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Miedo y desarraigo en San Francisco

El pasado 18 de marzo más de 1.100 habitantes del área rural de San Francisco, población en el oriente antioqueño, salieron de sus casas dejando todo. Según fuentes oficiales la causa fueron los enfrentamientos entre la Fuerza Pública y frentes guerrilleros del ELN y las Farc. Esta lamentable situación desencadenó un desplazamiento masivo, en el cual durante cinco días más de 200 personas permanecieron ocultas en el monte sin comer.

30 de marzo de 2003

Durante cinco días unos 200 habitantes del área rural de San Francisco, población del oriente antioqueño, estuvieron refugiados en el monte y junto al río, llenos de miedo por lo que les pudiese suceder. "Estábamos en la casa y cuando menos pensamos, una plomacera. Salimos en ayunas a pie limpio caño abajo y cuando veníamos caminando el helicóptero se ponía bajito y nos tiraba", cuenta Carlos, quien con su esposa Consuelo y sus seis hijos salieron de la vereda Rancho Largo.

Al casco urbano del municipio han llegado alrededor de 1.100 personas que huyen del fuego cruzado. Afortunadamente han contado con la hospitalidad y la solidaridad del pueblo, donde los ubicaron en casas desocupadas, con colchonetas y algunos hasta adaptaron cocinas al aire libre.

Cuentan los niños de la vereda Boquerón que lo que más han extrañado es la escuela, perseguir a los marranos, las gallinas, los conejos y los pájaros. "A las seis de la mañana el Ejército llegó, comenzó a pedir papeles y a preguntar por algunas personas. Se llevaron las cosas de la gente y el mercado. Destruyeron todo. Nos dio miedo pues venían muy bravos, escuchábamos el tiroteo y veíamos cómo aporreaban a la gente, los humillaban y a algunos hasta les apuntaban con fusil en la cabeza. Ellos decían que estaban buscando los enemigos y todo el tiempo nos preguntaban por la guerrilla", cuenta Eduardo, un niño de 11 años, que ahora asiste junto con otros en su misma situación a la escuela urbana donde esperan el día en el que puedan volver a sus tierras.

Son cerca de 300 niños los que han sido desplazados en San Francisco. "Me hace falta la yuca y lo primero que voy ha hacer cuando llegue a mi casa es organizarla y barrerla, jugar en los guayabos y estudiar en la escuela", dice María, de 7 años quien hacía sus planas mientras cuenta sus mejores deseos.

Desarraigar el miedo y la zozobra de los ojos de William de Jesús, Uber Alonso, Osman Enrique, Marisela, Inés y Socorro es muy difícil pues ellos no olvidan cómo sus padres los guiaban por el monte, los jalaban de las manos mientras a lo lejos veían explosiones y sentían disparos. No se les podrán tampoco olvidar las alegrías de Orestes y Ruperto, dos hombres que según testigos fueron asesinados por pertenecer a la guerrilla, pero que para sus vecinos eran quienes trabajaban la agricultura y estudiaban el bachillerato. A uno le mocharon la cabeza y al otro lo cortaron todo con una navaja, cuentan los niños.

Y son también los niños quienes, en medio del dolor, enseñan a los adultos a sonreír con el juego, a no perder la esperanza de regresar a su tierra y a continuar con la vida de campo, cultivos, animales y su familia.

Textos y fotos de Natalia Botero Duque.