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Duque, el coronavirus y el Ñeñe

.El propio Uribe confirmó la conversación, al tiempo que negó su participación en la compra de votos. Por eso no tiene pies ni cabeza decir ahora que todo es un invento.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
14 de marzo de 2020

A Iván Duque le están cayendo las plagas. Parecería como si ningún acto le saliera bien. Parece un gobernante a la deriva; reacciona tarde como una víctima. El periódico El Tiempo del jueves pasado, en primera página, dedicó su atención a las medidas tomadas por la alcaldesa mayor Claudia López para manejar el coronavirus. Tan solo en las páginas interiores señaló las decisiones del presidente Duque, encaminadas a ayudar los sectores de turismo y transporte aéreo. Fue evidente que Claudia López está en la jugada de los colombianos y Duque en la de los gremios. 

El coronavirus llegó en el peor momento para Duque. Enfrenta la crisis generada por una presunta compra de votos en La Guajira en junio de 2018. En unos audios, José Guillermo Hernández (q. e. p. d.) comenta la necesidad de conseguir recursos para la contienda. Su interlocutor: María Claudia Daza, asesora de la unidad legislativa del senador Álvaro Uribe Vélez. 

A la denuncia se ha sumado un rosario de fotografías. Muchas. Está la de Uribe con Hernández. Otras con Duque. Alegan que es normal tomarse fotos, más aún en lugares públicos antes de una contienda electoral. Que Uribe no lo conocía, que Duque apenas como candidato. 

La evidencia fotográfica no ayuda. A Hernández le gustaba guardar las fotos con personas con poder. En los audios habló de su acceso al presidente y a ministros. El hecho de que Hernández ya no esté –fue asesinado el 2 de mayo de 2019– no ha sido relevante en el asunto. En Colombia, ya es conocido por presuntos nexos con el narcotráfico y como presunto autor intelectual de un asesinato. 

María Claudia Daza es otra víctima. Uribe la identificó como quien habla con Hernández. Daza renunció y también lo hizo su hija al consulado de Miami. Es evidente que Daza tenía poder en el Gobierno. No es un buen síntoma que ahora nadie la conozca y ella haya emprendido viaje al exterior. 

Duque ha negado la acusación. Dice que la campaña fue transparente y que no tiene rabo de paja. Con la muerte de Hernández no va a ser posible llegar a la verdad. Pero ya está hecho el daño. Es curioso que Duque haya dejado su defensa, en particular, al expresidente Uribe. Él se la ha jugado toda: una defensa absoluta por el mandatario. Hasta justificó la presencia de Duque en un matrimonio en Valledupar, el día en que se celebró un consejo de Gobierno. “Solo fue a la iglesia”, dijo Uribe. 

Sin embargo, para Duque es un pierde-pierde. Queda como un subpresidente, incapaz de actuar solo. Si bien la insinuación es falsa y atrevida, para algunos opositores es una prueba de la influencia del expresidente. 

Con una agravante, el Gobierno también quedaría atrapado en los deseos del Centro Democrático. Una difícil coyuntura por resolver. Más aún con el interés de Uribe en la eliminación de la Justicia Especial de la Paz. 

La Ñeñepolítica existe. Ignorarla, como parece ser la línea gubernamental, no ayuda. Tampoco la decisión del Centro Democrático de atacar. Fue el mismo Uribe quien confirmó la conversación, al tiempo que negó su participación en la compra de votos. Por eso no tiene pies ni cabeza decir ahora que todo es un invento.

A Duque le esperan semanas difíciles por cuenta del coronavirus. Los planes económicos se fueron por la ventana. Necesita a un presidente dedicado y lleno de bríos. La Ñeñepolítica es una talanquera; mejor enfrentarla que permitir que crezca. No desaparecerá. 

Colombia requiere un presidente a toda marcha. La situación del país cambió drásticamente. Además del coronavirus, tiene que manejar el impacto de la subida del dólar. No son temas fáciles de manejar. El escándalo político le mete candela. No es el momento.