizo fuertes cuestionamientos y habló de objeción de conciencia en caso de votar el proyecto inicial en bancada, mientras que su colega Gabriel Santos se quejó del mal manejo que le ha dado el Gobierno a la reforma tributaria. Las senadoras Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y Paola Holguín hicieron sus propios reparos.

Para rematar, Uribe –consciente del impacto político y en el bolsillo de muchos colombianos– se convirtió en uno de los más duros críticos constructivos en la última semana y empezó a desinflar el proyecto con propuestas que apuntaban al anticipo de 5 billones de pesos de utilidades del Banco de la República, austeridad en el gasto administrativo e impuestos transitorios, aproximados por 12 billones de pesos, sin afectar a la clase media.

Aunque Duque dialoga constantemente con los senadores Ernesto Macías, María del Rosario Guerra, Nicolás Fernando Araújo y Ciro Ramírez, así como con los representantes Edward Rodríguez y Jennifer Arias, entre otros, que defienden su Gobierno a capa y espada, hay un grueso que no se siente conforme con sus propuestas. Cabal, Holguín y Valencia han coincidido en la necesidad de la austeridad del Gobierno y lo dicen sin titubeos a la prensa.

Por un lado, la línea duquista insistió en sostener la reforma tributaria porque no solamente es fiscalmente necesaria, sino también para no entregarle un triunfo político en bandeja de plata a Germán Vargas Lleras y al expresidente César Gaviria.

Del otro lado, en la reunión algunos advirtieron sobre los réditos políticos que le está sacando Gustavo Petro al controvertido proyecto. A raíz de todo lo ocurrido, Duque busca ahora un consenso con los partidos para modificar el texto de la reforma tributaria durante su trámite en el Congreso. La situación no pinta fácil, dada la férrea oposición del Partido Liberal y de Cambio Radical.

Esta reforma fiscal y social, como dice el senador Ernesto Macías, no fue un capricho de Duque, no estaba en sus cuentas, y surgió tras el hueco fiscal que generó la pandemia. “No es un secreto que esta iniciativa ha generado molestias en el Centro Democrático por parte de algunos sectores, pero está en manos de la bancada pronunciarse y actuar de acuerdo a sus decisiones”, le dijo Macías a SEMANA.

Hoy no está claro qué tipo de reforma tributaria saldrá del Congreso, aunque exista un consenso de recaudar mayores recursos para cubrir los gastos de la pandemia, ampliar los programas sociales para los más vulnerables y enviar un mensaje de confianza a los mercados internacionales y a las calificadoras de riesgo.

Los próximos días serán decisivos. Cualquier debate, además, se dará en medio de los cálculos políticos por las elecciones presidenciales y el ambiente de campaña electoral que ya se respira. El Centro Democrático, por ejemplo, afronta una situación difícil entre sus filas porque no tiene un candidato o candidata a la mano que aglutine a todas las tendencias del movimiento.

Adicionalmente, el expresidente Uribe no será candidato al Senado y eso, seguramente, tendrá un gran costo en materia de votos en las listas al Congreso. Cálculos internos de algunos uribistas apuntan a que se podría perder el 40 por ciento de escaños en el Senado y el 30 por ciento en la Cámara de Representantes.

Pero no todo está escrito. A Duque todavía le quedan 15 meses de mandato y, si el ritmo de la vacunación se acelera, la reactivación económica podría tener mejores expectativas en el resto del año. El Gobierno y su partido se necesitan mutuamente en la coyuntura más compleja que ha tenido que lidiar el presidente. El tercer pico de la covid-19, el preocupante aumento del número de personas fallecidas y contagiadas, la catástrofe social y económica, el desafío de la vacunación y la reactivación de la protesta social se han juntado en las últimas semanas, convirtiéndose en la prueba de fuego más dura para el Gobierno y el Centro Democrático.

La paradoja es que, en vez de estar unidas, ambas partes afrontan una dura división. En todo caso, la línea de comunicación no está rota y Uribe y Duque siguen conversando, a tal punto que el presidente aceptó la idea del expresidente de un “texto sustitutivo” de la reforma tributaria, en el que todos los partidos aporten.