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POLÍTICA

Viviane y Claudia: como el agua y el aceite

Las dos senadoras se enfrentaron, con argumentos e insultos, en el debate sobre la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Perfiles de Semana.com

17 de diciembre de 2016

Claudia López (Bogotá, 1970) no había cumplido 20 años cuando su voz empezó a ser reconocida en esos grupos de estudiantes universitarios inconformes con el sistema. Había razones para estarlo. El narcotráfico, en medio de bombas y atentados, arrodillaba al Estado en lo que se veía como una sinsalida. López hizo parte de ese movimiento de jóvenes que indignados por la muerte de Luis Carlos Galán, entre 1989 y 1990 produjo una de las marchas más multitudinarias que el país recuerde. De ahí vino la Séptima Papeleta, la misma que desencadenó la Asamblea Nacional Constituyente y la nueva Carta política. Por cuenta de la adrenalina y la pasión que le produjo vivir ese momento se retiró de biología en la Distrital y entró al Externado a estudiar Gobierno.

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Viviane Morales (Bogotá, 1962) tenía 28 años cuando se instaló en esa misma Constituyente. No era protagonista estelar, aunque si de reparto. Llegó como asesora de Jaime Ortiz Hurtado, del movimiento Unión Cristiana, que también lideraba Darío Silva Silva, pastor de la Iglesia Casa sobre la Roca. Morales también venía de ser una líder estudiantil, aunque en un estilo diferente. Fue alumna estrella de derecho en la Universidad del Rosario y alcanzó a ser colegial de número, la máxima distinción de ese claustro. Morales es hoy una de las pocas mujeres vigentes en la política que puede darse el lujo de decir, con pelos y señales, cómo nació, como se formó, como se expidió la nueva Carta Política, la misma que los jóvenes compañeros de Claudia López reclamaban desde la calle en un convulso período de la vida nacional, aquella elección de 1990, antecedida por los asesinatos de tres candidatos presidenciales. 

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Paradójicamente esa defensa de la Constitución que ambas ayudaron a construir las enfrentó como nunca esta semana. El lunes en la noche Viviane Morales y Claudia López se trenzaron en una de las discusiones álgidas que se han vivido en el Congreso. Ambas hablaron largo y enérgico, y el debate se prolongó a los micrófonos de las emisoras a la mañana siguiente. Se dijeron de todo: desde argumentos profundos hasta las más agrias ofensas personales.

El debate nunca tendrá un punto de encuentro. Morales evoca la Constitución para asegurar que los niños deben ser entregados en adopción solamente a parejas conformadas por papá y mamá. En todas sus presentaciones cita el artículo 42, en el que esos constituyentes que ella acompañó hace 25 años escribieron que “la familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer”. La senadora propone un referendo para que los colombianos apoyen esa idea en las urnas.

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Claudia López también evoca la Constitución, pero para recordarle lo contrario: que Colombia es un país pluralista que garantiza la igualdad. Cada vez que puede le señala que la Corte Constitucional ya ha revaluado ese concepto idílico de familia y ha extendido su interpretación simplemente a seres que se aman: una mamá soltera, una abuela con sus nietos o una pareja del mismo sexo. Para López, el referendo de Morales es discriminatorio y retardatario, y desconoce la realidad colombiana en el que el 51 por ciento de los niños no crece hoy con un papá y una mamá. “Es un referendo antihumano”, le dijo a Semana.com.

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Aunque ambas senadoras son protagonistas de todos los debates de hondo calado en el país, en esta discusión de la adopción es donde tienen el alma. Para cada una de ellas significa la causa que ha defendido toda la vida. Se les siente en cada intervención que dan y en cada entrevista que contestan. El martes por la noche, el Senado apoyó a Morales. La felicidad de la senadora quedó retratada en una imagen de un estrecho abrazo con su marido, el exlíder del M-19 y vocero del referendo, Carlos Alonso Lucio. Ambos con una gran sonrisa en el rostro. El referendo pasó con 55 votos a favor y apenas 25 en contra. Le faltan dos debates en la Cámara.

Para Claudia López debió ser uno de los días más difíciles de su carrera política. “Senado decidió que la mitad de las familias del país se prejuzgan indeseables y a los niños les dijo que los prefiere en orfelinatos antes que adoptados por ellas”, escribió en su Twitter apenas se conoció la votación. Como en pelea larga hay desquite, es posible que las cosas cambien.

Claudia López y Viviane Morales son como el agua el aceite. Desde hace unos meses, además, son las principales antagonistas de un debate político esencial al que todos los políticos le huyen. Se trata de esos temas fundamentales de la sociedad que suelen dejar descontentos a muchos. Los colegas de las senadoras le tienen tanto recelo o tan poco cuidado, que a la audiencia pública que convocó Morales y que ayudó a organizar López sólo asistieron ellas dos. La imagen del auditorio vacío con las dos senadoras enfrentadas todavía se recuerda en el Capitolio.   

Pero lo cierto es que Morales y López no son tan distintas como parece. Aunque en orillas opuestas, ambas mujeres se han hecho a pulso y se han caracterizado toda la vida por nadar contra la corriente.

Cuando tenía 30 años, Viviane Morales llegó al Congreso por un movimiento cristiano, cuando pocas, muy pocas, mujeres se atrevían irrumpir en un escenario dominado por los hombres. Morales se vinculó muy pronto al liberalismo y fue la fórmula del entonces senador Alfonso Gómez Méndez. Su papel se volvió estelar en el capitolio en el proceso 8.000. Enfrentada a Íngrid Betancourt, Morales protagonizó los más intensos debates al gobierno de Samper.

