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Una prueba más del fracaso de la lucha contra las drogas

El informe de la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen para la region andina demuestra nuevamente el fracaso de la estrategia de fumigación de cultivos ilícitos.

21 de junio de 2006

Durante el 2005, Colombia sacó cinco en todas las áreas: logró un record en erradicación de coca, cifras históricas en incautación de cocaina y en capturas y extradición de narcotraficantes. Y sin embargo, perdió nuevamente el año en su lucha contra las drogas.
Así lo evidencia el último informe sobre cultivos de coca revelado ayer por la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen para la region andina.

En 2005, los cultivos de coca aumentaron en la región un uno por ciento frente al 2004, pasamos de 158 mil hectáreas a 159.600. Mientras la producción de coca bajó en Bolivia (un 8 por ciento) y en Perú (un 4 por ciento), en Colombia aumentó un 8 por ciento, equivalente a seis mil hectáreas nuevas.

Las cifras de este estudio, realizado por la ONU conjuntamente con el gobierno de Colombia, coinciden con el reporte de abril de la Oficina de Políticas y Control de Drogas de la Casa Blanca que mostró que la producción de coca en Colombia se disparó en 26 por ciento entre el 2004 y el 2005, y son preocupantes por varias razones. No sólo es la primera vez que el área cultivada aumenta después de cuatro años consecutivos de reducción, sino que el año pasado, 170.780 hectáreas fueron erradicadas, dos por ciento más que en 2004. La mayor parte se hizo a través de la fumigación, incluso en los departamentos de Chocó, Cundinamarca y Valle, dónde nunca antes se había fumigado.

La fumigación provocó un esparcimiento de los cultivos ilícitos, que ahora se detectaron en 23 de los 32 departamentos. Los mayores aumentos se dieron en Vichada, en la frontera con Venezuela, y en Putumayo, cerca de la frontera con Nariño y Cauca, precisamente donde más se ha fumigado y donde Fernando Londoño cantó victoria cuando era ministro del Interior de este gobierno. En cambio, en Norte de Santander, donde se han ejecutado programas de sustitución de cultivos, se presentó la mayor disminución de la coca.

Estos resultados revelan nuevamente el fracaso de una estrategia antinarcóticos sustentada principalmente en la fumigación. Mientras en Colombia aumentaron los cultivos a la par con la fumigación, en Perú y Bolivia, los cultivos decrecieron a punta exclusivamente de erradicación manual y desarrollo alternativo. En Perú, en un 4 por ciento, gracias principalmente a campañas de erradicación manual en el departamento de San Martín en la region del Alto Huallaga y en el valle de San Gabán. En Bolivia, en un 8 por ciento. La ONU atribuye este descenso principalmente a los pactos realizados entre el gobierno y los cocaleros del Chapare, para que limitaran el cultivo de coca a 0,16 hectáreas por familia.

El estudio también demuestra que a diferencia de los otros dos países, la productividad de los cultivos de coca en Colombia aumentó. Con una producción de 6.300 kilos por hectárea al año de hoja de coca, se calcula que la producción anual de pasta de cocaina pura alcanzó los 7,7 kilogramos por hectárea frente a los 4,7 kilogramos por hectárea producida en el 2004. Basado en estos datos, el estudio calcula que la producción total de cocaina en Colombia alcanzó las 640 toneladas métricas durante el 2005, el equivalente al 70 por ciento del potencial de producción mundial de cocaine.

Lo más deprimente de estos resultados es que Colombia logró por tercer año consecutiv, el record mundial de incautación de pasta de coca y de cocaina. Una tercera parte de la droga incautada, se decomisa en Colombia, más de la mitad en la Costa Pacífica.

La ONU calcula que el cultivo de coca le produce ingresos per capita a las familias cocaleras de 2.500 dólares, pero que descontando lo que gastan en insumos, fertilizantes y mano de obra es relativamente poco lo que les queda. Cuando se les preguntó a los cocaleros colombianos por qué se dedicaban a este oficio, más de la mitad mencionó razones económicas, principalmente su rentabilidad o la facilidad para transportarla. Solo una tercera parte dijo no tener otra opción. Sin embargo, el estudio también confirmó que solo uno de cada 10 cocaleros ha recibido alguna vez en su vida algún tipo de asistencia o de alternativa gubernamental para dejar de cultivar la hoja maldita. Sólo 6.800 familias están participando en proyectos de cultivos alternatives asistidos por la UNODC. Otros 31 mil son beneficiarios del programa de Familias Guardabosques.

Claramente no hay una correspondencia entre los esfuerzos de fumigación y los de sustitución de cultivos. Por eso es preocupante que ahora que el Presidente Uribe estuvo en Washington haya prometido fumigar más. Ojalá escuche las propuestas de su esposa Lina Moreno y de quienes consideran que es hora de dar el debate sobre otras estrategias antinarcóticos y dejar de hacer lo que ya está probado que no funciona.