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| Foto: Daniel Rivera

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“Yo ya no me acuerdo de nada”: testigo en caso Doce Apóstoles

El agente (r) de Policía Alexánder Amaya, que hace veinte años se había ido lanza en ristre contra el ganadero Santiago Uribe Vélez, ahora desdice su testimonio.

30 de enero de 2018

La mala memoria en los testigos judiciales en Colombia es desde hace años un caso de estudio. En épocas de carteles de falsos testigos es entendible que alguien se desdiga, que se arrepienta, que recule. Sin embargo, el caso del agente (r) de Policía, Alexánder Amaya, una de las piezas claves que tenía la Fiscalía en la investigación que hoy pesa sobre el ganadero Santiago Uribe Vélez —hermano del expresidente Álvaro Uribe Vélez— por conformación y financiación del grupo paramilitar Los Doce Apóstoles, es un tema aparte.  

“Yo ya no me acuerdo de nada”, fueron las palabras exactas de Amaya, quien en en el segundo día de audiencia en el proceso de Santiago Uribe Vélez, celebrada este martes en Medellín, recordó sus condenas por el asesinato de Camilo Barrientos y de Amanda Flórez, años en los que estuvo envuelto, dijo, “en matar gente”. El 7 de junio de 1996, cuando Amaya era un testigo protegido, no dudó en señalar a Uribe Vélez como conformador y financiador de Los Doce Apóstoles, quien, dijo entonces, siempre estaba acompañado de un paramilitar conocido como Rodrigo. De todo eso ya no queda nada en su memoria.

Amaya llegó a Antioquia en 1988 a trabajar en el municipio de Andes, en el suroeste, y luego fue trasladado a Buriticá, Cañasgordas y Peque; finalmente pasó por Briceño y Yarumal, donde fue guardaespaldas del mayor Juan Carlos Meneses, quien según su testimonio, tenía una estrecha relación con el grupo paramilitar y hasta asesinó a Camilo Barrientos en manera de gratitud con Amaya, pues este había tenido un problema con Barrientos, a quien no dudaban de señalar de guerrillero. El asesinato se había cometido con mercenarios llegados desde Medellín.

En la actual indagatoria solo recordó algunos nombres, algunas circunstancias, y aunque el fiscal del caso le recordaba testimonios anteriores, Amaya alegaba que todas esas cosas se habían quedado en el olvido, que no se acordaba. Por ejemplo, este testimonio ahora está atrapado en la nebulosa de su amnesia: “De Los Doce Apóstoles yo me daba cuenta de que ellos cometían varios delitos financiados por un señor Álvaro Vásquez y Santiago Uribe, porque una vez el teniente (r) Meneses me llevó a una reunión que se efectuó en La Carolina, no me acuerdo la fecha. Incluso a ese grupo le dieron plata para pintar los carros de la Policía”. De esto solo recordó la reunión en La Carolina, propiedad de Uribe Vélez, pero no recordó si el hermano del expresidente Álvaro Uribe Vélez estaba allí. También recordó que uno de los promotores del grupo era Álvaro Vásquez, hacendado de la región.

Su testimonio fue una continuación de contradicciones en las que por un lado se refería a los movimientos entre Policía y grupo paramilitar como “nosotros” para luego desdecirse y afirmar que nunca hizo parte de tal grupo. “Yo estuve en el Cedro (vereda donde tenían comando Los Doce Apóstoles). Yo sabía que el señor Rodrigo era el comandante de esa organización, y la mayoría de integrantes eran de esa vereda. Ellos me decían que eran de ahí. Ellos trabajaban con nosotros. Con toda la Policía. Yo no era del grupo. Ellos operaban en zona rural. Operar era hacer operativos, asesinar a alguien”.

Fue poco tiempo el que Amaya estuvo en el norte de Antioquia, sin embargo en su testimonio de 1996 alcanzó a decir lo siguiente: “Santiago se quedaba pendiente del radio. Rodrigo le daba los informes a él. Santiago a todo momento andaba con una ametralladora Ingram dentro del carro. Era el jefe porque todos lo llamaban como el patrón y era el que coordinaba”.

Nadie ahora entiende la amnesia del testigo, quien ya había dado un giro en su testimonio en oportunidades pasadas. Lo que sí queda claro, según su versión, es la existencia de Los Doce Apóstoles, su importancia en la región, el liderazgo que ostentaba el mayor Juan Carlos Meneses y que empresarios de la zona apoyaban con dinero los movimientos paramilitares.