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¡Colombia no aguanta un impuesto más!

¿Para promover un sector económico hay que gravar con impuestos a los competidores y, además, otorgarles subsidios a los malos jugadores del mercado?

María Andrea Nieto
12 de noviembre de 2022

El país se acerca aceleradamente a replicar el modelo económico fracasado de Venezuela, en donde se produjo una escasez sistemática y masiva de productos por cuenta del incremento desmedido de los aranceles, con la excusa de proteger la industria nacional. Los venezolanos pasaron en 20 años de disfrutar de cualquier producto en el mercado a ver los anaqueles de los almacenes desocupados y luego a que 7,2 millones huyeran del país por cuenta del fracaso de la revolución bolivariana.

El Gobierno del “cambio”, a través del Ministerio de Comercio, dio a conocer hace pocos días un nuevo proyecto de decreto para subir más los impuestos. En esta oportunidad pretenden aumentar la tarifa aduanera que pagan los productos clasificados en los capítulos 61 y 62 del Arancel de Aduanas. En palabras sencillas, pretenden establecer un único arancel del 40 por ciento sobre el valor de la mercancía de la ropa importada. Es decir, abrigos, chaquetas, trajes, vestidos, pantalones, faldas, camisas, pijamas y camisetas, entre otros, para hombres, mujeres y niños.

El presidente Petro anunció en su cuenta de Twitter que “este arancel a la importación de confecciones permitirá que pueda dispararse la industria de confecciones de Colombia”.De nuevo, bienvenidos al pasado. En la década de los ochenta del siglo XX, el modelo de sustitución de importaciones de la Cepal pregonaba que restringir el ingreso a los mercados de los productos extranjeros promovía el crecimiento de la industria nacional.

Este modelo económico implicó que muchos bienes que la industria colombiana era incapaz de producir no existieran en el mercado. Parece mentira que 40 años después nos quieren imponer la cavernícola idea de que ¿para promover un sector económico hay que gravar con impuestos a los competidores y, además, otorgarles subsidios a los malos jugadores del mercado?

En Colombia hay una alta calidad en las confecciones. Pero jamás podremos competir con la producción de escala de la China, India, Turquía o Sri Lanka. Por eso, las marcas de ropa confeccionadas en el país, con miras a la exportación y a generar altos volúmenes de ganancias, se han centrado en diseño, calidad, marcas propias (propiedad intelectual) y en nichos con alto poder adquisitivo, o, como se conoce en el sector, los mercados high end.

Por esto es paupérrimo el argumento de que ahora los colombianos de cualquier estrato económico, por cuenta del incremento en los precios vía aranceles, solo puedan consumir unas marcas determinadas de ropa que se produzcan en el país por pura falta capacidad de pago. Me explico. ¿Qué parte de la recesión económica el Gobierno del “cambio” se está perdiendo?

La reforma tributaria aprobada golpeará el bolsillo de los colombianos de la clase media, popular y empresarial, que no aguanta un impuesto más. En estos 100 primeros días del gobierno del presidente Petro, con un peso devaluado a niveles históricos y la inflación más alta en el siglo XXI del 12,22 por ciento en el mes de octubre, las neveras de los colombianos empiezan a desocuparse.

El economista Amartya Sen decía que los individuos deben poder gozar de la plenitud de sus derechos económicos. Esto implica que en un sistema de libre mercado las personas tienen derecho a elegir qué ropa usar, qué comer, dónde vivir, estudiar y cómo recrearse. Y no dejar de hacerlo porque el Gobierno decide subirles los impuestos a los bienes y servicios para desestimular su consumo (exceptúo los impuestos al alcohol y cigarrillos).

Y mientras nos dicen qué comer por “salud”, qué vestir por “proteger” una industria o el medioambiente, a quién rezarle (porque les pusieron impuesto a las hostias y casi que logran hasta a las Iglesias), por otra parte, el “progresismo” defiende el libre desarrollo de la personalidad aplicado en la regularización de las drogas. Eso sí ¡les encanta! Defienden la libertad, pero restringen la que no les gusta.

Por esto surgen varias preguntas. ¿Cuándo van a dejar de estigmatizar el consumo del alimento que cada cual quiera comer? ¿Cuándo van a dejar de estigmatizar el capital, el ingreso y la utilidad que los empresarios quieren generar? ¿Por qué están empeñados en que la inversión extranjera se vaya y se pierdan empleos? ¿Cuándo van a dejar en paz las actividades recreativas que los ciudadanos quieran consumir? Y ¿hasta al dios al que le quieran orar sin cobrar impuestos?

La incoherencia, además, los atropella. Los políticos que han aprobado y apoyado en el Gobierno del “cambio” estos impuestos sí consumen hamburguesas, papas y gaseosas en la plenaria de las sesiones en el Congreso. Se dan el lujo de usar marcas de ropa extranjera carísima y que desfilan en las alfombras rojas de las entidades estatales. Y la peor de todas las contradicciones: sí pueden hacerse millonarios, pero está mal que los empresarios lo hagan.

En Colombia a la gente honrada que estudia, trabaja, invierte, emprende, ahorra y paga impuestos no le alcanza el bolsillo para pagar un impuesto más. ¡Paren ya!