En 1998, una acción de tutela la hizo célebre. La Corte Suprema de Justicia había ordenado investigar, por posible prevaricato, a los 109 representantes que, como ella, votaron a favor de la preclusión al proceso contra Samper. Morales argumentó en una demanda larguísima llena de citas históricas que la inviolabilidad parlamentaria era uno de los ejes de la democracia. Y en una sentencia hito, el entonces magistrado Carlos Gaviria le dio la razón.

Claudia López, mientras tanto, empezaba a dar sus primeros pasos en el sector público. Había trabajado en la consejería presidencial para la Juventud, en la Contraloría Distrital de Bogotá. En 1998, fue nombrada por el entonces alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, en la secretaría de Acción Comunal. Luego integró la campaña a la Alcaldía de Juan Lozano, en el año 2000.   

El gobierno de Uribe marcó la vida de ambas, a su manera. Viviane ya había alcanzado posiciones de influencia en la dirección del Partido Liberal, pero decidió marginarse de la política, pues en una cirugía, por un error del hospital, perdió uno de sus ojos. Sin embargo, siempre sonaba para todos los cargos, desde la presidencia del Partido Liberal, la Defensoría del Pueblo, y hasta la Corte Constitucional, para reemplazar al exmagistrado Eduardo Montealegre. 

Claudia, en cambio, empezaba a tener reconocimiento. Desde la orilla de la academia sus investigaciones y columnas publicadas en Semana.com empezaron a dar campanazos de alerta de las oscuras alianzas entre paramilitares y un sector de la política nacional. Años más tarde, la Corte Suprema de Justicia no sólo le daría la razón, también recurrió a sus investigaciones para destapar el escándalo de la parapolítica, el más grande que se conoció desde el proceso 8.000 del gobierno Samper. 

Precisamente, el expresidente Samper llevó a Claudia López a los estrados judiciales, donde la acusó de injuria y calumnia por haberlo relacionado con la mafia en una de sus columnas, que cada vez cosechaban más seguidores. En el 2006 Viviane Morales reapareció en la política nacional como candidata al Senado. Se quemó. Un año más tarde, el presidente Uribe la invitó a formar parte de la comisión de notables para una reforma a la justicia. Aceptó. 

En el 2011, Claudia López fue absuelta de la acusación de Samper. Cuestionó el cubrimiento que el diario El Tiempo hizo al caso de Agro Ingreso Seguro (AIS), que salpicó al exministro Andrés Felipe Arias, columna que las directivas entendieron como una carta de renuncia. Se fue del país a estudiar, pero también por amenazas contra su vida. 

Ese mismo año, Viviane Morales fue ternada por el presidente Juan Manuel Santos para el cargo de fiscal general de la Nación, la Corte Suprema de Justicia la eligió. Una de sus principales decisiones fue, precisamente, acusar al exministro Arias por el caso AIS. Hasta que fue anulada su elección por un tema técnico: los magistrados habían contado la mayoría de los presentes y no del total de la corporación. Así llegó a ese cargo Eduardo Montealegre.

Claudia López forjó su fama señalando al Congreso como un “nido de ratas”, las mismas palabras que muchos colombianos utilizan para referirse al capitolio. Viviane Morales, en cambio, suele decir que se siente orgullosa de ser congresista cada vez que López le dice que detrás del referendo hay “oscuras intenciones políticas”. “Yo soy política, eso es lo que hago”, suele contestar con vehemencia.

Pero en el 2014, Viviane fue la ‘carta’ de la lista del Partido Liberal, y Claudia el ‘fichaje’ estelar de Alianza Verde, partido que estaba amenazado por el umbral. Primero en las urnas, luego en el capitolio, ambas descollaron. Viviane, conocedora de los secretos de la política, tejió alianzas con sus colegas. Claudia, en cambio, sintonizada con la opinión pública, se ganó la animadversión de sus compañeros en el Congreso y el aplauso constante de los medios.

Hace unos meses, el referendo de Viviane Morales era una de esas propuestas muy populares en las masas pero a las que muy pocos en la clase política daban crédito. El año pasado el país había conquistado en la Corte Constitucional victorias de la igualdad que sólo se han dado en los países nórdicos. La comunidad LGBTI logró el matrimonio gay unos meses después de Estados Unidos y la adopción cuando en ese país esa opción está todavía lejos.

Cuando Morales salió en medios a proponer un referendo para que el pueblo revirtiera esas decisiones, la propuesta no generó gran revuelo, en gran medida porque nadie creía que fuera a suceder. La senadora salió a las calles y recogió más de 2.300.000 firmas, y aun así, el referendo no era un tema en la política.

Pero todo cambió este año. La marcha de miles de personas contra las cartillas de educación sexual del Ministerio de Educación y el peso que tuvo la comunidad cristiana en el triunfo del No en el plebiscito dejaron ver no sólo que la propuesta iba en serio, sino que tenía las mayorías para hacerse realidad.

Esa comunidad, que no se había registrado por años, ya inclinó la balanza en el proceso de paz. Las mayorías que ha logrado Morales en el Congreso demuestran o que los parlamentarios están de acuerdo con ese sentimiento o que tienen un enorme miedo de perder ese electorado. En ese sentido, Morales y López no representan solamente dos antagonismos políticos, sino dos visiones de país cada vez más irreconciliables.