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Caso Haití: las claves

Imposible confiar en las autoridades haitianas y no sabemos si el FBI nos contará toda la verdad o solo la que quiera Washington.

Salud Hernández-Mora
24 de julio de 2021

Ojalá el fugitivo Palacios logre cruzar la frontera y entregarse a las autoridades en nuestra Embajada de República Dominicana. Su testimonio es esencial, el único que darían con garantías.

A medida que conocemos más datos y gracias al trabajo de expertos, asaltan más dudas. Empezando por el número: dijeron que eran 26 en el primer contingente y dos se devolvieron. Oficialmente hay 18 detenidos, tres muertos y un fugado. Faltarían dos ¿Están huyendo?

Tampoco resulta coherente el relato de la primera dama. Comprendo que su vivencia fuera espantosa, pero ¿oye disparos y pasos y tiene tiempo de correr a esconder a los hijos, regresar al dormitorio y esperar la muerte? ¿Qué hacía Moïse en el entretanto? ¿Para qué meterse bajo la cama?

Un comando no necesita 12 tiros para matar a un indefenso; bastan tres o cuatro. Era una sevicia innecesaria. ¿Lo torturaron para obligarle a firmar su renuncia, como dijeron? La esposa nunca habló de ese episodio, solo que al regresar a la alcoba, les dispararon. Si ya asesinaron al esposo, ¿por qué no rematarla en lugar comprobar si seguía viva? Un sicario no deja testigos.

No sé por qué rechazaron de entrada la hipótesis de que haitianos cometieran el crimen antes de que Capador entrara al dormitorio. Moïse era un mandatario con muchos enemigos, tan corrupto como sus antecesores, según fuentes de Puerto Príncipe, un hombre autoritario, que había violado la Constitución para acaparar poder, contaba con escaso apoyo popular y le acusaban de nexos con bandas criminales locales.

Recorrí el exterior de la lujosa residencia, rodeada de un muro alto, y me pareció poco creíble que para ejecutar un magnicidio los colombianos no hubiesen asegurado los alrededores. Es un barrio tranquilo, de pocas casas, por uno de los lados corre un arroyo minúsculo por donde les podían haber sorprendido. Pero no lo controlaron.

Otro aspecto que no cuadra es la falta de planeación. ¿Para qué 26? Más fácil hubiera sido ejecutarlo con un francotirador en algún acto público con poca vigilancia. Y había dos francotiradores en el grupo, pero ni siquiera los reclutaron por tener esa condición ni les facilitaron un fusil de precisión.

Incluso un grupo reducido de tres o cuatro comandos habría sido más eficaz, no dejan rastro, cumplen la misión y desaparecen. O les asesinan después. Recordemos que siempre hubo cómplices locales que facilitaron la operación.

¿De qué sirvieron tantos hombres? ¿Cuál era su función? Lo visto en videos es un personal de seguridad avanzando a pie sin mayores complicaciones. Tampoco tuvieron entrenamiento militar en el terreno; en su lugar, les dictaron cursos en inglés para un país que habla francés y creole.

No les facilitaron equipos de comunicación, solo tenían sus celulares privados, ni usaron mensajes encriptados; no todos contaban con armamento ni chaleco antibalas, ni había un paramédico, imprescindible en toda misión.

Jamás vieron una maqueta de la residencia presidencial o un cajón de arena, al modo de las fuerzas especiales antes de una operación. Además de que un estudio para realizar un secuestro o un asesinato requiere semanas de preparación.

Ni decir del reguero de pistas que dejaron tanto ellos como quienes los contrataron. Pasaron por emigración con sus identidades; tiquetes pagados con tarjeta corporativa; fotos de reuniones de los haitianos implicados; colombianos hablando con sus familias a diario por videollamada, incluso en la noche de los hechos.

A ellos agreguemos la oferta laboral por WhatsApp y los múltiples mensajes que mandaron desde Haití para animar a los 256 militares retirados, del segundo contingente, para que no se echaran atrás.

Ningún criminal que se precie acepta un trabajo y menos un magnicidio, sin cobrar todo o la mitad por adelantado para garantizar el bienestar de los suyos. Ellos no recibieron ni el primer salario, compraron de su bolsillo la ropa de escoltas que lucían, y ni siquiera les alimentaban bien.

En Puerto Príncipe nunca se escondieron, iban por las calles, 22 blancos y dos morenos extranjeros, en una ciudad de afros, hablando español.

Por la manera de abandonar la escena del crimen, todo indica que los verdaderos cerebros haitianos, no los tontos útiles que han inculpado, les tendieron una trampa. No existía un plan B de extracción, aunque dispusieron de 12 horas para huir y habrían llegado al mar en solo una hora para desaparecer sin dejar rastro. Esa sería la fuga de auténticos sicarios.

Pero se fueron caminando y quedaron aterrados cuando se toparon con el retén policial. Ahí fueron conscientes del engaño. No tenían cómo escapar. Y preciso matan a los dos que podían saber más que los demás: Capador y Romero. En cuanto a que se trató de un enfrentamiento, tampoco parece. A Capador le dispararon a quemarropa y ningún policía sufrió un rasguño.

Lo único cierto es que a los detenidos les violan todos sus derechos, empezando por negarles un abogado. Imposible confiar en las autoridades haitianas y no sabemos si el FBI nos contará toda la verdad o solo la que quiera Washington. Colombia no es nadie en Haití, pero USA manda todo. Y necesitan chivos expiatorios. La trágica película apenas comienza.

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